AVANCES EN UN IMPORTANTE PROYECTO URBANÍSTICO ATASCADO

Un gran jardín elevado sana la herida de las vías de Sants tras años de reivindicaciones

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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El proyecto que el otrora concejal de Urbanismo, Antoni Vives, juzgó en el 2012 "de imposible aplicación" es prácticamente una realidad. El próximo día 20, durante la fiesta mayor de Sants, la ciudad pondrá el punto y final a un largo y pantanoso proceso, que empezó con la llegada del AVE. El enorme bloque de hormigón sobre las vías del tren que históricamente dividen el barrio -que los vecinos recibieron a regañadientes ya que su opción fue siempre el soterramiento- será en pocos días, al fin, un enorme jardín de 800 metros de largo. El único de la ciudad elevado, hasta 12 metros en algunos puntos. Y, sin duda, el que arrastra más historia.

“Creo que fue Robin Lane Fox el que preguntó en su clase de Oxford para qué servía un jardín y se encontró con la respuesta maravillosa de un alumno: para besarse”, escribe David Trueba en su última novela. Barcelona ganará en dos semanas -todavía es inaccesible-, el espacio equivalente a siete manzanas del Eixample donde besarse entre tipuanas y séforas, los árboles elegidos para ofrecer sombra en un ahora irreconocible cajón, que los vecinos han decidido en consulta popular bautizar como Jardins de la Rambla de Sants.

PARTICIPACIÓN VECINAL

El nombre no es lo único del flamante y largamente reivindicado vergel que han elegido los luchadores habitantes del barrio. Los vecinos decidieron también los usos que debía contemplar el lugar, en un proceso participativo elaborado justo antes de la redacción final del proyecto. Tras el año y medio de parón con la llegada de Vives al área de  Urbanismo, quien apostaba por convertir el mastodóntico cajón en una suerte de High Line a la barcelonesa, la presión vecinal logró que edil convergente devolviera al arquitecto Sergi Godia, padre del cajón y uno de los hombres de Acebillo, el proyecto. Un proyecto de consenso que había costado años cerrar -los vecinos en un primer momento se resistían al cajón-, pero que contaba con el visto bueno de gobierno (entonces del PSC), oposición y vecinos. 

Una vez la urbanización del proyecto volvió a manos del equipo de Godia, en el 2013, se realizó un nuevo proceso participativo, acerca de los futuros usos del cajón. Proceso que los vecinos primero recibieron con desgana, pero que aceptaron al ser encargados por el consistorio a Raons Públiques y La Col, colectivos especializados en urbanismo ciudadano y cercanos al movimiento asociativo del lugar. Fruto de ese proceso se decidió que el jardín debía tener una zona de juegos infantiles, como tiene, y zonas de sombra, como están en proceso, y se descartó, por ejemplo, una zona de ocio para perros.  

BÚSQUEDA DE SOMBRAS

Las reivindicadas sombras, que en algún tiempo se espera que den de forma generosa los aún jóvenes árboles plantados, de momento, en su estreno, habrá que buscarla en las pérgolas instaladas en una de las zonas del largo jardín, que son a la vez placas fotovoltáicas con las que se pretende generar la energía suficiente como para alimentar parte de la instalación, donde también hay numerosos bancos colectivos, no modernas sillas individuales, otra de las peticiones populares.

Hay también un umbráculo, formado por unos toldos cuadrados para aliviar el sol en la zona en la que no se podían plantar árboles ya que forma parte del primer cajón sobre las vías, el que había ya antes de la polémica cobertura.

LOS ACCESOS

El gran reto que tenía el jardín que se abrirá al público en pocos días era unir el barrio, convertir lo que hasta hoy es frontera en punto de encuentro. Ese reto se pretende lograr con la instalación de dos escaleras mecánicas en la rambla de Badal -una en cada lado- y cinco ascensores en las zonas más altas. También se han construído varias rampas con el único objetivo de sanar la herida. De coser un barrio desgarrado por el ferrocarril, cuyos vecinos y comerciantes han sufrido más de una década de obras tras años de dejadez.

Esa herida empezó a curarse hace ya un par años, cuando se dignificaron los pasos subterráneos con las obras de Antoni de Capmany, en la primera fase del proyecto, y con las reformas del centenario mercado, bien cultural de interés local, y sus entornos.

ASIGNATURAS PENDIENTES

La asignatura pendiente es ahora la tercera fase de la urbanización, la del lado mar del cajón. "Es urgente afrontar ya la última fase de la obra. Se trata de un problema social. En la calle de Burgos viven en condiciones precarias más de medio centenar de familias a la espera de que el ayuntamiento actúe", apunta Jordi Clausell, miembro de la comisión de urbanismo de la coordinadora vecinal que ha seguido el cubrimiento de las vías en las últimas dos décadas. Pepo Mediavilla, portavoz de la asociación de vecinos de Badal, habla en la misma línea sobre la urgencia de terminar de una vez por todas "toda" la obra. A sus ojos, algo que debería hacerse siguiendo el plan de consenso inicial, que preveía la demolición de Can Vies; algo que, eso sí, todavía divide al barrio.

{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"Colau quiere mantener\u00a0Can Vies;\u00a0sus socios socialistas, demolerlo\u00a0","text":"Tras el verano, despu\u00e9s de la gran fiesta de inauguraci\u00f3n del jard\u00edn, el gobierno local deber\u00e1 tomar una decisi\u00f3n sobre qu\u00e9 hacer con la tercera fase de la urbanizaci\u00f3n, que pasa forzosamente por decidir si hace compatible la existencia el emblem\u00e1tico centro social okupado con la urbanizaci\u00f3n del lado mar del caj\u00f3n -opci\u00f3n por la que apuesta la nueva concejala, Laura P\u00e9rez- o lo derriban, opci\u00f3n por la que siempre han reclamado\u00a0los socialistas. \"Si alguna vez entramos en el gobierno, lo primero que pediremos es que se derribe Can Vies\", asegur\u00f3 hace solo cuatro meses el concejal socialista Daniel M\u00f2dol en una comisi\u00f3n de Urbanismo. Esa \"vez\"\u00a0ya lleg\u00f3.\u00a0"}}