degradación de un barrio

Narcopisos: dos historias de terror en el Raval

Beatriz Pérez

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No es el Bronx neoyorquino de los años 70, sino el Raval barcelonés: un hombre acorrala con un machete amazónico a otro que blande una navaja. Sucede a plena luz del día en la calle de la Reina Amàlia y el motivo es un asunto de drogas. Ambos son vigilantes de dos narcopisos situados en las calles de Sant Bertran y del Om, en el sur del barrio. El del machete hiere al otro en la pierna, que comienza a sangrar. Previamente, el ganador pierde unos nunchakus -un arma propia de las películas de artes marciales- que añaden confusión a la pelea. Los vecinos graban la reyerta y este diario publica en primicia el vídeo, de tres minutos. Sucedió el martes pasado. 

La disputa acabó con la detención de los dos hombres (ambos tienen antecedentes delictivos por tráfico de drogas) por parte de la Guardia Urbana. Uno de los agentes le practicó al hombre herido un torniquete en la pierna, algo que, según el comisionado de Seguridad de Barcelona Amadeu Recasens, "le ha salvado la vida", pues evitó que se "desangrara". 

Esta escena, más propia de una película que de una ciudad como Barcelona, no es sin embargo algo aislado en el Raval, barrio del que se está apoderando a marchas forzadas la violencia generada por el narcotráfico. La heroína, tan presente en la Barcelona preolímpica, ha vuelto. Y lo ha hecho por la puerta grande: consumir es más fácil y barato, pues los adictos ya no compran gramos, sino monodosis que adquieren por unos 10 euros. 

Los "revienta-pisos"

Mientras tanto, los vecinos resisten atónitos ante lo que sucede a dos palmos de sus narices. Y por si la mente les jugara una mala pasada, ahí están los teléfonos móviles para certificar que todo esto está ocurriendo de verdad. Pongamos otro ejemplo. Apenas dos semanas antes de la pelea navajera, una vecina de una calle cercana a la de la Reina Amàlia grabó a un hombre que intentaba forzar la puerta de un localforzar la puerta de un local abandonado. Ya fuera de cámara, la mujer, desde su balcón, increpó al individuo y este, asegura ella, le lanzó un pie de cabra (una palanca de hierro). Al poco fue detenido por la Guardia Urbana. 

Este individuo, confirma Carlos, activista y vecino de la calle de En Roig, es un "viejo conocido" del barrio. Hay quienes lo califican como un "revientapisos", es decir, como un especialista en reventar locales vacíos, algo que, especialmente en Ciutat Vella, no escasea dados los desorbitados alquileres que están cada vez más a la orden del día.

Pero lo que de verdad ha puesto en alerta a esta vecina es que, el sábado pasado, 15 días después del enfrentamiento con el "revientapisos", sufrió un robo nocturno en su propia casa. "Estoy ya mirando pisos para irme del Raval. Tengo psicosis, no puedo dormir", cuenta Pilar (nombre ficticio), que, atemorizada, pide que no se desvele ni su nombre ni la calle en la que vive. No quiere que los narcos la identifiquen y, aunque no lo sabe a ciencia cierta, no descarta que ambos incidentes tengan relación entre sí. "Desde lo del sábado, sigo viendo 'cosas' en mi calle, pero ya no digo nada por miedo a las represalias", relata. Tanto ella como su marido y los hijos pequeños de ambos se encontraban en casa la madrugada en que les entraron a robar.

Degradación

Pilar ha sido testigo de la degradación de este barrio del corazón de la ciudad. "Antes podías dejar las ventanas abiertas y no pasaba nada". Precisamente por una ventana entreabierta accedió el ladrón a su hogar, con sumo cuidado y silencio, el sábado pasado. "Mi marido se levantó y la vio de par en par. Le pareció raro y fue junto a la perra, que no ladró". Fue ahí cuando se topó cara a cara con el ladrón, que salió inmediatamente corriendo. 

Se marchó por la ventana por la que había entrado sin agredir a nadie y con el botín bien amarrado: dos ordenadores portátiles, un teléfono móvil y una cartera. "El móvil lo cogió de la mesilla de noche, que estaba a centímetros de la cama donde yo dormía", explica Pilar. "Mira, lo peor no son las cosas materiales, que muchas veces las cubre el seguro. Lo peor de todo es esta sensación de vulnerabilidad". La vecina también se queja de los Mossos, pues asegura que tardaron 45 minutos en llegar y tuvo que llamarlos tres veces.

Ni Pilar ni nadie puede afirmar que el ladrón que entró en su casa fuera un narcotraficante, pero lo cierto es que, desde que existe la problemática de los narcopisos, han aumentado no solo las ocupaciones de pisos vacíos con fines delictivos, sino también los robos y las peleas. En definitiva, ha crecido la sensación de inseguridad. Ocurre lo mismo en el Gòtic, donde hace unos seis meses comenzaron a aparecer los primeros locales ocupados para el tráfico de droga, hasta entonces confinados solo en el Raval. Ante la inefectiva respuesta institucional, a menudo más lenta que el crecimiento de la plaga, son muchos los vecinos que deciden marcharse de sus barrios de toda la vida. Como Pilar. "Yo, si pudiera, me iría hoy mismo", concluye.