LAS CONSECUENCIAS DE UN DESALOJO

Cara y cruz de Can Vies

PROTESTAS 3 A la izquierda, la manifestación, y a la derecha, policías de paisano se llevan a un detenido.

PROTESTAS 3 A la izquierda, la manifestación, y a la derecha, policías de paisano se llevan a un detenido.

C. MÁRQUEZ / A. BAQUERO / T. SUST
BARCELONA

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Cara y cruz. Por la mañana, desescombro pacífico. Por la noche, otra jornada de disturbios. El sábado empezó con las imágenes más positivas que ha registrado Can Vies desde su desalojo, el pasado lunes. Medio millar de personas acudieron a retirar piedras con miras a reconstruir el edificio. El día acabó con una situación caótica en el Raval, la Rambla y la plaza de Catalunya, donde manifestantes, mossos y turistas se fueron entrecruzando, ardieron dos coches y varios contenedores, y hubo por lo menos cuatro detenidos. También había medio millar de personas protestando, pero es más que probable que no fueran las mismas de la mañana.

La manifestación convocada a las siete de la tarde en la plaza de la Universitat salió más tarde. Unas 3.500 personas recorrieron la ciudad hasta la rambla del Raval cambiando de ruta constantemente. No hubo conflicto hasta que la manifestación llegó a la Rambla, donde furgonetas de los mossos bloqueaban el paso. Cuando ambos grupos iban a chocar, la policía se hizo a un lado para dirigir la protesta hacia Colón. Hubo tensión pero no enfrentamientos. Al cabo de un rato, ya con mucha menos gente -unas 500 personas-, la manifestación volvió tras sus pasos y empezaron a arder contenedores y luego, dos coches y varias motocicletas. En la rambla del Raval hubo destrozos, así como en la Rambla. La manifestación llegó a plaza de Catalunya y para entonces los turistas ya hacía horas que se habían semiintegrado en el conflicto. Unos corrían, otros se hacían fotos ante los contenedores en llamas. Sven, un joven alemán despistado, iba preguntando por la playa.

Pasadas las once de la noche, varios centenares de manifestantes empezaron a caminar por la Gran Via en dirección a la plaza de Espanya, es decir, a Sants. Los Mossos cortaron la protesta en Gran Via con Rocafort y bloquearon a un centenar de jóvenes, a los que obligaron a identificarse para poder abandonar el lugar.

CASCOS AMARILLOS / La mañana en Can Vies había sido una explosión de emociones. La convocatoria era a las diez de la mañana en Can Batlló, donde se guardan muchas de las herramientas que en las últimas semanas se fueron sacando de Can Vies en previsión del desalojo que se acabaría produciendo el pasado lunes. En procesión, con un casco amarillo y los cánticos que llevan una semana paseando por el barrio, llegaron al edificio de la calle de los Jocs Florals. Ahí se demostró el fruto de las negociaciones entre el Centre Social de Sants y el Ayuntamiento de Barcelona, ya que la policía dejó que los chavales franquearan la barrera de seguridad que TMB, propietaria del inmueble, colocó la noche antes para curarse en salud en caso de que alguien resultara herido en el intento de levantar de nuevo el edificio. Los dos agentes de la Urbana que custodiaban de manera simbólica el lugar se retiraron a la plaza de Sants, no sin antes preguntar qué iban a hacer con los escombros. Poco antes de que empezara la reconstrucción, el jefe de guardia de los Bomberos alertaba a los jovenes de que la estructura de la finca había quedado dañada por la zarpa de la excavadora que fue incendiada el martes. Lo desmintió después un portavoz del colectivo, que citó a arquitectos que colaboran con ellos para afirmar que la estructura no corre peligro.

GANAS DE REBAJAR LA TENSIÓN / Hasta tal punto se masticó que la voluntad municipal era tener la fiesta en paz, que incluso se permitió que se formara una cadena humana, que no estaba prevista, que trasladó escombros desde el símbolo okupa hasta la sede del distrito de Sants, a unos 600 metros del lugar. Un responsable de la policía local confirmaba que harían la vista gorda siempre y cuando no hubiera lanzamiento de piedras. Resultaba de lo más llamativo contemplar cómo los amigos de Can Vies se iban pasando rocas de todos los tamaños por la calle de Sants, cortada por la celebración de la feria de entidades.

En el centro social se trabajó a destajo hasta que llegó la hora de ir a la manifestación. Unos pulían ladrillos que se pudieran volver a aprovechar, otros iban sacando escombros. Un trabajo en equipo ágil y rápido que ya quisieran obras interminables como la Sagrada Família. Había reparto de agua, un comedor improvisado un poco más arriba, lejos del polvo, música para amenizar la jornada laboral y flores, muchas flores que se colocaron sobre la excavadora que ya se ha convertido en el emblema de lo que, ya admiten todos, incluso el alcalde, que ordenó detener el derribo, nunca debería haber pasado, al menos todavía.

Se espera que la negociación se mantenga, de manera muy discreta, en los próximos días. Difícil apostar por cuál va a ser el próximo paso a dar, pero es probable que los jóvenes puedan acceder, si no lo han hecho la pasada noche, al número 40 de Jocs Florals, la finca también ocupada que sigue en pie porque comparte fachada con una vivienda y requería de un derribo manual. Si Can Vies puede volver a existir, es probable que a medio plazo, cuando el enfado de unos y el susto de otros pase, pueda empezar a hablarse de un traslado para hacer efectivo el plan municipal: zona verde. Otro cantar será, aunque se dé con un emplazamiento adecuado, acordar el tipo de gestión. El ayuntamiento puede ceder un espacio, pero querrá controlar, ni que sea sutilmente, su uso. Can Vies, por ahí, no pasará.

Ayer, 20 detenidos en días anteriores pasaron a disposición judicial. Quedaron en libertad 19 de ellos, aunque con la prohibición expresa de participar en nuevas manifestaciones. El juez decretó para el restante prisión eludible con una fianza de 10.000 euros.