BARCELONEANDO
Sastrería de mascotas
Caninetto es la única tienda de ropa que se gana la vida con clientes con cara de perro. "La primera tienda de ropa y accesorios artesanales para perros de España", se presentan
Ana Sánchez
Periodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Ana Sánchez
Nei entra en la tienda de ropa con prisa nerviosa, en plan Paris Hilton tras un día entero sin ir de compras. Se pasea junto a las perchas con ademán de influencer: sin mirar etiquetas, ni siquiera lleva un euro encima. Se prueba un jersey de cuello alto, un chubasquero de camuflaje, un abrigo de estampado Burberry, ahora un modelo preppy con el cuello de cuadros vichy. Edgar -con un metro al cuello- va ajustándole las prendas como si fuera a salir a una pasarela. Nei no disimula su gesto de indiferencia, a lo Chabelita cuando le ponen un micro delante sin pagar. Edgar no se lo tiene en cuenta. Esta es la única tienda de ropa que se gana la vida con clientes con cara de perro.
Caninetto, anuncia el cartel. Es una sastrería de mascotas. Sí, aquí entran los clientes igual que salen de las discotecas: a cuatro patas. “La primera tienda de ropa y accesorios artesanales para perros de España”, se presentan en su web. Atienden a perros, sobre todo, pero también a gatos, hurones, conejos, cerdos vietnamitas. “Hemos hecho arneses hasta para un loro”, resopla Edgar.
Atienden a perros, sobre todo, pero también a gatos, hurones, conejos, cerdos vietnamitas. “Hemos hecho arneses hasta para un loro”, dice Edgar
Edgar Gil, 39 años, tiene acento venezolano, chuches siempre a mano y ojo clínico con las tallas perrunas. “Talla M”, sentencia mirando a Neima. Es una schnauzer miniatura blanca, 7 años. “Modelo curvy”, sonríe Edgar. Neima no se da por aludida. Se mete en el probador (un cambiador de bebés) y va intercalando modelitos como si estuviera en el reality de las Kardashian. “Pero ella no se ha operado”, puntualiza Lourdes, su dueña.
Hasta donde alcanza la vista, todo es carnaza de Instagram. Mini abrigos con cuello de pelo, estampados cheviot, de florecillas, con unicornios. Todo se hace a medida. Se pueden encontrar hasta pajaritas. “Alguien que quiere un detalle para llevar al perro a su boda”, detalla Edgar. El año pasado hicieron más de 35 bodas.
Todo empezó con Cuca: la primera chihuahua de Edgar con fondo de armario. “Hacía ropa humana”, recuerda el diseñador. “Y con los restos hacía para mi perra”. Entonces vivían en San Sebastián. Hace 7 años que se mudaron a Barcelona con Haritz Aramendi, la otra mitad de Caninetto, y su ya manada canina: las hijas de Cuca, Celia y Lulú, y su nieta Tara.
"Un artículo de higiene"
“Lo consideramos un artículo de higiene más que para disfrazar al perro”, asegura Edgar. La ropa protege de la suciedad y las garrapatas, insiste en cuanto puede. “Buscas el sentido estético, pero sobre todo la funcionalidad”. Por ejemplo: hacen camisetas más largas para perras operadas.
"Todos los productos que hemos creado han sido a demanda de los clientes”, asegura Edgar. Se los empezaron a pedir en el Mercat Raval, su primer puesto en Barcelona. “Pero lo que me llevaba a casa eran encargos de la gente”, recuerda. “Es como una sastrería”, le comentó a Haritz. Y terminaron abriendo una en el Raval. Se mudaron a Viladomat, 57 en el 2018. Venden desde camas personalizadas, a juego con la casa, hasta bolsos marsupiales (en plan canguro, los compran para llevar gatos y conejos). Lo último que han sacado es un bolso de avión.
Una mujer les pidió un bañador para su perra. “Pero entero, como una chica”, recuerda Edgar
Estos perros de sastrería ya están acostumbrados a que les miren como a Rajoy bailando Mi gran noche. “Llevas al perro disfrazado”, les dicen. “No es un disfraz, es práctico”, replica Anna, la dueña de otro cliente: Eddie, un jack russell. Es el “novio” de Neima.
“No nos hemos posicionado como un producto de lujo ni mucho menos”, apunta Edgar. Lo más caro que tienen es un bolso de viaje (100 euros). Hay desde bolsitas portacacas estampadas (8 euros) hasta pajaritas (10), cuellos (14), arneses (25), chubasqueros (25).
Los clientes son sobre todo perros, aunque en las perchas también cuelgan arneses para gatos. ¿Con garantía para siete vidas? Edgar se ríe. Algún cliente -cuenta- ha condurado un arnés cuatro años y medio. “Se fue corriendo”.
Han visto de todo. “Claro”, responde Edgar con tono de obviedad. “Un señor que se llama Hombre Perro, que hace despedidas de soltera, pretendía que le hiciéramos un arnés para él -recuerda Edgar-. Nos negamos”. Una mujer les pidió un bañador para su perra. “Pero entero, como una chica”, dice Edgar. “¿Y la cola?”, le preguntó el diseñador. “Ella siempre lleva la cola metida hacia abajo”, le dijo.
Media hora aquí y son los humanos los que sueltan por inercia “¡guau!”.
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