patrimonio artístico redescubierto

Halladas en Sant Martí siete cerámicas 'noucentistes' de Josep Aragay

El ayuntamiento compró a La Caixa un edificio en el 2016 y en un pasillo de acceso al lavabo descubrió las piezas

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Carles Cols

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Siete cerámicas noucentistes de Josep Aragay de las que se había perdido la pista desde los años 60 han sido halladas, lo que son las cosas, a la vista del público, en un pasillo de acceso a los lavabos de la que era la guardería infantil Pere Calafell, en el distrito de Sant Martí. Esto no ha sido la aventura de Heinrich Schliemann en busca de Troya, de acuerdo, pero el descubrimiento tiene su qué, sobre todo desde el punto de vista patrimonial. Hasta ha habido un conato de disputa por su propiedad.

Aragay no es hoy un capítulo preferente en los manuales de la historia del arte catalán, pero fue un artista respetado y un intelectual apasionado, muy tozudo en la defensa de que era el noucentisme y no el modernismo la corriente que mejor encajaba con la cultura catalana. Es un ceramista poco recordado por el gran público, aunque una de sus obras forma parte del paisaje urbano de Barcelona más entrañable. Es la decoración de la fuente de Santa Anna, en la calle de Cucurulla, allí donde el Portal de l’Àngel se bifurca en dos vías.

Un encargo de 1931

Las cerámicas ahora redescubiertas fueron encargadas a Aragay por la Caixa de Pensions per la Vellesa i d’Estalvi en 1931. Su destino inicial fue la sección infantil de un instituto antituberculoso que la caja de pensiones inaguró en el número 20 del paseo de Sant Joan, entonces llamado paseo de la República. Las piezas muestran siete escenas de juegos infantiles (salto de la comba, cometa, aro, fútbol…), tal vez como incentivo para acelerar la sanación de los enfermos del centro. El caso es que en los años 60, aquella entidad financiera antecesora de la actual La Caixa trasladó las cerámicas a otro de sus proyectos sociales, al número 184 de la calle de Andrade. Fue así, sin darle importancia a esa mudanza, como se perdió la pista de esta colección, sobre todo para disgusto del Museu Josep Aragay de Breda, el pueblo en que se refugió el artista cuando el clima de la dictadura de Primo de Rivera le aconsejó salir de la primera línea del debate público.

En el museo conservan los bocetos que Aragay realizó para componer esas siete cerámicas, de 12 baldosas cada una, pero esa no ha sido la pista fundamental para atar cabos. Ha sido todo más simple. Ha sido, sin ánimo de ofender, un poco como en un célebre gag de Faemino y Cansado, que en una de sus obras representan grandes momentos de la humanidad, pero de un modo antitético al de Stefan Zweig.

Javier Cansado anuncia que su compañero teatralizará el descubrimiento del océano Pacífico por parte de Vasco Núñez de Balboa. Entra Carlos Faemino como quien da un paseo. Alza la vista. Dice: “¡Oh!”. Termina el gag.

Firmadas

Más o menos, así fue. En el año 2016, el Ayuntamiento de Barcelona compró el edificio de la calle de Andrade a La Caixa, por 1,6 millones de euros. Era una guardería privada. Está pendiente de obras. Renacerá también como guardería infantil, pero esta vez pública. La cuestión es que alguien le prestó atención a las cerámicas. En la esquina inferior derecha de cada una de ellas se lee perfectamente el nombre del autor. Aragay. Probablemente, dijo ¡oh!.

Como explican el concejal Josep Maria Montaner y el presidente de la asociación de vecinos de Sant Martí, Toni Santos, fue necesario al menos confirmar de que se trataba de piezas originales y, por supuesto, comunicar la noticia al museo, lo que ha dado pie a que se prepare ya una pequeña muestra en la que se exhibirán tanto las cerámicas como los bocetos originales del artista. Pero, por el camino hubo que superar un intento de La Caixa de recuperar las piezas. No le fue posible porque el contrato de venta del inmueble dejaba bien claro que el ayuntamiento adquiría el edificio y todo su contenido.

Resuelto el misterio de las cerámicas de Aragay, en el mismo edificio Pere Calafell queda pendiente otra incógnita por despejar. Nada más cruzar el umbral de la puerta, el vestíbulo lo preside un mural también con motivos infantiles, cuya autoría se desconoce. Es, sin duda, una obra por encargo directo de La Caixa, pues los niños que ocupan el primer plano de la escena tienen como telón de fondo la antigua sede de esa caja de pensiones en la Via Laietana, el inconfundible y desconcertante edificio de estilo neogótico firmado por Enric Sagnier.