Los bares de Barcelona se alían con los clientes contra el recorte de terrazas

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Joaquim Tur lleva 30 años al pie del cañón en el bar La Coctelera. Cuenta que se ha reinventado varias veces para sobrevivir a las trabas burocrárticas y la crisis. Pero ahora lo ve negro: "Tengo cuatro mesas y me las quieren quitar aunque jamás se ha quejado nadie", resume. La ordenanza de terrazas de Barcelona no solo afecta a su velador, sino a todo el negocio, por lo que cinco clientes y vecinos se han sumado a su causa. Un simple ejemplo entre los más de 90 establecimientos que en apenas unos días ya cuentan con unos 500 padrinos anónimos.

Tras la campaña de famosos del pasado invierno apoyando la supervivencia de muchas terrazas históricas, los locales buscan ahora el respaldo en sus propios clientes, que además suelen ser vecinos. Los empresarios (la mayoría modestos) cuestionan el supuesto "equilibrio entre actividad económica y uso vecinal de la vía pública" que reclama el ayuntamiento. "Los que se sientan a comer, cenar o tomar un café en nuestras terrazas también son vecinos de la ciudad", argumentan, mientras movilizan a sus parroquianos. Un pulso complicado porque la saturación de mesas en algunas zonas también ha provocado variadas quejas de muchos residentes.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Los afectados por la p\u00e9rdida de mesas","text":"\u00a0siguen divididos entre los que acatan el tijeretazo y los que aguardan cambios en la norma"}}

La incertidumbre que vive el sector de la hostelería respecto a la ordenanza de terrazas y sus posibles modificaciones a corto plazo ha hecho que el verano empiece con baile de sillas. Como informó este diario hace un mes, el sector se divide entre los que han acatado la implantación de las controvertidas reglas de distancias del 2015, y los que se aferran al volumen que tenían autorizado en el 2014. En este panorama y ante el riesgo de inspecciones y sanciones, los afectados echan mano del rey del terraceo: el cliente.

RECOGIDA DE FIRMAS

La movilización va de la recogida de firmas (los operadores de la Rambla del Poblenou han entregado 8.500 al ayuntamiento y los restaurantes y bares agremiados suman más de 30.000) hasta los apadrinamientos propulsados por el Gremi de Restauració de Barcelona. Una selfie inmortaliza los apoyos, casi siempre junto al dueño del negocio.

Según los últimos datos del ayuntamiento, de las 4.400 terrazas de calle más de 1.100 han tenido que acatar recortes del 53% de media en su espacio, lo que supone el desmantelamiento total de algunas. Las quejas del gremio inciden en que se trata de negocios consolidados que de la noche a la mañana pueden arruinarse sin este recurso a la fresca. Los apoyos anónimos también llegaron espontáneamente durante la campaña de famosos que recogió este diario y que acabó en un libro.

En La Coctelera los cinco padrinos incluyen dos jubilados, un parado y dos vecinos en activo, como Roberto Grijalba, que defiende "el ambiente incluso de noche" y hasta en época de estufa. En la Vermuteria Lou (Escorial,3), que pierde tres de sus cuatro mesas y hace unos meses apadrinó Amparo Moreno, ahora son cuatro jubiladas las que se hacen la foto. Montserrat Latorre, de 80 años, dice que su ritual diario incluye una parada para el café o una tapa con amigas cada vez que sale del médico. "La Lourdes nos guarda la mesa", bromea.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"UNA NORMATIVA COMPLEJA Y PENDIENTE DE CAMBIOS","text":"La norma fija tambi\u00e9n criterios especiales para 30 zonas singulares, por su ubicaci\u00f3n y densidad. Hasta la fecha se han aprobado las regulaciones de Rambla Catalunya, avenida Gaud\u00ed, Blai-Blesa, plaza Bonanova, Major de Sarri\u00e0, Av. Mistral, paseo de Sant Joan y Diagonal. Cuentan ya con informes positivos Enric Granados, Rambla del Poblenou y entorno de Sagrada\u00a0Fam\u00edlia."}}

Comerciantes y trabajadores de la zona de Santaló, donde se enclava el Marcel, apoyan este velador que debe pasar de 20 a 8 sillas. Su propietaria, Cristina, clama que tras 24 años "los clientes son amigos". "La gente hace cola para sentarse fuera aunque dentro haya sitio. ¿Iara quién creéis que es el espacio público? ¡Para el ciudadano!", explica, con el respaldo moral de Lola, Enric, Cristina y Mercedes. Esta última, botiguera, trabaja al lado y come en sus mesas a diario. "Las terrazas dan vida al barrio", opina.    

Comparten circunstancias con el 4 Vientos (Mallorca, 330), donde Rafael Gómez tiene que reducir sus 24 sillas a la mitad, aunque "en 31 años no ha habido problemas con los vecinos". "Lejos de quejarse, les da seguridad, saben que llegan un sábado o domingo por la noche y aquí estaremos". Los que frecuentan la zona, Xavier Prat, Francisco Cantos, Jesús Sánchez, Fanny Galindo... no conciben la desaparición de su rutina.

Al otro extremo del Eixample, el Bar Roca reduce de 16 a 8 sus asientos. Olga Roca, al timón, no entiende que 15 centímetros les hagan eliminar jardineras y dos sillas por mesa. Para ella es peor que las bicis suelan invadir sus aceras poniendo en riesgo al peatón. Y en el siempre concurrido O'Retorno de Urgell, Fermín Pérez, tras 24 años en la zona, advierte que sin terraza tendría que prescindir de media plantilla, secundado por un grupo de residentes.

La campaña alcanza ejemplos en calles controvertidas. Como Blai o Enric Granados. En esta, desde Casa Júlia, varios vecinos del bloque prestan su rostro y firma. Dan por hecho que vivir en una ciudad comporta trajín. Y que hay molestias mucho peores, remata Vicente Villacampa.