el drama de la vivienda

Y ahora, la burbuja de las habitaciones de alquiler en Barcelona

Carles Cols

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Barcelona y su siempre asombrosa capacidad de superarse. Con la crisis llegaron los desahucios por impago de la hipoteca y con la recuperación económica (superarse, siempre superarse), las gentrificadoras subidas de los alquileres, con contratos de tres años, además, que están creando una nueva especie de inquilinaje, los nómadas inmobiliarios. La siguiente etapa ya está aquí. La burbuja de las habitaciones de alquiler. Eran hasta hace bien poco un espacio exclusivo de estudiantes en estancias temporales y de personas en la frontera de la marginación social. Ya no. La población que vive en habitaciones crece. ¿Cuánto? Lo suficiente como para que, con preocupación, el Observatori Metropolità de l’Habitatge de Barcelona (O-HB) haya iniciado una misión prospectiva para, con más temor que esperanza, saber a qué se enfrenta.

"Alquila tu habitación y paga tus billetes de avión a Australia", sugiere el anuncio. Merece la pena entrar en la 'app' y valorar cuál es el precio económico y ético de la propuesta

Que algo sucede salta literalmente a la vista. Primer ejemplo. Estación de metro de Sagrada Família. Hay que ir hasta las escaleras mecánicas que dan acceso al andén. Una serie de anuncios de Badi, una aplicación teléfonica, distraen a los usuarios. “Publica tu habitación en Badi y paga tus billetes de avión a Australia”. Al lado, otro anuncio. “Publica tu habitación en Badi y no te preocupes por tu hipoteca”. Hay más. Son el Airbnb del subarriendo de una habitación. Bajarse la aplicación es gratis. Sumergirse en ella quita el hipo. Rubén, de 30 años, alquila en Gràcia un dormitorio en el que un lado de la cama se apoya en la pared y el otro en el armario. Pide 590 euros al mes.

La publicidad de Badi es moderna. Todas las empresas que se presentan como una suerte de oenegés de la economía colaborativa recurren a una interfaz atractiva. También los lemas que emplean lo son. Segundo ejemplo. El Idealista. Si en las pestañas de búsqueda se selecciona una habitación de alquiler, a la derecha aparece un anuncio con tipografía bien llamativa. “No has vivido si no has compartido”. No merece la pena añadir nada más.

Son solo dos indicios (los anuncios de Badi y los mensajes de El idealista) de que hay mar de fondo. También lo es que muy recientemente ha nacido una cuenta paródica en Twitter, El Zulista, para censar casos reales de reír por no llorar.

El concejal de Vivienda del Ayuntamiento de Barcelona, Josep Maria Montaner, resume breve y contundentemente cuál es el reto: "Hay que civilizar el mercado inmobiliario”. Por eso el estudio que ha puesto en marcha el O-HB. No será fácil, admite. Este es un terreno sin luz ni taquígrafos.

Cada piso, una Corea del Norte

Los contratos de tres años y su consecuencia más indesable, las subidas abusivas, están amparados por una ley, la de arrendamientos urbanos, y como toda injusticia tiene quien la combate, en este caso, por ejemplo, el Sindicat de Llogaters. Los desahucios por impago de la hipoteca están tambien reglados por ley y, claro, hay quien trata de impedirlos, la PAH. La vida en una habitación de alquiler depende casi exclusivamente de las normas que dicte el dueño o arrendatario titular de la vivienda. Suelen ser acuerdos verbales. Pocas veces hay contrato de por medio. No hay paladines que defiendan esta causa.

