Iniciativa novedosa

Los restaurantes de barrio 'salen del armario' en Barcelona

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Patricia Castán

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Unos 10.000 bares y restaurantes compiten por hacerse un hueco en el cambiante mapa gastronómico de Barcelona, donde los relevos son constantes por la durísima competencia  y la sobreoferta en algunas zonas. A los más modestos les corresponde una meritoria tarea de boca a oreja, literal o virtual: que si las anchoas de L’Anxoveta de Sants están de escándalo; que si la Cuineta de l’Angelina da de comer cada día por nueve euros a un regimiento de trabajadores y vecinos junto a un polígono industrial de Sant Andreu. Lo más habitual es que solo los negocios con chefs reputados, ubicaciones estratégicas o grandes recursos de promoción logren popularidad a nivel de ciudad. Pero para reconocer la valía, la magia o el tesón de los manteles de barrio -tantas veces con un radio de influencia mínimo- el ayuntamiento se ha sacado de la chistera un premio de restauración que se fallará el próximo lunes 28, tras nominar a 30 candidatos de todo el territorio.  

La inmensa mayoría de bares y restaurantes no céntricos funcionan a base de los trabajadores o vecinos de la zona. Es difícil que alguien se desplace a puntos periféricos si no se trata de un local de moda o consolidado, o por la gracia de las redes sociales, asume el sector. Solo tras mucho esfuerzo, por ejemplo, la saga de los Gerpe Feliu ha logrado que la clientela fiel peregrine hasta su restaurante de Canyelles (Nou Barris), incluso desde lejos, confiesa Jordi, uno de los hijos de Teresa Feliu (la propulsora) que dan nombre al Cinco Hermanos. De lunes a viernes a mediodía, sacian el hambre y el paladar de muchos trabajadores por 10,50 euros, pero los fines de semana se entregan a todos los públicos adictos a pescados, mariscos, arroces y carnes. Sin olvidar la rostiseria (para llevar) y sus atómicos desayunos de tenedor.

L'Anxoveta de Sants despunta tanto por sus vermuts como por ser un punto de encuentro en el barrio

En otros muchos casos, buenos bares-restaurantes pueden permanecer casi en el anonimato pese a sus méritos. Unas virtudes que pueden ser múltiples y que han llevado a la nueva oficina de Restauración municipal a propiciar tres modalidades de premio que supongan un trampolín promocional. Desde el convecimiento de que “también se puede comer muy bien por 15 euros” en Barcelona.

La selección -no siempre con criterios de paladar y en algunos casos discutible- ha corrido a cuenta de técnicos de cada distrito y asociaciones de comerciantes que conocen a fondo el territorio, señalan fuentes municipales. El jurado, en cambio, es profesional y multidisciplinar. En el caso del premio a la Calidad Gastronómica, se ha valorado la reputación entre los clientes, el tratamiento de los productos de proximidad y la especialización o nota diferencial. Otra distinción es para aquellos que han contribuido a la Integración (social) en el barrio, en la medida en que se han convertido en puntos de encuentro, interacción vecinal o creación de riqueza en la zona. Y un tercer impulso es para el Local Notorio o Innovador, por su trayectoria singular, originalidad o técnicas culinarias.

Los finalistas elegidos hace varias semanas fueron, siguiendo el orden de las tres categorías, en el Eixample, La Foga, Mian y Rosie’s Good Things; en Les Corts, Atenea, La Riera y Bendita Helena; en Gràcia, Mala Hierba, Sporting y La Torreta de Gràcia; en Sants-Montjuïc, Bar Bodega Bartolí, L’Anxoveta de Sants y Bodega Monumental; en Horta-Guinardó, La Cuineta Guinardó, Ginesta y Des Tapa’t; en Nou Barris, La Esquinica, Cinco Hermanos y Txapeldun Egarri; en Sant Andreu, La Cuineta de l’Angelica, Santana y Can Roca; en Ciutat Vella, un Sagardi, Bidasoa y Norai; en Sant Martí, Sant Martí Restaurant, Juncà y Els Tres Porquets; y en Sarrià-Sant Gervasi, La Xarxa, Casa Joana y Bambarol. 

