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Las anguilas remontan el Besòs

Desconcertaron a Aristóteles, volvieron loco a Freud, cruzan océanos para amar y ahora retornan a un río que debería ser canonizado, pues volvió de entre los muertos

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Carles Cols

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Que la presentación de un libro sea bajo un puente, en este caso el que une las dos ribas del Besòs a su paso por Santa Coloma de Gramenet, o sea, la antítesis de los de Madison, sugiere de entrada que a lo mejor se reeditan las obras más canallas de Charles Bukowski o que Javier Pérez Andújar se olvidó de contar un par de paseos más con su madre, aunque él es de un poco más debajo de ese mismo cauce, de Sant Adrià. Pero no. Es un libro sobre anguilas, que han regresado a esta cuenca, lo cual es un estupendo notición. No solo eso, remontan el cauce, como mínimo hasta Can Zam. Son un bioindicador de que la resurrección de este río, clínicamente muerto durante 30 años, que no es poco, va en serio. La presentación será el próximo domingo a la hora del vermut y, tal vez, algún lector pensará que y a mí qué, que son solo anguilas. Pero eso será porque no sabe que está frente a una bestia que desconcertó a Aristóteles, que volvió loco a Sigmund Freud, que como un Drácula es capaz cruzar un oceáno por una historia de amor y que, además, puestos a elegir un tálamo para la coyunda, elige el temible mar de los Sargazos, donde no es leyenda la existencia de barcos fantasma. Que superen eso los salmones si se atreven.

La odisea de las anguilas de Santa Coloma se presenta el domingo bajo el puente de la B-20, estupendo lugar sin duda para presentar un libro

El libro es un manual, pequeño en tamaño, notable en contenidos. Las autoras son las biólogas de la Universitat de Barcelona (UB) Dolors Vinyoles y Noëlle Fabre. Esta última, para esta misión editorial, se ha encargado además de las ilustraciones, que nada tienen que ver con los grabados de Ernst Haeckel, deliciosos, sino que son unas cachondas anguilas de trazo simple, porque el público al que va dirigido el libro son los preadolescentes y adolescentes de Santa Coloma de Gramenet, primero porque está bien que conozcan la fauna retornada a su ciudad, y, segundo, porque para adolescencia complicada la de las anguila, como se verá. A lo mejor así no se sienten tan raros.

Freud, antes de ser el sabio en boca de todos, tuvo un frustrante trabajo como investigador. Fue su etapa en Trieste, entonces ciudad del Imperior Austrohúngaro. Las anguilas eran un misterio desde tiempos de Aristóteles porque nadie las había visto nunca poner huevos y mucho menos fornicar. El filósofo griego sostenía, pues, que salían directamente de las entrañas de la Tierra, pero al doctor y tiempo después padre del psicoanálisis aquello le parecía una burrada y, como ya apuntaba maneras, se obsesionó en descubrir el pene de las anguilas. Diseccionó cientos de ellas. Fue un anguilicidio. Nada. Meses de trabajo para nada. Bueno, sí. A lo mejor vislumbró entonces la envidia del pene que le haría célebre.

A este pez del cretácico tal vez le debe el psicoanálisis freudiano mucho más de lo que sería razonable sospechar

Lo que no sabía Freud y que sí saben Vinyoles y Fabre es la peripecia de este pez cuyas raíces evolutivas hay que ir a buscarlas al cretácico. Tal y como cuentan estas biólogas, cuando dejan atrás la sabrosa fase de angula y crecen hasta ser anguilas son aún asexuadas. Están pendientes de una singular y bastante desconocida metamorfosis que vendrá más tarde y que hará de ellas hembras o machos. El mecanismo por el que eso sucede no está muy claro. Queda mucho por conocer

El caso es que en el Besòs colomense pasan esta fase de su vida preadolescente. Se sabe por la coloración, entre verde y amarilla. Entran por la desembocadura como pequeñas angulas y en el río pasan varios años de preadolescencia. Según la alcaldesa, Núria Parlon, no solo es una curiosidad saber que están ahí y con suerte verlas, sino que tienen algo de simbólico de hasta qué punto esta ciudad se merece un trofeo a la resiliencia, porque hace 50 años en las orillas del Besòs a su paso por Santa Coloma se cultivaban cotizadísimas fresas y hace 30 fue declarado el río más contaminado de Europa. Eso sí que era un horror, un horror, y no el río Congo de Conrad. Que ahora, con variedad de especies, aunque una par sean invasoras, vuelvan los peces (las primeras gambusias, para sorpresa general, fueron detectadas en el 2002) es un milagro fluvial por el que el Besòs merecería ser canonizado. Recuérdese sino lo que ha hecho este río, ¡ha resucitado!

