conflicto con el comercio
"Con Colau, la policía no nos pega"
Beatriz Pérez
Periodista
Responsable del área de sanidad/salud de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA desde 2018. En este tiempo he podido profundizar en temas de relevancia social y humana, como la pandemia de covid-19, el sistema de salud catalán, los avances médicos o las desigualdades en el acceso a la sanidad. En abril de 2024, gané la primera edición del Premi Salut i Drets Socials del Col.legi de Periodistes de Catalunya (demarcación de Tarragona).
Beatriz Pérez
En el paseo de Joan de Borbó, en el tramo comprendido entre el Museu d'Història y el Pla de Miquel Tarradell, son visibles en el suelo las marcas del celofán que los manteros utilizan para fijar los pareos y que así no salgan volando con la primera bocanada de aire. Una prueba más de que esta zona de la Barceloneta es la meca del 'top manta' de la ciudad.
Ahí vende Cipriano bolsos de falsificación. Entre ellos, unos de Prada a 15 o 20 euros. "A mis compañeros les gusta Ada Colau. Con esta alcaldesa, la policía nos echa, pero no nos pega. Hace años nos pegaba mucho", certifica este senegalés. El inesperado sol del mediodía del domingo (mutado en lluvias por la tarde) ha lanzado a los vendedores ambulantes a la calle y, una vez más, han tomado todo el paseo Marítim. Eso sí, Cipriano no oculta las dificultades de trabajar como mantero. "Es muy duro porque nos decomisan cosas. Y a veces no tengo dinero para comprar más productos".
La mayoría de manteros son africanos; concretamente, de Senegal, aunque también hay algún pakistaní. Venden una gran diversidad de productos, pero los más requeridos son las camisetas del Barça (sobre todo, la de Messi), las bambas (falsificadas, claro) de Adidas o Nike, los bolsos y, con la llegada del calor, los pareos. Estos últimos los vende Samba a 10 euros delante de los yates de lujo amarrados en el puerto. Paradojas de Barcelona.
Aunque con una sonrisa, explica los contratiempos del colectivo del que forma parte. "Es un trabajo muy duro. Los de los restaurantes -señala en dirección al Museu d'Història- a veces nos tiran agua". Y dice que su situación dista mucho de ser idílica: "La poli nos persigue. En cuanto aparece, ya sabemos que tenemos que irnos", relata Samba.
"Ahora nos ponemos aquí, en el puerto, y nos dejan trabajar"
Sin embargo, pese a las críticas a la policía, muchos manteros no esconden su simpatía hacia la alcaldesa. "¿Perseguidos? Nos sentíamos más perseguidos con el gobierno de Trias. Ahora nos ponemos aquí y nos dejan trabajar", cuenta Papi, que también vende pareos frente al Museu d'Història. "Sé que los comerciantes se quejan pero ¿qué vamos a hacer? No tengo papeles y debo pagar un alquiler y mantener a mi familia".
Presiones
A dos meses para el verano, el 'top manta' teme que la presión policial crezca. "Prevemos lo de todos los años. Dependiendo del momento político, se utilizará la venta ambulante para hacer creer que este es el problema más importante de Barcelona", explican fuentes del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes. Las mismas certifican que "la violencia hacia este colectivo ha bajado" con la llegada de Colau, si bien matizan que ahora existen "más mecanismos de disuasión". No especifican cuáles.
"Seguimos en busca de soluciones para que la gente no venda en la calle. Por ejemplo, proponemos un mercadillo donde los manteros paguen impuestos", aseguran desde el sindicato. Y desvelan que hace meses que "no hay relaciones" con el ayuntamiento.
"Son las multinacionales las que están eliminando el pequeño comercio, no el 'top manta'"
"Si el miedo de un ciudadano cualquiera es no llegar a fin de mes, el del manterio es, además, ser detenido, encarcelado y expulsado. Y detrás de todo esto hay racismo y desprecio", denuncia el sindicato, que llama a los comerciantes a movilizarse contra las grandes empresas y no contra el 'top manta'. "Son las multinacionales las que están eliminando el pequeño comercio. Y el 'top manta' vende productos de esas empresas, no del comercio local", concluye.
Un buen ejemplo es Gilly, que vende bambas Converse falsas. "Tengo pocas zapatillas de muestra en el suelo. La mayor parte están en esta maleta porque sé que en cualquier momento tengo que salir corriendo. Si viene la poli, cojo la maleta y me voy. Lo demás lo dejo". Según él, la policía aparece dos días por semana. No le gusta su trabajo, pero se siente obligado a hacerlo. "Tengo que sobrevivir".
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