BARCELONEANDO

Melquíades visita Barcelona

La Beer Nation local está de enhorabuena con la llegada a la ciudad de las dos primeras enlatadoras de cerverza artesana

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Carles Cols

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Las dos primeras enlatadoras de cerveza artesana ya giran a la velocidad del rayo en Barcelona. Es como si hubiera recalado en este Macondo mediterráneo el gitano Melquíades, que un día te sorprende con dos imanes (“la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia”) y al siguiente viaje llega con un catalejo y una lupa del tamaño de un tambor (“¡la ciencia ha eliminado las distancias!”, proclamaba el personaje salido de la Smith Corona eléctrica de Gabriel García MárquezGabriel García Márquez, que, según el propio escritor colombiano, utilizaba solo con los dedos índices, “buscando la letra en el teclado, igual que las gallinas escarban el patio buscando lombrices ocultas”).

Que corran ríos de cerveza sobre el altar de Marduk y Sarpanitu. Esa es la actitud, sí señor

Pues eso, que el advenimiento de las dos primeras enlatadoras de cerveza artesana hay que irlas a ver con la entrega y el encadilamiento de un José Arcadio Buendía. He aquí, pues, cuatro apuntes recién sacados de la libreta de viajes de esta excursión por dos locales de Barcelona, el Vaso de Oro y NaparBCN, templos del lúpulo donde se escancia a lo Nabucodonosor, porque el rey babilonio, al parecer, era cervecero como el que más. “He hecho correr sin medida, como corre el agua del río, torrentes de cerveza sobre el altar de Marduk y su esposa Sarpanitu”. Toma ya con los babilonios. Esa es la actitud.

Las rubias auténticas son como Kant

A lo que íbamos. La enlatadora, por resumir la historia, es un lo último en cervezas artesanas. Y además, reciente. Si fuera un chico, aún no se afeitaría. La cosa comenzó en Oskar Blues Brewery de Colorado, Estados Unidos. Hay cervezólogos que sostienen que la primera lata artesana la empacó otro taller, pero el mérito se le suele atribuir a los de Colorado. La idea era simple. En los tiradores de la barra se servía cerveza cocinada allí mismo, en la trastienda del bar, porque la artesana es una birra, por decirlo de algún modo, como Immanuel Kant, vamos que no le sienta bien viajar. Aquí el de la crítica de la razón pura no salió de su Königsberg natal en sus 80 años de vida, y la cerveza de taller, otra filosofía de vida, pues tampoco es mucho de ir por ahí a conocer mundo, porque no se somete a esta joya de la fermentación a crueles procesos de pasteurización, como sí hace la industria del sector. Total, que los muchachos de Oskar Blues Brewery se pusieron manos a la obra para diseñar y fabricar una máquina capaz de enlatar la cerveza del tirador a la vista del cliente.

Hay que abrir aquí un breve inciso. Estados Unidos le debía eso al mundo. La famosa ley seca (1919-1933) no solo fue una catástrofe en los 14 años en que estuvo vigente, sino que dejó graves secuelas, la más importante entre ellas que prácticamente extinguió los pequeños talleres artesanos de cerveza y sirvió en bandeja a las grandes compañías, a partir de 1933, copar el mercado con su refresco de lúpulo, por llamarlo de algún modo. Revertir aquella situación ha costado años de lucha, bien provechosos, al parecer, porque el 20% de la cerveza que se consume en Estados Unidos es artesana.

El primer enlatado de España sucedió en Vallecas hace un año, con una VII Tits, un nombre que, ¡ejem!, tiene su historia

En el 2014, por ir ya al tajo, las enlatadoras de bar comenzaron a poblar norteamérica como los manzanos en tiempos de Juanito Appleseed. En España, ese historia feliz de ‘cerveza conoce lata’ tiene fecha y lugar, 27 de junio del 2016, en Vallecas. Allí, recuerda Daniel de Julián, uno de los socios de la cervecera madrileñá Valle del Khan, pusieron literalmente a rodar su propia enlatadora. La llenaron con una de sus creaciones, la VII Tits, una cerveza pale que debe su nombre (caray, siempre se aprende algo) a un parque de Vallecas, el Cerro del Tío Pío, pero que todos conocen mejor como el parque de las siete tetas, por las siete voluptuosas colinas que lo conforman. VII Tits disimula un poco la cosa, pero es inequívoco.

LA CERVEZA

Experimenta la felicidad fermentada. / periodico

Un año más tarde, ¡por fin!, las enlatadoras han llegado a Barcelona. Aleluya. La primera está en manos de Gabriel Fort, actual cabeza de familia de la saga del Vaso de Oro, el equivalente en tapas y cerveza a la fuente de Canaletes. Siempre se regresa. Gabriel, a estas alturas, es ya profeta mayor de la Beer Nation. Denle una barra de buen pan y les revelará la verdad sobre la cerveza, “pan líquido”, como la llama él.

Juan Valdés, el retorno

La segunda y de momento última enlatadora de Barcelona está en el NaparBCN, donde –explica Sergio García— en un alarde se sirven una quincena de distintas variedades de cerveza elaboradas allí mismo, más kilómetro cero imposible.

Habrá quien se pregunte todo esto para qué, para qué enlatarse una cerveza en la barra pudiendo ir al súper y comprar el quinto de toda la vida, y más ahora que las grandes compañías cuentan en sus campañas de publicidad que el Juan Valdés de los cafés era un aficionado al lado de sus cazadores de lúpulo y cebada. Vamos, que aseguran que también han visto la luz y, como San Pablo, se han caído del caballo de su herejía. Pues vale. Daniel de Julián (el tetólogo, para que nos entendamos) subraya que nadie compara una paletilla de Jabugo con el jamón de York, ni aquí ni en Macondo. Eso lo sabe hasta Melquíades.