BARCELONEANDO

¡Elvis vive! (en les Corts)

Helena García Castaño y Joaquín Luque, en el 99% Motobar.

Helena García Castaño y Joaquín Luque, en el 99% Motobar. / MAITE CRUZ

Ramón de España

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El pasado sábado actuaron en la sala Luz de Gas tres gloriosos supervivientes del grupo que acompañó en directo a Elvis Presley durante los años 70, hasta la patética muerte del artista en un retrete de su mansión en el estado de Tennessee, Graceland. Se trataba del guitarrista James Burton, el teclista Glen D. Hardin y el batería Ronnie Tutt. Completaban el combo -que se hace llamar TCB (siglas de Taking Care of Businees; o sea, los que se ocupan del negocio)- unos cuantos músicos más jóvenes y un cantante guapetón y con cara de buen chico del Medio Oeste que atiende por Dennis Jale (aunque es austríaco y su auténtico nombre es Rainer-Dietfried Kaspar). El concierto, ¿para qué les voy a engañar?, me la pelaba, pero no así los organizadores del evento, los mandamases del club Elvis de España, cuya sede central está en Barcelona.

A mí me gusta Elvis en todas sus épocas, aunque siento cierta predilección por su muy majareta etapa final, cuando se presentaba sin avisar en la Casa Blanca para pedirle a Nixon un carnet de agente especial del FBI con el que poder dedicarse a detener narcotraficantes en compañía de la llamada Memphis Mafia, que eran los gorrones que vivían a su costa en Graceland y que compartían con él su estricta dieta a base de comida basura y pastillas recreativas de todo tipo. Y como siempre es un placer hablar de Elvis -y cada vez hay menos gente con la que hacerlo-, quedé en un bar de la calle Joan Güell, detrás de El Corte Inglés de la Diagonal, que el club Elvis utiliza como centro de reunión y de eventos varios, con el presidente, Joaquín Luque, y una especie de portavoz encantadora llamada Helena García Castaño.

El club que rinde culto al Rey tiene 800 miembros. Su presidente, Joaquín Luque, tenía seis años cuando Elvis murió

El 99% Motobar es un local de aire rockabilly cuya terraza suele estar llena de moteros: no en vano hay un concesionario de Harley Davidson justo al lado. Joaquín tenía seis años cuando murió el Rey, y Helena ni siquiera había nacido. ¿De dónde venía ese amor por el glorioso fiambre? “Bueno”, dijo Helena, “mi madre era de Jaén”. Hizo una pausa y yo me quedé pensando qué tendría que ver Andalucía con Elvis. Siguió Helena: “Durante los viajes en coche de siete u ocho horas entre Barcelona y Jaén, mi padre solo ponía casetes de Elvis. Yo no sabía quién era, pero me encantaba. Y así empezó todo”. Joaquín no disfrutó de esa influencia paterna, aunque sus progenitores también son andaluces, y no le debe a nadie ese flechazo con Elvis que no tiene pinta de acabar jamás.

“El club nació en Badalona”, me cuenta, “hacia 1991. Luego se trasladó a Barcelona y yo alcancé la presidencia en 1996. Hay otras sedes repartidas por España, en Madrid, Valencia….La de Valladolid celebra un festival anual con grupos de homenaje... Tenemos unos 800 socios, que abonan 25 euros al año y a cambio reciben una revista trimestral y algunos discos con rarezas de Elvis. Evidentemente, el club de Londres es mucho más potente. Y en Dinamarca hay un culto monumental: hasta han construido una replica de Graceland, pero más grande, en un sitio llamado Randers. Por no hablar de lo de Japón, que ya es la hostia….”

Viajes a Graceland

Joaquín ha estado seis veces en Graceland, donde se celebra la Elvis Week cada año en torno a la fecha del fallecimiento del Rey, el 16 de agosto de 1977. Helena todavía no se ha apuntado a ninguno de esos viajes que organiza el club y que incluyen un paseo por Memphis, una visita a la sede de Sun Records y una excursión al pueblo donde nació Elvis, Tupelo, donde se erige una réplica de la humilde casita en la que el Rey pasó su infancia. Eso sí, “en mi boda actuó un grupo que cantaba el repertorio de Elvis, aunque muy poca gente se lanzó a bailar al oír las canciones. Solo se pusieron a bailar en masa cuando sonó el 'Despacito'. Qué asco, ¿no?”

Cuando ambos desaparecen un rato para ser inmortalizados por la fotógrafa de este diario, me quedo escuchando la conversación de los moteros más cercanos hasta que escucho nítidamente las primeras estrofas del clásico de Elvis Devil 'Devil in disguise'. Buscando el origen de la música, miro la silla vacía de mi izquierda y compruebo que 'Devil in disguise' sale del bolso de Helena, que la tiene como tono de llamada. Si eso no es querer a Elvis, que baje el coronel Parker -un holandés cantamañanas que ni era coronel ni se llamaba Parker- y lo vea.