INICIATIVA MUNICIPAL PARA PROMOVER EL COMERCIO DE PROXIMIDAD

Cuando la mejor tienda del mundo es el barrio

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Por la mañana, haciendo el café en el bar, coinciden todos. El electricista, el carpintero, el cristalero... Esto es Roquetes, un barrio de trabajadores que a las ocho de la mañana está levantado y a las ocho de la tarde sigue vivo. Un paisaje a las antípodas del cliché de barrio dormitorio. En el multidisciplinar café mañanero, las ideas de Tomás -muchas, y alguien podría definirlas incluso como locas- se hacen grandes. "Yo lanzo la idea y siempre hay quien dice, pues yo puedo colaborar con esto, o con lo otro", explica el hombre, quien regenta la peluquería que lleva su nombre, en lo alto del Turó de Roquetes, desde hace 34 años. Empezó de aprendiz de barbero, con 14 y cogió la peluquería a los 17, antes de marcharse a la mili. Desde que volvió, no ha parado de innovar, no solo en la decoración del centro (en la que colaboran todos los oficios del barrio).

La de Tomás es una peluquería de barrio que rompe con los estereotipos de lo que es una peluquería de barrio. "Mis clientas son mucho más exigentes que las de los barrios ricos. Aquí la gente ahorra para venir a la peluquería, y eso hace que exijan un resultado", relata el peluquero, formador de peluqueros no solo en toda la ciudad sino en el resto de España. "He visto peluquerías en todas partes, pero yo no cambio el barrio por nada. Cuando alguna vez algún comercial me ha dicho que qué pena que una peluquería como esta esté aquí, les respondo: 'Yo estoy a la misma altura de Pedralbes, cariño'". Y no miente. Si Roquetes puede fardar de algo es de altura, desnivel que intentan salvar con escaleras, escaleras mecánicas y ascensores.

Las ideas que crecen en los interprofesionales cafés mañaneros son las ambientaciones del establecimiento, todo un acontecimiento en el barrio. No solo en Navidad. En Halloween, en Carnaval... "Los niños de la escuela ya nos preguntan que qué haremos en Carnaval", cuenta el hombre sin exagerar. El salón de belleza está frente a la escuela Turó de Roquetes, y a pocos metros de la Antaviana, colegios a las que acuden a hacer el pasaje del terror que montan en la peluquería, y a hacer una pequeña rúa en el Carnaval, aprovechando los trajes. "Nos lo propuso primero el director de un colegio cuando vio lo que teníamos en el salón y estuvimos encantados de ir al colegio. El pasaclases fue muy bien y nos animamos con el resto de escuelas", prosigue. La colaboración del hombre con el tejido vecinal viene de lejos. "Colaboramos mucho con la asociación, maquillando en el Carnaval -prosigue-, y con lo que surja".

COMO LA DE 'ROSEANNE'

En la primera edición del concurso navideño de escaparates de barrio, celebrada el año pasado, convirtieron la peluquería en una casa americana. "Como las de las películas. Hicimos hasta una chimenea de obra, aquí en medio", cuenta el peluquero. Eso fue posible, claro, con la colaboración de muchos. Del barrio. Ganaron el primer premio. Este año han convertido la peluquería en un gran bosque navideño. "Un gran muro que había en la entrada lo hizo mi hijo con sus compañeros de fútbol", cuenta Tomás, quien ya decoraba su negocio a lo grande mucho antes del concurso.

La campaña municipal -que se desarrolla en los barrios más necesitados de los distritos de Nou Barris, Sant Andreu y Sants- tiene como objetivo, por un lado, visibilizar, potenciar y profesionalizar el comercio de barrio y, por el otro, fomentar el el consumo de proximidad.

COMO EL DE 'FROZEN'

Bienvenida Díaz se dedica a las flores desde los 15 años, cuando se casó. "Mi suegra vendía flores por la calle, en Montcada Bifurcació, y me empezó a llevar con ella", explica la mujer, quien regenta desde hace 12 años una pequeña floristería en la calle Mina de la Ciutat, eje comercial de Roquetes. A diferencia del moderno local de Tomás, la de Bienvenida, 'la Benve', sí es la típica floristería que uno espera encontrar en un barrio como Roquetes. Y con orgullo. El año pasado se hizo con la medalla de plata del concurso de escaparates, también con colaboración popular.

"Este año no iba a participar, pero estaba un día sentada con mi marido en la puerta de la tienda, vi que estaban podando los árboles y me animé", explica la mujer. Pidió a los operarios que no trocearan las ramas. Las necesitaba enteras. Con ellas -y con sus manos- creó un bosque helado "como el de la película esa de dibujos animados que ahora les gusta tanto a los niños", que hizo las delicias de los más pequeños del barrio. "Los padres entraban y pedían si se podían hacer fotos delante, para la postal de Navidad", cuenta contenta. Les daba permiso, claro. Le gustaba que inmortalizaran su creación a base de ramas y algodón. "El algodón era nieve". 

Escenas similares -la de las fotos- se daban también en el escenario de Tomás. La era selfie -y la vida de barrio- tienen esas cosas.