TESTIMONIO EN UN CURSO DE SEGURIDAD VIAL

"A mi hijo no lo atropellaron; a mi hijo lo mataron"

El padre de un joven arrollado por dos motos relata ante un grupo de infractores la "cadena perpetua" que supone perder a un familiar

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Carlos Márquez Daniel

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Vicente tarda en empezar. Se mueve despacio y maneja los silencios como Cortázar los cuentos. Sabe bien cómo dejar una fuerte impronta en la audiencia. Cómo vestir un guión que amplifique su testimonio. Y no es que le haga demasiada falta adornar su relato, que es de los de agarrarse fuerte a la silla. Perdió a su hijo hace 22 años y 11 meses, y lo cuenta como si hubiera sucedido ayer. Porque así lo siente. "A Rubén no lo atropellaron; a Rubén lo mataron".  Ahí empezó su "cadena perpetua".

Vicente Sánchez es vicepresidente de la Asociación de Prevención de Accidentes de Tráfico y participa en el curso sustitutivo de multas de tráfico que cada mes organiza la Guardia Urbana de Barcelona. Le toca el último módulo, el de la visión de las víctimas, y será el que deje más aturdidos a los 'alumnos' que se ahorran la sanción a cambio de cinco horas de dura lección sobre seguridad vial. "Alguno de vosotros habrá enterrado a un abuelo y, si todo va bien, cuanto más tarde mejor, a los padres. Pero nadie está preparado para enterrar a su hijo. Desde que me pasó a mi, intento que ese goteo de gente que pasa a mi grupo sea cada vez más intermitente".

"Le pasó por encima"

Rubén tenía 16 años y era campeón de Catalunya de atletismo. Aquel domingo fue a entrenar porque se le echaba encima un campeonato de España. La familia vive en Sabadell pero tenía también una vivienda en Sant Quirze del Vallès, por donde pasa la carretera C-1413. "Es un trazado curvo, frecuentado por grupos de jóvenes que venían a pasarlo bien corriendo con las motos y los coches". Su edificio estaba en una evidente zona de riesgo, a la salida de una curva que solían tomar a gran velocidad. Rubén había vuelto a casa e iba a salir para ensayar una obra de teatro que preparaba con los amigos del grupo de 'boy scouts'. "Abrió la puerta y nos dijo que volvería a las nueve". Aquellos dos motoristas trazaron la curva en ese momento, a toda velocidad. Se pasaron de frenada y se llevaron por delante al chico. "Uno le golpeó y el otro le pasó por encima. El inicio de un drama eterno, de una cadena perpetua para toda la familia". 

"Él perdió la vida, nosotros la libertad. El tiempo no lo cura todo; el tiempo solo te acostumbra", relata este padre

"En aquellos cuatro kilómetros de ambulancia, junto a nuestro hijo, mi mujer y yo manteníamos un pequeño hilo de esperanza". Pero en el hospital, tras 15 o 20 minutos de espera, un médico salió al pasillo y les informó de que no se pudo hacer nada por salvarle. 

La clase pierde la respiración. Al fondo se ha unido un grupo de grafiteros que también pasan por un curso sustitutivo de sanciones. No comparten materia con los de tráfico, pero eso no les vendrá mal y les han metido en el aula. Incluso la 'alumna' que se ha tirado la clase entera haciendo dibujitos y mirando el móvil ha levantado la cabeza y atiende con atención. 

Un poco de Rubén

A Vicente y a su esposa les preguntaron por los órganos de su hijo. Lo poco que pudieron aprovechar lo cedieron sin dudarlo. Como las córneas. "Él perdió la vida y nosotros perdimos la libertad, pero algo queda por ahí de Rubén. Tenía proyectos, tenía derechos. Pero alguien lo condenó a muerte. El tiempo no lo cura todo, solo te acostumbra". 

El vicepresidente de APAT levanta la cabeza y se dirige a los asistentes, la mayoría, ciclistas. Les da las gracias por ir en bici por Barcelona, pero les reclama que ayuden a mejorar la convivencia en la calle. También se queja de que en los colegios no haya más formación sobre esta materia. Da forma a su lamento de una manera tan sutil como indiscutible: "Los jóvenes se van a encontrar más problemas de seguridad vial que de latín". Se acuerda también del atentado de la Rambla que se llevó por delante 15 vidas. "Aquello no se podía evitar, pero la mayoría de accidentes de tráfico, sí. Está en vuestras manos". 

Termina la charla. Se acerca a la pizarra un joven que conoció a Vicente en otra charla. Le abraza, emocionado. En el aula, varios ojos con tintineos. Mensaje recibido.