BARCELONEANDO

Tienes una carta de La Vida en el buzón

Esquinas Rojas es una organización "que solo pretende alegrar el día a alguien", resume. Lleva tres años enviando cartas de optimismo a mano y de manera gratuita

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Ana Sánchez

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Abres el buzón y entre las facturas hoy te encuentras un sobre escrito a mano. Por un momento te sientes en la nómina de Bárcenas. Coges el sobre al trasluz a lo Rey León, lo escudriñas con ojos de CSI. Parece una carta, de las de antes, de esas de boli y paciencia. Buscas el remite con emoción nerviosa, como si tuvieras enfrente a la Gemio en Hay una carta para ti. “Esquinas Rojas”, pone. Es bastante literal: el sobre tiene las esquinas coloreadas, igual que la carta de dentro, descubrirás en cuanto la abras. Como diría Matías Prats: “Sobre-cogedor”. Quien firma la carta es “La Vida”.

Si se teclea “Esquinas Rojas” en Google, aparecerá una organización “que solo pretende alegrar el día a alguien”, resume en su web. “Escribimos cartas de optimismo a cualquier persona –se ofrecen-, en cualquier parte del mundo, en cualquier idioma, de manera totalmente gratuita”. ¿Por qué tienen las esquinas rojas? Para remarcar que tu destino está a la vuelta de la esquina. “Queremos enfatizar las esquinas de nuestras cartas como una metáfora de la frase –justifican-. Nos gusta creer que puedan llegar a ser esa ‘esquina’, ese punto de inflexión en la vida de alguien”. Esa sería su misión: “Sorprender, alegrar y motivar de manera inesperada”. “Yo creo que le falta eso al mundo: alegría y empatía -detalla Jaime-. Tantas cosas se arreglarían con un poco de empatía".

Cualquiera puede encargar una carta de ánimo de La Vida. Solo hay que mandar a Esquinas Rojas el nombre, la dirección y los motivos

Jaime Rodríguez, se llama, pero se presenta como Pollo. Así lo rebautizó un profesor cuando de pequeño lo pelaron como a uno. 34 años, acento mexicano. Se da por hecho que es de los que toman cartas en los asuntos. Lleva ocho años en Barcelona, casi tres escribiendo cartas a mano a desconocidos. Habrá enviado un centenar en ocho idiomas. A Tailandia, Jamaica, Ghana. Tiene un mapa con chinchetas en 18 países. 

Cualquiera puede encargar una carta para alguien. Solo hay que mandar un mail (peticiones@esquinasrojas.org) o un mensaje por Facebook con el nombre, la dirección y los motivos, “por cuidar lo que se dice”, señala Pollo. “A partir de ahí, todo el equipo se pone en marcha”, se ríe. Todo el equipo es básicamente él, por mucho que hable en plural. 

Todas las cartas son diferentes. Tienen en común las esquinas rojas, que se escriben a mano y que terminan con la misma frase: “Sé una persona positiva. No parece útil ser otra cosa”. Es de Churchill. Y firma: “Cordialmente, La Vida”. “Porque cordialmente quiere decir de corazón”.

No hay referencias religiosas, ni publicitarias, ni políticas, ni de empowerment. Nada de “tú eres el mejor”. “Si te lo crees y luego te das cuenta de que no eres el mejor, te puedes llevar un problemón –explica Pollo-. Se trata de animarte, pero no a través de falsas expectativas”.

"Un pequeño tesoro"

¿Por qué le piden cartas? Por gratitud, porque el destinatario lo está pasando mal, o porque sí, porque es buena persona y le gustaría que La Vida se lo dijera. Han recibido cartas un chico que perdió 10 kilos, uno con cáncer, una abuela que siempre preguntaba al cartero si le traía cartas de amor, una pareja a la que mataron a su hija. Hoy le toca a Alexis. La carta va a Tenerife. Una chica quiere agradecerle que la ayudara cuando llegó a la isla. “Sigue sonriendo a la gente –le escribe La Vida-. Motiva a los que te rodean”.

“Yo me puse un poco nerviosa”, confiesa Yolanda. Ella recibió una carta el año pasado, justo cuando cambiaba de trabajo. “Lo agradecí”, recuerda. Y la guardó “como un pequeño tesoro”, dice. “La he leído varias veces. Es como si te dijeran: 'Venga, adelante, estás en el buen camino'”.

Una ONF: Organización No Familiar

Esquinas Rojas no es una ONG (Organización No Gubernamental), sino una ONF: “Organización No Familiar”, apunta su ideólogo. El objetivo no es reemplazar a un gobierno, sino a la familia. “Trata de arropar a esa persona –explica-. Apapapacharte, que se dice en México”.

“Todo lo que ves aquí son donaciones”, Pollo enseña una caja. Hay sobres de una empresa que quebró, sellos de los dos reyes (el emérito, por cierto, vale solo 1 céntimo), folios, bolis, una hucha con forma de buzón. A veces le mandan sobres con dinero (tipo abuela, no Bárcenas). En la hucha hay 8 euros y poco.

“Siempre me ha gustado la magia de la vida –apunta Pollo-. Cuando suceden cosas que dices: ‘Qué casualidad’. O cuando te hacen sonreír por la calle”. Él es de los que mira el cartelito de la solapa de los cajeros del súper. “¿Qué tal, Silvia?, ¿cómo estás?”, pregunta por el nombre. “La gente normalmente se paraliza”.