BARCELONEANDO

Una lejana estancia en el CIE

Hamza Kouria, exinterno del CIE, y su esposa, Carmen, en Sabadell.

Hamza Kouria, exinterno del CIE, y su esposa, Carmen, en Sabadell. / periodico

Toni Sust

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Hamza Kouria salió una noche de principios del 2012 con Carmen Ruiz, entonces su novia, hoy su esposa. En la Zona Hermética de Sabadell, la ciudad en la que vivían y siguen residiendo, Hamza se metió en una pelea y acabó detenido. Su novia lo suponía en comisaría, pero ya estaba en el CIE, el centro de internamiento para extranjeros, situado en un rincón inhóspito de la Zona Franca de Barcelona. Los Mossos que lo detuvieron comprobaron que no tenía los papeles en regla, por lo que pasó a manos de la policía, que le comunicó que iba a ser trasladado temporalmente al CIE mientras se gestionaba su expulsión Marruecos.

"Los policías te decían: 'Aquel te ha llamado hijo de puta'. Cuando empezaba la pelea, venían con la porra"

Hamza Kouria

— Exinterno del CIE de Zona Franca

Hamza tenía entonces 20 años. Había llegado a España cinco años antes desde su localidad natal, Tetuán, con sus padres. Atravesaron la frontera como turistas y en Sabadell se quedaron. Hamza trabajaba en negro e iba tirando. Hasta que se encontró internado y con un pie fuera del país.

El 27 de marzo del mismo 2012, el fotógrafo Ferran Nadeu hacía fotos frente al CIE de la Zona Franca. El centro está situado en lo más parecido a Marte que haya en Barcelona: la calle E, número 40, entre naves industriales. Un lugar apartado del mundo habitado al que cualquier mafioso llevaría a un rival del que quisiera deshacerse. Una zona que conoce poca gente, entre la que destacan familiares de los internos y los activistas en pro del cierre del centro, una causa tradicionalmente minoritaria y por ahora claramente perdida. El ayuntamiento anunció la clausura del CIE con carácter terminante, pero por ahora sin lograr el efecto buscado: el centro sigue funcionando y, todo indica, a pleno rendimiento.

Ese día de marzo del 2012, Nadeu fotografió a un joven en chándal que salía de la instalación. Primero abrazó a Carmen y después a su tía. El segundo abrazo quedó reflejado en la foto, Carmen, unos metros a la izquierda de la imagen. Hamza salía de pasar 42 días en el CIE: el máximo es 60, si consumido ese tiempo no se ha completado la expulsión, el interno queda libre.

Dos llamadas

"Cuando entras, te dan la opción de hacer dos llamadas. Llamé a mi novia y a mi tía", cuenta Hamza. Para él, que no se había encontrado en una situación similar, fue impactante el ingreso. "Te asustas. Te encuentras gente de muchos países. Te meten en chabolas [celdas] de cuatro o de seis personas. A mí me tocó en una de cuatro, pero pedí el cambio porque tenía compañeros un poco liantes y me cambiaron".

"Era como en un colegio. Te vas acostumbrando. Pero es un sitio cerrado. Hay gente buena y gente mala. Conocí a uno que se había pasado cuatro años en la cárcel de Quatre Camins. El día que acabó su condena, la policía le esperaba en la puerta para llevarlo al CIE", prosigue Hamza, que recuerda cómo pagaba uno cualquier incidente.

El marroquí relata que algunos policías estimulaban el conflicto: "La gente está desesperada en el CIE, se pelea. Los policías te decían: 'Aquel te ha llamado hijo de puta'. Cuando empezaba la pelea, venían con la porra. Luego te metían en una celda solo. Si te peleabas, te tocaba celda individual. A mí me pegó un policía en las costillas. Vi muchos abusos".

Salida de madrugada

Hamza explica que había dos vuelos semanales a Marruecos. Y que siempre llamaban a los internos que iban a viajar a eso de las cuatro de la madrugada. "Los llamaban por el número. Allí siempre nos llamaban por el número. Los mandaban a ducharse. Y luego, a hacerse la bolsa". Vio muchas salidas de expulsados. Con 42 días en el centro, teniendo en cuenta que nadie supera el mes, eres un veterano.

"Pensé que no saldría del CIE. Ahora solo es un mal recuerdo del pasado porque contratamos una buena abogada"

Hamza Kouria

— Exinterno del CIE de Zona Franca

A Hamza lo salvaron sus planes de boda con Carmen. Por esa vía logró salir del CIE y regularizar su situación: "Desde que tengo papeles no me ha faltado trabajo", cuenta. Ahora está apuntado a una ETT. A veces le salen dos días de trabajo, a veces uno, a veces más. Tiene un hijo de seis años y en el barrio se encuentra con aquel amigo que sigue sin tener papeles y que regresó tras ser expulsado.

"Pensé que no saldría del CIE. Ahora solo es un mal recuerdo del pasado, pero porque nos íbamos a casar y porque contratamos a una buena abogada", cuenta Carmen. La foto de la pareja, hecha esta semana, es menos emotiva que la del 2012. Pero alivia más.