A base de empeño

Cuando en julio del 2016 el ayuntamiento aprobó una medida de gobierno para dar un impulso a la restauración local, esta fue una de las primeras ideas consensuadas. Lo aplauden los diversos candidatos consultados, que casi siempre tienen una historia de tenacidad, superación o creatividad detrás. Angelina Rodríguez no solo sabe cocinar sino que despunta en aritmética tras nueve años modelando menús diarios de 9 euros (13, los domingos!!). Estar junto a un polígono implica muchos trabajadores con apetito y economía cronometrada, y también conquistar al vecino: “Hay que trabajar mucho para que salgan los números”, confiesa.

 Los argumentos de las nominaciones son variados. Al bar bodega Bartolí de Sants, le reconocen ser un referente del barrio pero difundir una comida casera de “altísima calidad”; al Sant Martí, en el Pont del Treball Digne, 11, el poderío de su surtido de tapas; al Mian, el encaje de la cocina china tradicional en pleno Eixample derecho; a La Riera, en Les Corts, su precocidad como vegetariano (1988) “referente del barrio” en comida sana y natural; al Sporting de Gràcia, familiar, su papel de núcelo social y el fomento de la interrelación entre entidades culturales.

La Cuineta de l'Angelina llena con sus menús diarios de 9 euros, y en Mala Hierba triunfan con sus platos, pese a vetar al refresco industrial

Las historias de unos y otros son dispares. El Mala Hierba, que no hace más que encajar elogios como secreto compartido, ha despuntado pese a estar escondido en el barrio de El Coll-La Teixonera. Roser Asensio venía del ámbito de las terapias naturales y su pareja de la hostelería. Aunaron intereses e ilusión en este local que se desmarca por una cocina aplaudida (de temporada y proximidad, de vegetales a carnes eco y pescados, con ingredientes de producción propia), donde no se despachan refrescos industriales y el agua es filtrada y gratuita. Su público es del barrio, de jóvenes a abuelos, pero el “boca a oreja” –sin más aditivos- les inyecta ya comensales de toda la ciudad y más allá.

En Bambarol (Santaló, 21), despegaron de forma impensable. Sus artífices, Ferran Maicas y Albert Ferrer, llegaban de cocinas ‘top’ –con estrellas Michelin- pero quisieron llevar esas técnicas a productos menos nobles “y acercarlas a lo mundano”, con precios para más públicos (desde unos 20 euros) en un tapeo de excepción. Su chispa hizo que sus primeras valoraciones en Tripadvisor fueran tan altas que les auparon un tiempo al primer puesto. Como el turista se rinde a esta ‘biblia’ de consejos, el local se llenó de viajeros y, de rebote, llamó la atención del cliente del barrio, que ahora lo ha conquistado, pese a su discreta puerta de entrada.

Esos encuentros

En el epicentro de Sants, L’Anxoveta da a sus parroquianos de sábado y domingo lo que antaño daba Jordi Ibáñez a quienes visitan la célebre bodeguita que copilotaba en la calle de Sagunt: vermuts para chuparse el palillo, pero también cocina casera catalana (que no falten los callos) todos los días. Es casi un rito pasarse por allí para abrir boca o para saciarse del todo.

Muy distinto es el caso de otro aspirante a premio. Con 25 años en la hostelería y medio mundo recorrido, Maria Rosa Barcia echó el ancla hace un año en un estupendo espacio de la calle de Diputació, 309, el Rosie’s Good Things, que ha dado calor a barrio. Ha dado en la diana del cliente familiar. Por la mañana se encuentran madres con sus bebés desayunando e interactuando, luego llegan los turistas en busca de un lunch, después oficinistas que quieren comer bien saludablemente -tiene un agradecido horno de leña no para pizzas-, y los niños y sus progenitores vuelven por la tarde para merendar con juegos, lectura y talleres en familia. La comida, como motor de actividad.