La epopeya de las anguilas ya la contaron Vinyoles y Fabre el año pasado bajo el puente a los usuarios del parque fluvial y, según dicen, todo eran caras de asombro. No es para menos. Solo el sistema que emplean estas biólogas para capturar, medir y devolver al agua a las anguilas ya deja boquiabierto. El domingo, antes de la presentación, harán una exhibición. Realizan una calculadísima descarga eléctrica en el agua que, al parecer, invierte la polaridad con la que se orientan los peces. Total que, desnortados, cuando creen que huyen van y se meten en el zurrón. Después los anestesian, los miden, los pesan, no les hacen lo de Freud porque no merece la pena y los devuelven a la cuenca.

Tras una vida casta en el Besòs, la anguila emprende un viaje trasoceánico para copular y morir, quien sabe si como una versión marina del conde de Rochester

Desde la perspectiva del pez, todo aquello es poco menos que una abducción extraterrestre, pero es una nimiedad en comparación con lo que les espera más adelante, la conversión en una adulta anguila plateada y, en consecuencia, un despertar sexual que ríete tú de la anual orgía canibal de las sepias.

La cuestión es que cuando alcanzan la madurez las anguilas de los ríos europeos, Besòs incluido, se citan para amancebarse en el mar de los Sargazos, al noreste de las Bermudas, al otro lado del Atlántico, una difusa gran masa de agua de corrientes contradictorias que visitó Nemo gracias a la pluma de Julio Verne y que definió inquietantemente el escritor uruguayo Horacio Quiroga en un gran relato corto, Los buques suicidantes, donde describe ese extraño mar que ha perturbado a tantos marinos y donde, al parecer, más embarcaciones a la deriva y sin tripulación, barcos fantasmas, suma en el cuarderno de bitácora de la historia de la navegación.

Es en las profundidades de aquel mar donde, tras una travesía de más de 2.500 millas náuticas, se encuentran las anguilas para algo absolutamente incomprensible desde la perspectiva humana salvo que uno sea John Vilmot, conde de Rochester. Van allí para copular y morir. No hay un segundo viaje de de ida y vuelta, al menos que se sepa, pues no fue hasta hace un par de años que los científicos lograron colocar un geolocalizador a un grupos de anguilas en su viaje del Mediterráneo al Atlántico occidental. Si uno de aquellos ejemplares era un macho (de medida, más menudo que una hembra) se le puede imaginar en aquel placentero adiós a la vida como al citado conde inglés, un hombre al que el calificativo de lúbrico se le quedó siempre corto, que cuando vio venir a la parca le dirigió sus últimas palabras a su pene. “Dime, verga mía, ¿puede ser esto la muerte?”.

La población mundial de anguilas se ha reducido un 95%, así que su regreso al resucitado Besòs es ante todo una feliz noticia

Lo mejor y más asombroso de la vida de la anguila, sin embargo, está aún por llegar. Merecería sonar aquí Feel like going home, de Charlie Rich. Cada anguila hembra pone unos nueve millones de huevos, una cifra gigantesca, pero necesaria para garantizar la supervivencia de la especie.  Nacen en forma de larvas que durante sus tres primeros años de vida vagarán por el Atlántico, llevadas por las corrientes, hasta alcanzar de nuevo, entre otras costas, las del Mediterráneo, y, entre otras desembocaduras, la del Besòs.

Todo esto, contado así, parecerá fácil. Pero no lo es. La anguila es una especie amenazada. Amenazadísima. ¿Cuánto? Ha desaparecido un 95% de la población mundial de esta especie. Se dice pronto. Que las anguilas remonten de nuevo el Besòs es, queda claro, una feliz noticia.

"Vive rápido, muere joven y..."

<strong>‘La increíble aventura de las anguilas del río Besòs’</strong>, o sea, el libro, se presentará a las 13 horas en el parque fluvial de Santa Coloma. Lo dicho, bajo el puente. Pero para quienes tengan hambre, de saber más, no de desayunar, las actividades comienzan antes. A las 10.30, por ejemplo, está programada una sesión de pesca científica, incruenta, por supuesto. Será a cargo de profesionales, una buena oportunidad de saber más sobre esta singular criatura. Por ejemplo, y por dejar aquí constancia de una rareza más, ¿qué ocurre cuando una anguila no puede emigrar al Atlántico para la gran coyunda? A veces sucede. Un embalse insorteable puede tener la culpa. Pues que vive más allá de los 10 o 12 años previsto. Sobreviven decenas de años, 80 incluso, según algunos casos investigados. Pero con una castidad tal vez insorportable. "Vive rápido, muere joven y tendrás un bonito cadáver" , lema muy punki, seguro que sirve también para las anguilas.