LA DESAPARICIÓN DE LA VIEJA PRISIÓN DE BARCELONA
Los últimos presos de la Modelo
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
J. G. ALBALAT / BARCELONA
Los grandes portalones de la cárcel Modelo de Barcelona, en la calle Entença, cerrarán de forma definitiva sus puertas el próximo jueves día 8. Más de cien años de historia (fue inaugurada el 9 de junio de 1904) y miles de secretos quedarán recluidos (nunca mejor dicho) en ese recinto que desde hace años se había quedado obsoleto para cumplir su función. Los vecinos habrán ganado una vieja reivindicación y la ciudad un amplio solar para uso público. La última conducción de presos del mismo jueves podrá fin a una prisión por la que han pasado ilustres personajes del sindicalismo, del anarquismo y de la política, como Salvador Seguí, el Noi del Sucre, en 1920, o el que fue presidente de la Generalitat, Lluís Companys. Durante el franquismo fueron encerrados en sus celdas dirigentes antifranquistas (los 113 de la Assemblea de Catalunya) y Salvador Puig Antich, que fue ejecutado el 2 de marzo de 1974 en el mismo centro con el garrote vil. Su celda, la 443, es todo un símbolo. Los últimos internos que quedan en la Modelo son personas anónimas que un día vieron truncadas sus vidas por infringir la ley. Felipe, Ricardo y Juan son tres de ellos. EL PERIÓDICO ha entrado en la vieja cárcel y ha hablado con ellos. El silencio ya se ha adueñado de muchos de los rincones de lo que fue este bullicioso centro penitenciario que llegó a albergar a 2.500 reclusos
"Llámame Felipe”. Este hombre de complexión ruda es colombiano. No se llama Felipe, pero es un dato irrelevante. Su historia sí es real. Hace 18 meses cruzó las puertas de la Modelo. Vivía en Valencia, pero la policía lo pilló en la autopista y lo detuvo. Un juez le condenó a ocho años y medio de cárcel por un delito que prefiere no mencionar. Al bajar del furgón policial que lo trasladó del juzgado a la cárcel de la calle Entença estaba asustado. Era la primera vez que entraba en una prisión. Al abandonar la que en los últimos meses ha sido su casa, será trasladado al centro penitenciario de Brians (Sant Esteve de Sesovires). Sentando en la cama de una celda (“Aquí estuve cuando entré”) admite que ha podido hacer algunos amigos, pero pocos, y que trabaja en la cocina de la prisión. En su país estaba empleado en una empresa de caramelos, pero hace años que vive en España.
Felipe detalla su día a día en la cárcel: “Me levanto y a las 7.20 se hace el recuento. Desayuno y me voy al trabajo. Al mediodía, vuelvo a las celdas y otro recuento. Después como y hago deporte en el patio. Algunos van a la escuela, pero yo no he querido, porque primero prefiero encontrarme bien físicamente”. En el patio, admite, habla con sus colegas y juegan al parchís. “Hablamos de la familia, de las injusticias”, relata. La condena o el juicio que le espera es uno de los temas claves. “Antes del juicio estás a la expectativa, después, aunque recurras, como es mi caso, asumes la condena. Te tranquilizas y ves pasar el tiempo. Parece fácil, pero no lo es”. A las 21.00 horas "chapan” la celda y a dormir. “Hay que estar ocupado para poder aislarte”, reconoce.
ADAPTARSE A LA NUEVA VIDA
Ricardo tiene 32 años. Irá también a la prisión de Brians. Está como preventivo y a la espera de juicio desde hace siete meses. También es la primera vez que pisa una prisión. Vive en Barcelona. “Tienes que adaptarte y mentalizarte de la situación. Has de ser realista. Cuando haces una cosa sabes las consecuencias, aunque crees que nunca te pasará a ti”, afirma. Tenía una empresa de construcción, pero se fue a pique y tuvo que cerrar. A los dos días de entrar en la Modelo, le pusieron a trabajar como ordenanzas en el módulo de ingresos y, después, le trasladaron al economato. “Es más duro para la familia que para el que está aquí dentro”, reconoce.
Según sus palabras, su encarcelamiento le sirve para “reflexionar”. “Lo que se hace más aquí dentro es pensar, poca cosa más hay que hacer”, confiesa. “Pero no volveré a entrar”, sentencia. “Mi hijo sabe dónde estoy, pero no quiero que venga. En la cárcel y en el hospital es donde se comprueba los verdaderos amigos y la familia que te quiere”. Él mata el tiempo leyendo y con el deporte. “Comparado con las cárceles que hay por el mundo, la Modelo es un hotel”, recalca.
LEJOS DE LA FAMILIA
Joan tampoco se llama Joan. Es sudamericano. Hace tres meses que ingresó en la Modelo. “Es la primera que estoy preso y espero que la última”, alega. No tiene familia en España, ni amigos. Y, por lo tanto, ni visitas. “Es duro no tener a la familia cerca”, sostiene. Les llama una o dos veces por semana. No más. No tiene dinero. Vive de la ayuda de sus compañeros. Espera que en su nuevo destino (también en Brians) pueda trabajar y ganar algo para mantenerse y enviar una parte a sus parientes. “Doy las gracias a mis compañeros que tienen un gran corazón”, dice. En su país era mecánico de motos, pero nada más llegar a España fue detenido. Está a la espera de juicio. “Cuando salga quiero volver a mi país”. Su mujer está embarazada y vive allí. ¿Aquí ves la televisión? “En el chavolo no tengo. No tengo dinero para comprarme una”.
Es un hombre corpulento. Se nota que hace mucho deporte y dice que se lleva bien con los empleados de la cárcel. “Con ningún funcionario he tenido problemas. Con los que he tenido trato me han parecido buenas personas. Ellos cumplen con su trabajo y no tienen la culpa de lo que me ha pasado”. <strong> Los funcionarios</strong> también serán de las últimas personas que abandonarán la cárcel que se ha ido vaciando poco a poco.
Durante el recorrido por el recinto, este diario se ha topado de frente (no estaba previsto, ni preparado) con el director general de prisiones de la Generalitat, Armand Calderó, que ha acudido al centro penitenciario para controlar cómo se está produciendo el traslado. “Con el cierre de la Modelo se acaba con un equipamiento obsoleto y que no podía ofrecer calidad de vida a los internos”, destaca. Las puertas de la Modelo se cerrarán, pero sus muros (o los que queden cuando el Ayuntamiento de Barcelona decida qué hacer en este solar) guardarán para siempre una buena parte de la historia no solo de la capital catalana sino de Catalunya. En los próximos día se inaugurará una exposición y abrirá por unos días sus puertas para explicar a los ciudadanos lo que ha significado este edificio inaugurado en 1904.
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