LARGO CONFLICTO EN UNA FINCA EN SANTS

El desalojo del símbolo okupa Can Vies termina con disturbios

Varios mossos intentan desmantelar uno de los puntos de resistencia, ayer, en la azotea de Can Vies.

Varios mossos intentan desmantelar uno de los puntos de resistencia, ayer, en la azotea de Can Vies.

CARLOS MÁRQUEZ / ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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La protesta contra el desalojo y el derribo del centro social Can Vies, en Sants, ocupado en 1997 por vecinos del barrio, acabó anoche con graves incidentes. Al término de la manifestación, en la que participaron centenares de personas y que transcurrió entre la estación de Sants y la plaza del mismo nombre, un grupo de jóvenes con la cara tapada iniciaron los disturbios. Los encapuchados quemaron varios contenedores, rompieron cristales de comercios y de entidades bancarias y causaron daños en paradas de autobús y cabinas. Asimismo, arrojaron objetos y bombas incendiarias a la prensa, una de las cuales quemó una unidad móvil de TV-3 que se encontraba en la confluencia de la calle de Joan Güell con la plaza de Sants. El vehículo quedó prácticamente destruido antes de que los bomberos pudieran apagarlo. Los antidisturbios de los Mossos hicieron repetidas cargas, dispararon proyectiles viscoelásticos y practicaron varias detenciones.

MOSSOS CON CÁMARAS / El desalojo de Can Vies por parte de los Mossos se produjo a mediodía, días después de una propuesta municipal insólita que fue rechazada por poco creíble. La policía grababa a los jóvenes que se solidarizaban con los que resistían en el interior con dos cámaras de pequeño tamaño, cortaba todos los accesos a la finca, sitiaba el barrio e informaba lo justo. Los indignados vertían insultos sobre los agentes, les colocaban la pancarta en la cara; les hostigaban con ira acumulada durante años. Se criminalizaba la actividad de una finca ocupada y se criminalizaba la acción policial.

El edificio es propiedad de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), empresa que ya tiene suficientes problemas internos como para hacerse cargo del asunto. Por ello, y de manera sutil, decidió ceder la gestión del problema al ayuntamiento, que hace dos semanas propuso a los ocupantes cederles otro espacio, como Can Batlló, para poder realizar algunas tareas de mantenimiento en este edificio de la calle de los Jocs Florals, al ladito del cajón ferroviario de Sants. El movimiento okupa no se fía de los políticos, entre otras cosas, porque en anteriores ocasiones también se prometieron devoluciones que no se cumplieron, como sucedió en 1997 con la Casa del Mig, también en Sants. Asimismo, resulta curioso que el consistorio hablara de reabrir el centro social cuando a eso de las seis de la tarde una piqueta procedió ayer a derruir parte de la  finca para evitar otra ocupación, bajo el pretexto, según rezaba un comunicado de TMB, de que se trata de un edificio «en mal estado».

DE RESACA ELECTORAL / Los Mossos iniciaron su irrupción en Can Vies poco después de la una del mediodía, en plena resaca de las elecciones europeas del domingo. Recordó la redada de la operación Mercurio, la presunta trama de corrupción en el Ayuntamiento de Sabadell, que se produjo dos días después de las autonómicas de noviembre del 2012.

Uno de los jóvenes del centro social explicaba que en el edificio, en el que participaban de manera habitual «cerca de 200 entidades», se habían instalado tres puntos de resistencia, uno en la azotea y dos en el interior. Gracias a una grúa, pudo anularse la barricada superior. Otro cantar serían los apostados en las habitaciones, con mención especial para una pequeña estancia tapiada con cemento reforzado con bombonas de butano. Fue necesario emplearse durante seis horas para sacar al voluntarioso ocupante.

Tampoco ayer todo eran elogios para el centro social. Leoncio y Carmen viven frente a Can Vies y estaban tan nerviosos como felices. Lo primero lo generaba el trajín policial. Lo segundo, contemplar cómo se ponía fin a lo que definían como «un infierno» por culpa de «las constantes fiestas en fin de semana». «Soy hija de la calle de los Jocs Florals y es una pena que convirtieran el economato del personal del metro de Barcelona en una discoteca», se quejaba ella, harta, decía, de fregar orines y lo que no son orines en el portal.