DEBATE SOBRE EL MODELO DE CIUDAD

Los cuatro turistas de la Guineueta

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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La Guineueta tiene unos parques maravillosos y un mercado estupendorecién reformado, obra del arquitecto Daniel Mòdol. Está a escasos 20 minutos del supuesto centro de Barcelona y a un suspiro de Collserola. El barrio besa la Ronda de Dalt, así que es ideal para moverse por el área metropolitana o para ir y venir del aeropuerto. Qué buen lugar para hablar de la descentralización del turismo en la capital catalana, algo que está en boca de los políticos pero que genera urticaria en los profesionales del alojamiento y la restauración. En la Guineueta, a pesar de sus aparentes credenciales, solo 'caben' cuatro forasteros, los que alberga Carlos Escrig en su piso turístico, el único declarado como tal en el barrio. Hay barrios en los que no hay ni eso, y quizás por ello valga la pena detenerse en este pequeño oasis de Nou Barris, para entender por qué alguien pensó que sería una buena idea.

El suyo es un apartamento con historia. Lo compró en el 2005 y tardó casi tres años en conseguir el cambio de uso, en lograr que aquellos bajos de 56 metros cuadrados pudieran ser una vivienda. Fue su hogar algunos años, hasta que en el 2012 adquirió la licencia para cobijar a visitantes por días. Primero lo explotó mediante una agencia, pero llegaron a sisarle el 50% de las ganancias, así que decidió gestionarlo él mismo a través de la web Airbnb, que se queda el 3% de su negociado. 

FAMILIAS O AMIGOS VETERANOS

Dice que tiene una ocupación media del 70% y que sus clientes suelen ser familias o grupos de amigos pero ya de cierta edad, de 30 años para arriba. "Alguna vez me han comentado que estaba algo lejos del centro, pero cuando piensan en cualquier otra ciudad, llegan a la conclusión de que 20 minutos en metro no es nada". El piso le renta el triple de lo que podría sacar si lo alquilara a largo plazo. Pero son ganancias en bruto, engañosas. Hay que restar las reparaciones y la limpieza, y aunque sale a cuenta, no es un fortunón. 

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Su experiencia le dice que Barcelona podría plantearse sin problemas "repartir más y mejor la oferta de alojamiento". Porque hay turistas a los que les gusta tener la sensación de estar alejados del epicentro. Son forasteros quizá más caseros, menos dados a las aglomeraciones. ¿Quién no conoce alguien que encaje en ese perfil? Esos son precisamente los que recalan en casa de Carlos. 

EL CENTRO, UN ESCAPARATE

Y no solo de tranquilidad vive su piso. También del extranjero "al que le gusta lo auténtico", sin trampa ni cartón. "Y eso -sostiene- es algo que no se puede encontrar en el paseo de Gràcia o en la Rambla porque se han convertido en calles con comercios y restaurantes iguales a los que uno puede encontrar en otras grandes ciudades". En la Guineueta reina la señora con el carrito, el jubilado en el banco, la mujer que apura el sol en un lugar sin viento, los jóvenes que hacen de la calle su patio. "Ser auténticos es un valor que yo puedo vender, mientras que el centro no es más que un escaparate", remacha. Aquí, apariencias las justas. En el mercado, tanto en la pescadería como en la carnicería se ríen cuando el periodista pregunta si han visto algún turista recientemente. 

Carlos es consciente de que su piso tiene fecha de caducidad "porque el lobi hotelero es muy poderoso". Por eso ha puesto el piso a la venta, y al parecer, los chinos y los rusos son los que más se han interesado. De momento, nadie le ofrece lo que pide. Si cierra la venta, le gustaría irse a Mallorca, para dedicarse a lo suyo, la producción y realización de documentales. Y a buscar una casa entera para dedicarla al turismo. Porque en el fondo, le ha cogido gusto a lo de ser anfitrión.