EVOCADOR PERO DISCRETO MONUMENTO DE HOMENAJEA AL AUTOR DE SINERA

Espriu 'surca' sus Jardinets con la no escultura de Amat

Frederic Amat, su 'Solc' y el obelisco al fondo, ayer, en los Jardinets.

Frederic Amat, su 'Solc' y el obelisco al fondo, ayer, en los Jardinets.

RAMON COMORERA
BARCELONA

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Los populares Jardinets de Gràcia, en realidad Jardins de Salvador Espriu, son más del poeta, más republicanos y más de Barcelona que nunca. El fecundo y oportuno año sobre el creador de la mítica Sinera en el centenario de su nacimiento culmina con la instalación de una enorme, aunque bien discreta, no escultura de Frederic Amat. La obra se extiende por esa amplia y ahora ya remozada rambla que encabeza el paseo de Gràcia, vía donde ahora ha empezado la reforma. El monumento es exactamente una huella, una sombra, en relieve negativo, del inmediato obelisco de la Diagonal, doblemente republicano: por recordar --a pesar de la advenediza irrupción en el nomenclátor como plaza de Joan Carles I-- a Francesc Pi i Margall, presidente de la Primera República española en 1873, y por su erección en 1936. Una nutrida presencia cultural y política dio ayer por estrenado ese evocador surco de recio acero negro espriuano sobre un césped de un verde increíble.

Los 15 metros de cubeta yacente, talmente como la huella de un hipotético impacto del pétreo ciprés caído, y a modo de estilizada barca rumbo al reverso de Arenys (de Mar), o tal vez de alargado y perturbador espacio funerario, todo tan propio del verbo del autor, sorprendieron en seguida desde su simplicidad a los transeúntes. Eso sí, a los que ascendían, con dudas sobre la legalidad de sus pasos, a la colina verde, pues la creación semienterrada de Amat solo se ve en conjunto y con pleno sentido desde la mullida cercanía no desde el lejano pavimento.

«Brilla, dins l'únic / coneixement del negre / l'or del meu somni», de Per al llibre de Salms d'aquests vells cecs (1967), son los rotundos y genuinos versos que anuncian o sugieren desde un lateral la nueva escultura, una obra que ha costado al ayuntamiento 175.000 euros.

DIÁLOGO / Con este monumento lineal a Espriu, que habla a distancia con el obelisco republicano, la lengua catalana se convierte en hegemónica en los Jardinets. A poca distancia brilla otro homenaje, en este caso al forjador del catalán normativo. En grandes letras metálicas se lee «Barcelona a Pompeu Fabra» al lado mismo del relieve escultórico La lectura (1948) de J. Clarà. Y como no hay dos sin tres, al veterano obelisco y a su nueva huella se suma unos metros más allá otro simbólico ciprés, este totalmente efímero: el restaurado surtidor de la fuente que cierra los jardines por el norte.