DOCUMENTAL . MEMORIA HISTÓRICA

Cicatrices de la guerra

'Barcelona, ferida oberta' es una película que ha hecho posible el encuentro entre la hija de piloto italiano que bombardeó la ciudad en 1938 y el hijo de una víctima.

Bombardeo sobre Barcelona efectuado por un avión italiano en 1938.

Bombardeo sobre Barcelona efectuado por un avión italiano en 1938.

CRISTINA SAVALL
BARCELONA

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Pase de ‘Barcelona, ferida oberta’. Memorial Democràtic. Peu de la Creu, 4. 19.00 horas.

Un abrazo de reconciliación siempre es emotivo, pero pocos logran conmover tanto como el que Rosina Costa, hija de un piloto italiano que participó en los  bombardeos de 1938 que dejaron mutilada a Barcelona durante la guerra civil, da a Alfons Cànovas, hijo de una de las víctimas mortales de un proyectil que estalló en la Barceloneta. Ambos reviven esos trágicos días en Barcelona, ferida oberta, documental que hoy se proyecta en la sede de Memorial Democràtic.

La película de Mónica Uriel saca a la luz que Italia siguió recibiendo dinero de España por la complicidad de Mussolini en la contienda. De ello dan fe documentos oficiales del Gobierno italiano que aporta el documental. «En Roma tuve acceso a las partidas de gastos de bombas, de aviones y de otras facturas. Nunca se habían mostrado», asegura Uriel.

La documentalista inició su investigación en el 2013, cuando la Audiencia Provincial de Barcelona admitió el recurso presentado por la Asociación Altra Italia contra el archivo de una querella por crímenes de la humanidad. La demanda cuenta con las acusaciones particulares de Cànovas, que en enero de 1938 perdió a su padre, y de Anna Raya, que en octubre de 1937 resultó herida por la metralla al caer una bomba en el patio de su escuela.

«Cuando entrevisté con Cànovas le pregunté qué haría si tuviera delante a uno de los pilotos italianos. Su respuesta fue «lo abrazaría». Entonces me fui a Roma. Busqué pero la mayoría están muertos o muy ancianos. Pero encontré a Costa, cuyo padre había dejado sus memorias escritas», explica la directora. El aviador tenía 19 años cuando participó en los bombardeos. «Él se pensaba que eran objetivos militares. Cuando supo la verdad viajó a Barcelona para recorrer sitios, como la plaza de Sant Felip Neri, donde murieron víctimas civiles», agrega. Su hija asegura que si mi padre estuviese vivo no habría tenido ningún inconveniente en pedir perdón por el daño causado. «Como él ya no está, lo hago yo».

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