Lo que ocurre puertas a dentro de esos acuerdos lo saben bien quienes lo padecen. Cada piso es un mundo, por supuesto. No habrá dos iguales. A modo de tráiler de una historia real que próximamente se podrá contar en estas mismas páginas, a los inquilinos se les imponen condiciones humillantes. ¿Quieren cerrar con llave su habitación? Eso se cobra aparte. 100 euros por una llave. ¿Quieren empadronarse, indispensable, por ejemplo, para ir al CAP del barrio? No, bajo pena de expulsión. ¿Se piden un par de meses de fianza? Sí, pero el arrendador no deposita ese dinero en el Incasol. ¿Quieren pasar una noche con su pareja? También hay un plus económico para ello. Según se mire, es lo peor. Es como prostituir a la propia pareja.

Barcelona ha reiventado el polémico experimento de Stanford. Ha sustituido a carceleros y reos por arrendadores y arrendatarios

Puede que algún lector recuerde vagamente el llamado experimento de la cárcel de Stanford. No se llevó a cabo en una prisión de verdad, sino en la universidad californiana de Stanford. La mitad de los estudiantes que participaban hacían de reos y la otra mitad, de carceleros. Al cabo de una semana hubo que cancelar la investigación, porque los segundos, el alma humana es así, sacaron su peor cara. Pues eso. El experimento de la cárcel de Barcelona, deberían llamarle.

Que el estudio del O-HB llegará tarde es obvio. Pero llegará. La tarea que le ha sido encargada a Anna Vergés, una de las responsables de estudios del observatorio, es como un curso de espeleología sin linterna. El único modo posible de acercarse a este fenómeno es a través de los portales de anuncios. El sentido común aconseja desconfiar de ellos. A veces se da por bueno el precio de la vivienda que allí aparece en venta o alquiler. Está distorsionado. Al alza. Hay anuncios que pasan las semanas y no se descuelgan. Es porque son más caros de lo razonable. Pero para corregir ese error están los datos oficiales de compra y venta y alquiler. No ocurre lo mismo, sin embargo, con las habitaciones. El O-HB no tiene más remedio que explorar a partir de esos imprecisos portales. Vergés ha localizado 41. Algunos son portales de portales, como una suerte de Trivago de las habitaciones, que buscan el mejor precio.

Las paradojas del O-HB

No será el primer análisis que lleva a cabo este observatorio, creado hace menos de un año por cuatro administraciones (Generalitat, Diputación, Área Metropolitana y Ayuntamiento de Barcelona) para cruzar los gigabytes de datos de que disponen sobre el abisal mercado inmobiliario. El primer informe profundo que presentó el O-HB reveló lo que los propios autores del estudio bautizaron como “las paradojas”. El nombre tiene su qué.

Una paradoja es, por ejemplo, que cuanto más se sale de la crisis más empeoran las condiciones de acceso a un piso de los hogares con ingresos iguales o inferiores a 2,5 veces el salario mínimo interprofesional. Pero otra que no debería pasar desapercibida y que tal vez tiene mucho que ver con esta crónica. Es paradójico que la caída en el número de emancipaciones de los jóvenes va mucho más allá de lo razonable. Puede que sea porque terminan en ese territorio fuera de toda ley que son las habitaciones de alquiler. Se emancipan, pero no se sabe. Según Montaner, el concejal, la sospecha es que una quinta parte de los residentes de habitaciones de Barcelona son permanentes. No es poco. A lo mejor se queda corto. Ya se verá. Sea la cifra que sea, es preocupante. No son solo jóvenes los arrendatarios de habitaciones. También los hay cincuentones largos que no pueden aguantar la subida de los alquileres de los pisos. Tienen trabajo, pero ingresos insufientes. La jubilación a lo mejor les pilla en una habitación. Terrible.

Merece la pena entresacar, por último y para cerrar esta historia, un dato más del informe del O-HB. Está en la página 34. Es un gráfico. Son dos líneas. Una dibuja cuánto pueden pagar quienes buscan piso y la otra, cuál es la oferta del mercado. Las dos juntas trazan la silueta de un pez, que si se le ponen ganas es como la escultura de Frank Gehry de la Vila Olímpica. Podrían ponerle una placa. Monumento a la ciudad sin ley. O algo así.