Los 'botiguers' de Sant Antoni piden blindar el mix comercial

Transformación del barri de Sant Antoni

Transformación del barri de Sant Antoni / FERRAN NADEU

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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En plena efervescencia inmobiliaria, el barrio de Sant Antoni suma varios años de transformación comercial pero ha vivido un 2016 de fuertes subidas de precios, alentadas por el tirón del mercado que tras ocho años de obras levantará el telón la segunda mitad del 2017. En este marco y con algunos vecinos levantando la voz contra un futuro barrio gentrificado y pasto del turismo, la asociación Sant Antoni Comerç hace ahora un doble llamamiento. Por un lado, reclama que se blinde el mix comercial para evitar el monocultivo de restaurantes, y por otra defiende la "transformación natural" de la zona, llamada a reactivar su economía.

El que suscribe estas reivindicaciones en nombre de los más de 500 'botiguers' integrados en el paraguas de la entidad es su presidenteVicenç Gasca. El expresidente de la Fundació Barcelona Comerç es conocido por su talante tradicional y protector del comercio de proximidad. Ha reivindicado el cierre de las tiendas los domingos (al contrario que los ejes turísticos) y la defensa de los pequeños negocios. Sin embargo, y tras más de siete años de obras, el colectivo aplaude sin reservas unos cambios que pueden garantizar la viabilidad del comercio del barrio, mantiene, y que ha incentivado a los supervivientes de siempre a ponerse al día.

MUCHOS CICLOS

Los primeros años de obras dejaron desamparados (rodeados de excavadoras y polvo) a todos los comercios del entorno, mientras el mercado se mudaba a la carpa provisional de la ronda de Sant Antoni. Luego las obras se ralentizaron y se sumó la crisis, que acabó con muchos establecimientos tradicionales y propició dos fenómenos paralelos: la irrupción de comercios regentados por inmigrantes, en algunas calles y en la fronteriza ronda de Sant Pau, y el despegue del eje de la calle de Parlament como calle de moda, con restaurantes, cafeterías y tiendas modernas.

Pero este fenómeno no fue casual. Gasca desentierra material de su hemeroteca para apuntar que el plan de dinamización del barrio fraguado en 1999 ya contemplaba fomentar un "eje de servicios y restauración" en la entonces desangelada calle de Parlament. Un objetivo cumplido de sobras pero que hace temer a parte de los vecinos del riesgo de morir de éxito, como ha informado este diario esta semana

Por el camino se han apeado negocios obsoletos, jubilaciones sin relevo y finales de alquileres antiguos. Y ahora lo que sí temen es que el monocultivo gastronómico devore a la diversidad necesaria para que el barrio pueda autoabastecerse, por eso ven prioritario que el plan estratégico comercial de la zona, en marcha, contemple este blindaje del mix comercial. 

Gasca defiende la tesis de que el componente turístico está muy por debajo del local en los negocios. "La calle de Urgell nunca será la Rambla", mantiene, tal vez con ingenuidad. Y enfatiza que "precisamente lo que se quería en esta ciudad era que el turismo no se concentrara solo en Ciutat Vella".

Tras toda una vida regentando una sastrería ante el mercado, este botiguer opina que la reapertura del mercado renovado será "un revulsivo" en el barrio, que cuenta con unos 2.000 negocios. "Esta zona ya ha vivido muchas transformaciones y ahora vive otra, pero pensamos que para bien".