ARQUITECTURA

La casa sin 'punxes'

Ernest Alós

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Imaginemos por un momento al próspero industrial textil Bartomeu Terradas Brutau reunido con su amigo el arquitecto Josep Puig i Cadafalch. Le ha hecho un señor encargo. Construir tres casas en una, que ocupen toda una manzana triangular de la Diagonal. Un edificio en el que invertir el legado que su padre dejó a sus tres hermanas, Àngela, Josefa y Rosa. Sobre la mesa, varias opciones. "El reparto de los espacios lo tengo claro, pero, ¿cómo quieres los acabados? ¿Neogóticos o barrocos?" "Neogóticos, Puig, por favor. Que es lo que se lleva, que estamos en 1903", responde el empresario. "Venga, tirando a castillo bávaro. Y la 'punxa' de la esquina ya te va bien?" "No escatimes en 'punxes', Puig. Una para cada hermana, que si no veo que esto acabará fatal. No, una no, dos". "¿Y un mosaico con un Sant Jordi que diga 'Sant Patró de Catalunya, torneu-nos la llibertat'?", insinúa el arquitecto. "Adelante, Puig, no repares en gastos".

Por supuesto, nos hemos inventado esta conversación. Pero, con algunas licencias, vendría a reflejar el tipo de relación entre profesional y cliente que se desprende de uno de los flecos más sorprendentes de la exposición sobre el político, historiador del arte, urbanista y arquitecto que se puede visitar en el Museu d'Història de Catalunya hasta el 15 de abril. Un arquitecto adaptable a las necesidades de sus clientes, probablemente no tan intratable y rígido como ha pasado a la historia y con un repertorio de estilos y modelos a utilizar según las circunstancias. 

Versiones alternativas

Podemos ver algunas versiones alternativas de edificios que podrían haber sido muy distintos de cómo los hemos conocido en la exposición comisariada por Mireia Freixa y Eduard Riu-Barrera. Y sí, una de ellas es una versión de la Casa de les Punxes en estilo más o menos barroco. Y seguro que no se hubiese acabado conociendo con ese nombre. A lo sumo, la Casa de la Punxa, y gracias.

Alguien se arrepintió, y nos perdimos una interesante fachada acristalada en las Rambles

"Intuyo que no era un hombre que se empecinase, en la mayor parte de sus proyectos tenía dos o tres propuestas más o menos finalizadas para que la propiedad eligiese. Se percibe que había un diálogo con el promotor", apunta Riu-Barrera. Un eclecticismo que no encaja demasiado con las etapas estilísticas sucesivas en que se ha querido clasificar su obra. La Casa Terradas fue modernista y pudo no serlo. El proyecto que se muestra en la exposición utiliza "un lenguaje barroco que él ya conoce muy bien", explica Riu-Barrera. Con elementos que serían propios de una iglesia o una masía catalana, italianizantes, platerescos... 

En este paseo de realidad alternativa, otra parada es la de los grandes almacenes de menaje Miele. Hablamos del edificio de la esquina de Ferran con Rambla que acogió la armería Beristain en los bajos. El del Kentuky Fried Chicken, vamos. Sí, también es una de las 70 obras que dejó Puig y Cadafalch en Barcelona. El edificio no tiene nada de especial. Pero el arquitecto tenía un proyecto mucho más atrevido, el que puede verse en la exposición: una fachada enteramente acristalada, que hubiese resultado sorprendentemente moderna en la Barcelona de 1913.  Puestos a imaginar, pensemos en el promotor echándose las manos a la cabeza, calculando lo que le costaría la limpieza y pidiendo al arquitecto, por favor, una fachada de piedra de Montjuïc y balcones como Dios manda...

"Puig y Cadafalch no es modernista, es moderno. Tiene un estilo y no lo tiene", opina Eduard Riu-Barrera

Riu-Barrera no tiene claro si se trata en este caso de una versión alternativa o de una versión previa del proyecto. El edificio es contemporáneo al modernismo de la fábrica Casarramona y la casa Muley Afid. "Puig i Cadafalch, como muchos arquitectos, trabaja a partir de tipologías. Lo que hace aquí es adaptar una que empieza a establecerse en Europa, la de los grandes almacenes comerciales. Tipologías nuevas para funciones nuevas -apunta Riu-Barrera-. Porque Puig i Cadafalch no es modernista, es moderno. Tiene un estilo y no lo tiene. Ve en Gaudí al genio que él no es, él se adapta a las modas del momento, es un adaptador de los lenguajes en circulación internacionalmente".

Menos diferencias hay entre el proyecto expuesto de la Casa Amatller y su realización final. Aguzando la vista, una puerta de más (pero fue una alteración posterior), unos remates que se descartan, algún plafón cerámico añadido,  unas alineaciones de ventanas que se desplazan... "No es un proyecto ejecutivo. Se corresponde a lo que hoy haríamos con un 'render'. Pero se trataba de la reforma de un edificio ya existente". Después uno debe ajustarse a las crujías existentes... pero no a la monotonía del entorno. "Cada una de sus casas es un manifiesto contra la monotonía estilística del Eixample", concluye Riu-Barrera.