Yo para ser feliz quiero un avión

"Es como hacer una colección infinita de cromos", dice un 'spotter' de aeronaves

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RAMÓN VENDRELL / BARCELONA

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En las habitaciones de los hoteles pasan cosas todavía más raras de lo que imaginas. Ah, si hablara la legendaria habitación 2.185 del Hotel Renaissance del aeropuerto londinense de Heathrow. Contaría que cada dos por tres un hombre, casi nunca una mujer, se despierta al amanecer en un estado de gran excitación. No tiene un segundo que perder, una fiebre le consume, y aún en pijama se dispone a dar rienda suelta a su pasión. Descorre las cortinas y ahí, delante de sus narices, se extiende la pista 27 L o 09 R, según el viento imponga una configuración u otra del aeródromo. Heathrow es un pedazo de aeropuerto internacional, lo que significa que desde su privilegiada atalaya podrá observar y fotografiar mientras haya luz cientos de aeronaves de todas las compañías habidas y por haber. Él ya sabe a por qué trofeos ha venido, una 'app' como Flight Radar 24 lo dice todo de todos los vuelos excepto el nombre del piloto, pero siempre puede haber una sorpresa, de modo que estará atento. El servicio de habitaciones le permitirá estar dale que te pego hasta caer rendido. Cuando quizá seguirá en pijama.

Las bacanales de la habitación 2.185 del Hotel Renaissance de Heathrow son el valhalla de los 'spotters' de aviones, que tampoco lo pasan mal en los alrededores del aeropuerto de El Prat. "Esto es como hacer una colección infinita de cromos", dice Artur Vidal, presidente de la asociación Spotters Barcelona-El Prat. "Somos como 'boletaires', solo que en vez de a por setas salimos a por aviones", dice un compañero suyo.

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En El Prat tienen los 'spotters' dos puntos de observación habilitados como tales. Uno es una pequeña colina artificial situada en la cabecera de la pista 25 R, normalmente utilizada para los aterrizajes. Los aviones pasan ensordecedores a unos 75 metros por encima de tu cabeza. El otro es una plataforma ubicada en un lateral de la 25 R, que también se usa para el despegue de los colosos de la aeronáutica. En ambos casos la elevación permite salvar la maldita valla que rodea todo el recinto aeroportuario. Y después, cada maestrillo tiene su librillo.

COMO UN REY

O su bicoca. Adolf Malet, por ejemplo, es propietario de un terreno de una finca agrícola con excelentes vistas oblicuas del descenso de los aviones hacia la 25 R, y allí se instala como un rey. Incluso tiene un chamizo para cuando el sol aprieta.

Modelo de avión, aerolínea, librea (la decoración del fuselaje; a menudo las compañías introducen efímeros elementos conmemorativos) y, para los más enfermos, matrícula de la nave son las cuatro variables principales sobre las que se construye una colección de cromos. La estrella del día, sábado 25 de junio, es el Airbus A380 de Emirates que llegará a El Prat a las 13.30 horas procedente de Dubái. Llegan y parten dos cada día desde el 1 de junio, pero este está configurado para transportar a 615 pasajeros en vez de los 517 habituales, informa Vidal. El avión comercial más grande del mundo tan cargado o casi como puede ir. Es, se mire como se mire, un acontecimiento. Aunque desde fuera no sepas cuántos viajeros van.

SUPERVISIÓN

En la plataforma, mientras llega el titán de los cielos, los 'spotters' no le hacen ascos a las maniobras de despegue de un Boeing 777 de American Airlines y de otro 777 de Singapore Airlines. "El piloto está tan tranquilo bebiendo café", dice un 'spotter'. "Ya", dice otro. ¿Mande? ¿Tienen supervisión o qué? "Amplías la foto y mira: el piloto está bebiendo café. A veces nos saludan".