BARCELONEANDO

El piso de los mil perfumes

Juan José Ruiz Crivillé guarda frascos de colonia hasta en la cocina. Acumula más de 2.000 piezas relacionadas con la perfumería y la cosmética

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Ana Sánchez

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Mires donde mires, hay perfumes. Hasta en la cocina. Se pueden contar más de 50 frascos solo en la encimera. Ni que fuera el piso de Cifuentes tras pasar por un par de Eroskis. Habrá 200 solo en la mesa del despacho. “Esto es bastante actual”, dice el anfitrión sin dar importancia. En breve descubres que tiene las mismas referencias temporales que Jordi Hurtado. Cuando Juanjo dice “actual”, se refiere a la primera mitad del siglo XX. Detrás, una hilera de vitrinas exhibe otros 200 frascos añejos, virguerías de cristal, y unas 400 polveras con ilustraciones de firma. Se te queda la misma mirada arrugada que al jugar a ¿Dónde está Wally? Algún perfume podría venderse por 6.000 euros, apunta Juanjo con rutina de coleccionista. “Tengo el resto en cajas”, resopla. Mil perfumes colonias en total, calcula que tiene en este piso de La Verneda. Más de 2.000 piezas relacionadas con la perfumería y la cosmética.

Juan José Ruiz Crivillé, se llama. Pues no, no huele a colonia más que la media. Ni siquiera fue capaz de terminar el libro de El perfume. Señala los tapones de los frascos: todos están sellados, llenos, sin estrenar. “Tienen más valor si están precintados”, justifica la ausencia de olores entre tanto frasco oloroso. Nada, cero. Ni un mísero efluvio al Varón Dandy del abuelo.  

Es imposible irse de aquí antes de una hora. Juanjo habla con tono de historiador, aunque buena parte de su vida fue director de banca. Tiene 70 años y callo de los Encants. En este piso solía tener su despacho antes de jubilarse. Aquí empezó a acumular perfumes, desde que su mujer le dijo “no quiero más trastos en casa”. Los frascos y polveras ya han tomado entidad de plaga bíblica. Perfumería de Época, los ha bautizado en formato webInstagram Facebook.

Un perfume único en el mundo

Juanjo no sabría calcular el valor de su colección. “Tengo un perfume que es único en el mundo”, dice sacando pecho. Abre la vitrina y coge un frasco regio. Imperial Russe, se lee en el cristal. “Se fabricó para la familia imperial rusa a finales del XIX”, dice ya de carrerilla. Está grabado en oro de 24 quilates y el tapón se parece más al de las botellas de champán de la época. El coleccionista enseña el certificado de Guerlain que lo avala. La pieza pertenecía a la colección privada de la firma. Él la compró hace 20 años en una subasta por 100.000 pesetas. “La fragancia -garantiza el papel- evoca un tiempo lúdico y feliz”. Aspiras hondo por si acaso.  

Hace 30 años que Juanjo empezó a coleccionar antigüedades. Tenía 40 cuando su madre le dio una treintena de frascos. “Mi abuelo viajaba bastante –cuenta- y le traía perfumes. Las señoras los guardaban porque eran bastante valiosos, los franceses sobre todo”. Y por curiosidad fue a un encuentro de coleccionistas en Francia. Y se enganchó. “Más que enganche –puntualiza-, fue como una palpitación. En el corazón, ¿eh? Te lo prometo. Como si el corazón se saliese de la emoción de ver tanta cosa bonita”. Y ya no pudo parar. Perfumes, colonias, jabones, polvos de arroz y talco, catálogos, carteles, etiquetas. Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera del XX. Y eso no es todo: en su casa tiene también juguetes antiguos. “300 o 400”, calcula con la misma naturalidad que lo diría Tamara Falcó. Juanjo se encoge de hombros. “Dicen que los coleccionistas tenemos un cromosoma de más o de menos”, se ríe.

Hay perfumes que podrían pasar por botellas de whisky. Este de Le Dix, de Balenciaga, es de 1 litro. “Tengo un frasco de 2 litros y medio”, apunta. Ahora saca de la vitrina una polvera. To-Radia, se lee. “Porque se ve que utilizaba elementos que irradiaban”, explica su dueño. "Entonces lo anunciaban”. Coge otra cajita, te la acerca a la nariz. Es una polvera de 1900, te informa. Todavía huele, aun estando sellada. Te sientes como cuando compraste tu primera colonia, Chispas.

Buena parte de la colección está fotografiada en 15 o 20 tomos. Habrá subido mil imágenes a su web. Todo organizado, “dentro del desorden”, sonríe rodeado de frascos y polveras. “Si veo que esta polvera se ha vendido por 1.000 euros –explica-, lo pongo detrás de su foto, para que mis hijos sepan el valor”. Es que a sus hijos –dice con resignación- esto no les interesa.

¿Su objetivo? “Hacer una exposición en algún museo”, dice. De momento, parte de sus perfumes –los de la firma de Barcelona Myrurgia- se expondrán a partir del sábado en una vitrina del siglo XIX de la tienda La Moderna Singular.