Premios Ciutat de Barcelona: de Sindihogar a un 'goya'

La filósofa Marina Garcés tiene la capacidad de síntesis necesaria tanto para escribir un libro tan escueto y esencial como ‘Nova il.lustració radical’, con sus 73 páginas, como para definir en pocas palabras, cuando le ha llegado el turno como decimonovena y última galardonada de los premios Ciutat de Barcelona, el ceremonioso acto de entrega de los galardones en el Saló de Cent. Por un lado, “un acto que puede hacer recordar una inacabable fiesta de final de curso”. Con 19 premios, discurso de la alcaldesa, iluminación prólogo del Festival de la Llum, baile del águila e interludios al piano, más inocuos que los padrenuestros de ediciones anteriores. Por el otro, un festival de descubrimientos de muestras a veces insospechadas del talento que anida en la ciudad.   

“Aprendiendo, descubriendo tantas cosas que se hacen en nuestras ciudades, quizá tendríamos otra esperanza en los tiempos tan oscuros que estamos viviendo. No sabemos mucho, de vivir juntos, sino que a menudo nos tenemos miedo”, ha dicho Garcés. “Somos diferentes y tenemos que estar orgullosos y felices de nuestras diferencias”, añade Ada Colau.

Carla Simón ha pasado por las alfombras rojas de 'goyas' y gaudís'. Elizabeth Romero y María Ojo, por las movilizaciones de las empleadas del hogar

Tan diferentes (y tan dignos de descubrir) como Carla Simon, que ha pasado de las galas de los Goya y los Gaudí por su ‘Estiu 1993’ a recibir el Ciutat de Barcelona de Audiovisuales (aunque recordemos que se trata de "una película pequeña que el público ha hecho grande"), como, a su lado, Elizabeth Romero y María Ojo, que han pasado de las manifestaciones de trabajadoras del hogar y el cuidado y las clases en la Escola de la Dona a recoger en nombre de Sindihogar/Sindillar el Ciutat de Barcelona de Educación. Que por cierto, también se podría comparar la fiesta con la gala de los 'goya', pero sin chistes.

Signo de los aires que corren en la Casa Gran (aunque se ha de recordar que los jurados, independientes, los escoge el independiente Consell de Cultura), los proyectos ciudadanos y participativos cunden entre los premiados: la experiencia de ciencia ciudadana Mosquito Alert, la rehabilitación de la cooperativa Lleialtat Santsenca por el estudio Harquitectes, premio de Arquitectura al que no acudió el presidente de la cooperativa porque tenía actividades cooperativistas, el proyecto de redefinición de los espacios escolares ‘Hack the School’, un Ciutat de Barcelona de Disseny a una manifestación, según la directora de la Fundació Bofill Isabel Vilaseca, de la “primavera de renovación educativa” que estamos viviendo…  También apuestas contracorriente, como la revista ‘5W’ en la categoría de medios de comunicación, la monumental y aún inédita tesis doctoral sobre las murallas romanas de Barcelona de Alessandro Ravotto,  o, el literatura catalana, el ‘montypitonesco’ ‘Aventures i desventures de l’insòlit i admirable Joan Orpí, conquistador i fundador de la Nova Catalunya’, de Max Besora. Todos ellos, sí, merecen el descubrimiento del que hablaba momentos después Garcés.

Triunfan los proyectos participativos: Mosquito Alert, la Lleialtat Santsenca, Hack the School...

Uno puede ser suspicaz y pensar que gestos como el lazo amarillo del balcón del ayuntamiento o el próximo acto dedicado a las familias de los políticos presos pueden responden tanto o más al convencimiento de los Comuns como a la necesidad de templar gaitas con los grupos municipales independentistas en un consistorio sin mayoría. Pero no hace falta que pidan satisfacciones un Trias o un Bosch para que un acto público en el Saló de Cent se llene espontáneamente de reivindicación.

Desde el lamento de Colau por un 155 que mantiene “intervenida y usurpada” la Generalitat y encarceladas “a personas de las que se puede discrepar profundamente pero que no han de estar en la prisión porque no han cometido ningún acto violento” a la comparación con los bombardeos de 1938 de la Associació de Festes de la Plaça Nova, la “justicia al servicio de los más fuertes” en ‘Els dimonis de Loudun’ a la que aludió la traductora de este libro de Aldous Huxley, Dolors Udina, el recuerdo emocionado a Jordi Sánchez de su sucesora al frente de la Fundació Jaume Bofill, Isabel Vilaseca, o el miedo que nos hace construir cárceles, "y no es metáfora", al que ha aludido, de nuevo Marina Garcés.