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Einstein estuvo aquí

La Fundació Catalana de la Recerca desarrolla una aplicación de realidad aumentada que sigue los pasos del padre de la teoría de la relatividad cuando hace 90 años visitó una semana Barcelona

Tradición y modernidad 8 Einstein, en una muestra sardanista, en Barcelona.

Tradición y modernidad 8 Einstein, en una muestra sardanista, en Barcelona.

EL PERIÓDICO
BARCELONA

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Albert Einstein llegó a Barcelona el 22 de febrero de 1923 como un sabio que llega a Calabuch. La leyenda cuenta que por un error de comunicación nadie fue a recibirle a la estación de tren. Total, que quien entonces ya era uno de los hombres más célebres del mundo se alojó en la modesta pensión Las Cuatro Naciones hasta que el dueño reparó en que aquel cliente era el científico al que dos años antes le concedieron el Nobel de Física por el estudio del efecto fotoeléctrico, y no en cambio por la teoría de la relatividad, porque en la Academia Sueca no tenían muy claro que esto de que el tiempo y el espacio dependen de la velocidad del observador fuera muy en serio. No se cumple ningún aniversario de aquella visita, pero viene al caso porque la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundació Catalana de la Recerca acaban de lanzar una aplicación de realidad aumentada (sí, el nombre jamás dejará de sonar rimbombante) para seguir los pasos de Einstein en aquella semana que pasó en la ciudad.

El ingenio funciona a través de una 'app' gratuita, Layar, más el simple gesto de leer con la cámara del teléfono una postal que recrea el mapa de la ruta einsteiniana por Barcelona. Merece la pena sumergirse en aquella historia, pues cuando hace 90 años Einstein recaló en la ciudad era célebre y tremendamente controvertido, una Miley Cyrus de la ciencia. Hasta posaba para la foto con la lengua fuera como la exHannah Montana, pero sin morbo.

Seguimiento de la prensa

La prensa de la época dedicó un generoso seguimiento a la visita y, además, acorde con la pasión con la que en el resto del mundo se discutían sus revolucionarias aportaciones a la física, no faltó una buena exhibición de escepticismo, como por ejemplo la que mostró el científico de cabecera de 'La Vanguardia', José Comas Solà, en absoluto un mindundis, pues hasta tiene dedicado un cráter en Marte. Predijo Comas Solà en un extenso artículo publicado el 14 de marzo de 1923 que esto de la teoría de la relatividad no sería más que una moda pasajera que pronto se olvidaría.

Este tipo de pronósticos a toro pasado suelen ser muy graciosos. «No sabe cantar. No sabe actuar. Se está quedando calvo. Baila un poco», dijo la RKO tras presentarse Fred Astaire a una a unas pruebas, también por aquella misma época. Lo de Einstein era igual, pero a la velocidad de la luz. En la Alemania de 1931, ya inmersa en el nazismo, llegó a publicarse un libro, 'Cien autores en contra de Einstein', jamás traducido pero aún localizable a través de internet, en el que un centenar de científicos ridiculizaban las conclusiones a las que llegó el hombre que revisó las enseñanzas de Newton. Era un personaje, además, fascinante. Su teoría de la relatividad no la formuló desde una cátedra académica, sino como funcionario en el servicio de patentes de Berna. (Franz Kafka y Jorge Luis Borges también tuvieron momentos de explosiva creatividad como funcionarios, lo cual, al margen de que sea motivo de un debate diferente, invita a reflexionar desde una perspectiva distinta sobre las consecuencias de los recortes en la función pública).

El caso, en definitiva, es que el Einstein que visitó Barcelona era una celebridad en plena gira mundial. Pronunció cuatro conferencias (el auditorio pocas veces comprendió lo que explicaba), asistió a una exhibición sardanista en la Escuela Industrial, navegó en canoa por el puerto, firmó autógrafos en los menús de una cena en su honor y se tomó un café con leche en la Rambla. Esos y más detalles son los que es posible explorar a través de la 'app' 'Einstein a Barcelona' y, por si queda hambre por saber, merece la pena el valioso trabajo de documentación disponible en www.fundaciorecerca.cat/einstein. En el subapartado dedicado a la hemeroteca de 1923, es un placer la lectura de una pieza satírica en la que 'L'Esquella de la Torratxa' dio un contrapunto oportuno a lo ocurrido aquellos días de febrero, en los que como presidente de la Mancomunitat, Josep Puig Cadafalch acompañó a Einstein durante parte de su visita. Para 'L'Esquella', Einstein era «un perfecto regionalista, una suerte de Cambó de las matemáticas», pues en opinión del ácido articulista, la Liga Regionalista se le había adelantado al físico alemán en esto de lograr que líneas política paralelas y en principio incompatibles coincidieran en un mismo punto, y en demostrar que «no existen ni el tiempo ni el espacio», que no hay que dar más importancia «a Montserrat que a Covadonga». Y la crónica proseguía: «Einstein viene de Japón y se volverá a marchar, pero ni en oriente ni en occidente encontrará una tierra como esta de Catalunya, donde sus teorías sean más sentidas. Catalunya es la tierra de la relatividad. Los catalanes estamos por lo relativo, exceptuando a los de Macià, que están por el todo o nada».

En cierto modo podría afirmarse que, pasados 90 años, la política catalana se ha vuelto más de matemáticas clásicas, de diagramas de Venn Euler, de conjuntos disjuntos y unitarios, pero esa sí que es realmente una cuestión muy distinta, muy poco Einstein.