ENCUESTA MUNICIPAL

Los barceloneses que creen que la ciudad está llegando al límite de capacidad turística ya son mayoría

Turistas ante la Sagrada Familia.

Turistas ante la Sagrada Familia. / periodico

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Que el fenómeno turístico ha ganado impopularidad en los dos últimos años es un hecho irrebatible. Que la saturación en algunos barrios está complicando la vida a los barceloneses y afectando tanto a la convivencia como a los precios y a la vivienda, también. Pero el último sondeo sobre la percepción del turismo en Barcelona correspondiente al 2016 evidencia también la división de opiniones. Por primera vez la voz de los que creen que la ciudad está llegando a su límite de capacidad es mayoritaria, aunque casi empatada con los que creen que hay que ganar más turistas.

Destaca también la mayoría silenciosa de ciudadanos que dan su bendición al controvertido sector económico. La ciudad vive dos realidades: rechazo en los puntos calientes y tolerancia tanto sobre un hipotético crecimiento como sobre la oferta de alojamiento en buena parte del territorio.

El informe municipal anual se basa en encuestas a unos 5.000 residentes, cuyas gráficas evolutivas son reveladoras. Así, un 86,7% de los sondeados creen que el turismo es beneficioso para Barcelona, aunque el porcentaje está 9,4 puntos por debajo que hace cuatro años. La cifra del 2016 se asemeja a la del 2007. Más allá del volumen de viajeros, en momentos de bonanza o recuperación, los barceloneses son más críticos con el asunto, mientras que en los picos de la crisis creció el favor popular hacia esa fuente de ingresos.

La opinión favorable se impone con holgura en todos los distritos y hasta en barrios masificados, aunque en estos (Gòtic, Barceloneta o Vila de Gràcia), los que creen que el turismo no beneficia a Barcelona están por encima del 11% de media de críticos.

POLÍTICA DE FUTURO

A la hora de plantear la plantear la pregunta del millón, con dos respuestas literales, si la capital catalana "debe continuar atrayendo más turistas" o si "se está llegando al límite de la capacidad", los que opinan que el vaso está lleno y a punto de rebosar han sido mayoría por primera vez en el 2016 (48,9% frente a 47,5%), en una serie que arranca en el 2007. También en esa fecha las dos posiciones eran muy cercanas, mientras que en el 2012, en cambio, los que defendían más turismo llegaron a triplicar a los que no.

La división de opiniones, tan igualada, parte del lugar de residencia. A más congestión más rechazo, como explica el concejal de Turismo, Agustí Colom. Mirando al detalle las valoraciones, en los barrios con más iconos turísticos (todos los de Ciutat Vella, parte del Eixample, el Poblenou, el Poble Sec...) la idea de estar llegando al límite está generalizada, sobre todo para más del 70% de vecinos del Gòtic. En Les Corts, el resto de Sants-Montjuïc, Horta-Guinardó, Nou Barris (en especial), Sant Andreu y el resto de Sant Martí, se impone la opinión de los que creen que aún se puede crecer.

Esa misma brecha se produce al ser interrogados sobre si en sus barrios hay demasiados hoteles, albergues o pisos turísticos. La cuestión del alojamiento turístico ha sumado casi dos años de debate antes de la reciente aprobación del PEUAT que frena la oferta en el centro del territorio y limita el crecimiento en la periferia. Pero sorprendentemente, el 78,6% de encuestados no piensa que sobren camas turísticas, frente al 18,1% que cree que sí. Solo en el Raval, Gòtic, el Born, la Barceloneta y Poblenou ganan por goleada los segundos. 

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El encarecimiento o no del coste de vida como consecuencia del desembarco turístico es otro de los puntos que se han puesto sobre la mesa. Y de nuevo la percepción varía según si el afectado vive en el meollo del barrio de la Sagrada Família o en el núcleo de Sant Andreu. En todos los barrios del centro, más el del templo de Gaudí, Sant Antoni, la Salut, la Vila de Gràcia, la Vila Olímpica creen que sus precios se ven afectados. 

Pese a a todo, la opinión más extendida es que la gestión municipal del turismo es positiva (43,9%), frente al 23,6% que piensa que es negativa. Los más críticos hablan sobre todo de una mala gestión con pocos efectivos (14,2%), mientras un 12,9% cree que el problema es ser demasiado permisivo con los viajeros (ocho puntos menos que hace un año) y un 10,9% opina que no se fomenta el turismo de calidad, mientras otro 9,4% sostiene que no se fomenta lo suficiente el turismo, y un 7,1% alude a un exceso de visitantes.

Con este dictamen, Colom sentencia que hay "una necesidad de disminuir el impacto que genera en la ciudad el turismo". Defiende que el plan estratégico hasta el 2020 va en esa dirección, con objeto de "que los beneficios del sector irradien mejor hacia la ciudad". El retorno irá de la mano de la parte de tasa turística que obtiene el ayuntamiento, así como otras acciones enfocadas en la descentralización, la promoción de focos de interés alternativo y el control de la evolución de las camas turísticas. Aspectos cuyos efectos áun tardarán en notarse a pie de calle.  

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