HISTORIA DE BARCELONA

Paco no olvida: hace 50 años vivían 30.000 barraquistas en Montjuïc

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Beatriz Pérez

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Desde los años 20 y hasta finales de los 60, la montaña de Montjuïc albergó la mayor concentración, en toda Barcelona, de barracas, levantadas todas ellas por inmigrantes venidos de otras partes de España, especialmente durante la posguerra. En la década de los 50, llegaron a vivir en Montjuïc hasta 30.000 personas en un total de 6.090 infraviviendas censadas. 

Pero, pese a la miseria y precariedad (estos poblados de barracas no tenían calles, servicios, alcantarillados o alumbrado público y, en toda la montaña, solo había siete fuentes municipales), entre estos humildes vecinos se forjaron fuertes vínculos de amistad.  Prueba de ello es el encuentro de antiguos barraquistas que ha tenido lugar este domingo al pie del jardín botánico, en Montjuïc, para conmemorar el 50 aniversario de su salida de la montaña y traslado, principalmente, a barrios como Sant Cosme de L'Hospitalet, Cinco Rosas de Sant Boi y el Pomar de Badalona. Música, bailes, una comida popular y paseos de recuerdo por la zona han marcado la jornada.

"Yo nací en Montjuïc. Mis padres eran andaluces. Y ¿qué quieres que te diga? Esto fue lo más bonito de mi vida. Si todos nosotros hoy estamos aquí es porque quedamos muy marcados", explica Manuel Hervás, de 65 años. "En mi casa éramos cuatro hermanos en una sola habitación. Pero jugábamos todo el santo día”, relata. Iban a un colegio en la plaza de Espanya, la ahora Escola Francesc Macià.

La 'patera' de aquel entonces

'El sevillano' se llamaba el tren en el que los andaluces llegaban a Barcelona. Se apeaban en la Estació de França después de un viaje de 24 horas. "'El sevillano' era como las pateras de ahora. En la estación ya los esperaba la policía para mandarlos a 'Misiones', ahí en frente", señala este exbarraquista desde el solar del campo de sóftbol. El Pabellón de las Misiones servía como centro de internamiento para aquellos inmigrantes que, sin trabajo y casa legales, eran devueltos a Andalucía. "Sucedía lo mismo que ahora".

"Mi padre construía la barraca por la noche para que no lo vieran. Cuando la terminó y encontró trabajo, hizo venir a mi madre de Andalucía"

Manuel Hervás

— Exbarraquista de Montjuïc

La familia de Manuel pudo esquivar a la policía porque su padre vino solo. "Él construía la barraca por las noches, para que no lo vieran. Cuando la terminó y consiguió trabajo en una fábrica, hizo venir a mi madre". Los Hervás dejaron Montjuïc cuando Manuel tenía 15 años. El ayuntamiento los reubicó en un piso de las Cinco Rosas de Sant Boi que la familia compró por 20.000 pesetas. 

"Cómo llorábamos mientras veíamos cómo nos derruían la barraca... Se nos cayó media vida", relata Manuel. Sant Boi era para él "el fin del mundo". "Sí, era como un sueño, todo verde. Y cuando vimos el piso con cuatro habitaciones, un lavabo... Ya no teníamos que ir al huerto a hacer las necesidades... Pero echábamos de menos esto", dice Manuel. 

La diáspora barraquista

Como explica el historiador y miembro del Centre d'Estudis de Montjuïc, Oriol Granados, cuando entre 1966 y 1968 el ayuntamiento procedió al traslado de los barraquistas a otros municipios, se produjo una "diáspora enorme" y "se separó a gente con muchísima amistad entre sí". Este fue el auténtico drama para ellos.

Según el historiador, "había una gran solidaridad" entre los barraquistas de Montjuïc, algo que los llevó a convertirse "en un pueblo". "Aquí había un cine, tiendas, bares, una clínica. Todo hecho por la gente, que contó con ayudas externas, pero nunca con ayudas oficiales", señala Granados. 

Paco Sánchez, de ahora 69 años, llegó a Montjuïc con cuatro procedente de Málaga. Su familia vivía en Can Valero, el núcleo de barracas más poblado. "Mi padre compró nuestra barraca por 150 pesetas y tenía una sola habitación. Luego la amplió. Le llamábamos 'el cuartel de transeúntes' porque en ella acogíamos a toda la gente que venía del pueblo [de Málaga] y que no tenía dónde quedarse", afirma Paco. "Una noche llegamos a dormir 18 personas en una habitación". 

"Mi padre compró la barraca por 150 pesetas. La llamábamos 'el cuartel de transeúntes' porque acogíamos a todos los que venían del pueblo y no tenían dónde quedarse"

Paco Sánchez

— Exbarraquista de Montjuïc

"Había mucha camaradería entre nosotros. Nos poníamos de acuerdo para que 'los picos' no nos viesen construir", añade. 'Los picos' eran los trabajadores del ayuntamiento que venían a tirar las barracas de la gente que estaba construyendo con ladrillos y maderas. "Lo que hacíamos era construir y pintar de noche, incluso poner las camas con sábanas, para que, cuando vinieran al día siguiente pensaran que la barraca llevaba ahí tiempo", explica. 

Como Manuel, Paco se fue con 16 años a las Cinco Rosas de Sant Boi. "Llegamos y vimos que cada habitación tenía un interruptor de luz. Y que había agua caliente", relata. Pero sus años en Montjuïc siguen grabados a fuego en mente y corazón. "Aquí teníamos carencias de todo tipo, pero éramos muy felices".