EL ROEDOR REPULSIVO EN LA CULTURA

Queremos tanto a las ratas

Desde 'El flautista de Hamelin' hasta Banksy las ratas siempre han formado parte del imaginario y la producción cultural

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Mauricio Bernal

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Hay animales culturalmente insignificantes y animales con una poderosa carga cultural, que son símbolo de algo o de varias cosas a la vez, y que siempre son susceptibles de conjugar en una metáfora, como la rata. No queremos un mundo sin ratas. ¿Quién se haría cargo de ese imaginario? La rata es sucia, subterránea, la rata se desliza arteramente por el suelo, es ladina, traicionera, tiene los dientes largos. Ser una rata es pertenecer a la peor especie. No hay muchos animales con tanta carga cultural, y además negativa. Al menos en Occidente. Es un trabajo sucio y la rata parece nacida para hacerlo. O eso nos parece ahora, al menos.

No hay muchos animales con tanta carga cultural, y además negativa

La pésima fama de la rata ya viene consignada en el libro del Levítico, en un versículo que según la versión disponible reza más o menos así: "Y de los animales que se arrastran sobre la Tierra, estos serán inmundos para vosotros: el topo, la rata y el lagarto según sus especies" (las otras versiones mencionan comadrejas, tortugas, ratones y ranas). De modo que ya tenía esa etiqueta, la de animal inmundo, cuando se expandió la peste bubónica por Europa, en el siglo XIV, y mató a un tercio de la población. ¿De quién fue la culpa? De la rata. A pesar de los estudios revisionistas que la absolvieron a posteriori, aquello quedó instalado en el imaginario europeo.

Vocación cultural

Un animal con tanto significado está irremediablemente destinado a tener una vocación cultural. Dicho de otro modo: es una herramienta narrativa. Desde el cuento que todo ciudadano occidental tiene en mente porque se lo leyeron o hicieron leer de niño, en el que un forastero libra al pueblo de Hamelin de una plaga de ratas con el poder de su flauta, hasta la obra del artista urbano de nuestro tiempo Banksy que ha hecho de las ratas un 'leit motiv' porque dice que son como los grafiteros: perseguidas, despreciadas y huidizas. "Si eres cochino, insignificante y odiado, entonces las ratas son el máximo ejemplo a seguir", escribe el propio artista. El británico sigue las huellas del parisino Blek le Rat (Blek el Rata), un pionero del arte urbano que en los años 80 llenó de ratas su ciudad natal.

El artista urbano parisino Blek le Rat llenó de ratas su ciudad natal en los 80

Se puede trazar una línea entre quienes emplean el elemento narrativo 'rata' para perpetuar el estereotipo y los que destrozan el estereotipo. 'El flautista de Hamelin' pertenece al primer grupo: las ratas son una plaga y acaban ahogadas en el río. ‘Ratatouille’, que es más reciente y probablemente goza de la misma popularidad –o más– desarbola el cliché: la rata –Remy– es simpática, incomprendida, gourmet. La rata quiere ser amiga de los hombres, ‘uno de los nuestros’. Más o menos la misma estirpe a la que pertenece Firmin, la rata que nace en los laberintos de Libros Pembroke y se cría como una intelectual en la novela del mismo nombre de Sam Savage, éxito de ventas hace unos años. Según ‘Firmin’ y ‘Ratatouille’, cuando las ratas hablan es para decir cosas interesantes. Dan ganas de salir a la calle a hablar con una.

Hay una rata peluda en mi boca

A su manera, el espectáculo que la compañía circense Le Cirque Aligre trajo en 1981 a Barcelona se inscribe en esta tradición. En escena, Branlotín Dromesko, más conocido como 'Branlo', hacía saltar a ratas amaestradas por arcos flamígeros, las ponía a hacer equilibrios sobre la cuerda floja y se metía una en la boca, como el domador de leones cuando se mete en la boca del león pero al revés. No eran ratoncitos blancos y bellos de laboratorio: eran ratas grises y peludas. Años después, en el 2006, Branlo volvió con sus ratas al festival Trapezi de Reus. "Es un animal mítico –declaró entonces–. Me gustan. Son valientes y adaptables". Luego explicaba que nadie se podía fiar de las ratas salvajes, solo de las que habían sido criadas en cautividad, y eso solo a partir de la tercera o cuarta generación.

'Las ratas' son de Delibes, y 'El policía de las ratas', de Bolaño

Hay ratas por todas partes. No es necesario mencionarlas todas. Van Gogh pintó un ‘Dos ratas’ que es un homenaje al cliché: oscuras y mirando recelosas al espectador. En ‘Rat in my kitchen’ (Rata en mi cocina), UB40 se preguntaba: "Hay una rata en mi cocina, ¿qué voy a hacer?", haciendo música del peor drama doméstico imaginable, y poniendo a la rata en su sitio habitual, de asqueroso incordio. En ratas se convierte el Drácula de Francis Ford Coppola cuando es asediado por el profesor Van Helsing, rata es el maestro Splinter de las Tortugas Ninja y ratas topo mutantes son las criaturas de 'Fallout', el videojuego, nicho cultural que también saca jugo al cliché. ‘Las ratas’ son de Delibes, y ‘El policía de las ratas’, de Bolaño. No queremos un mundo sin ratas.

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