BARCELONEANDO

Maltratadores de palancas

TMB ultima una campaña para disuadir a los usuarios que fustigan los mecanismos de apertura de las puertas del metro

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Mauricio Bernal

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Somos gente acostumbrada a viajar en metro por Barcelona y sabemos: a). Que hay una raza de viajeros emparentada por el deseo maniaco de reducir a cenizas la palanca de apertura de las puertas cada vez que el convoy está a punto de detenerse. Al igual que ciertos aficionados al fútbol, parece que estos viajeros han optado por descargar una parte de su descontento vital con la pequeña palanca metálica, a la que someten a elocuentes torturas como si hubieran descubierto que en el uso de la fuerza bruta radica el secreto para salir con vida del vagón.

b). Que esa misma raza no se detiene si en vez de palanca hay un dócil botón diseñado para encenderse justamente cuando la puerta está dispuesta para la apertura. No antes. Nadie con un mínimo de querencia por su integridad se ha atrevido a explicarles esto, en parte por la sospecha de que su actitud no es producto de la ignorancia, pero más que nada por la certeza de que podrían acabar aporreados igual que el botón.

c). Que con notable frecuencia los miembros de esta ansiosa cofradía son los mismos que se levantan de sus sillas con antelación inusitada, o que viajan pegados a la puerta en permanente estado de alerta, como si abrigaran la sospecha de que otro de su misma raza acecha en el vagón y por nada del mundo estuvieran dispuestos a cederle el lugar preferente junto a la puerta; el que permite aporrear palancas y botones.

El 7% del presupuesto

Todo esto que resulta hasta cierto punto hilarante resulta que está haciendo mella en las arcas municipales. En el presupuesto que Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) asigna al mantenimiento de vagones la partida dedicada a reemplazar palancas y botones ha crecido a un ritmo sostenido durante los últimos 10 años, y parece que todo obedece a que el barcelonés se ha vuelto campeón mundial de este maltrato. No es una gran partida, no van a arruinar la ciudad, pero han conseguido llamar la atención de las autoridades de transporte.

La agencia ya tiene un eslogan tentativo: "La palanca no tiene la culpa"

TMB ha consultado con sus pares de ciudades como París, Londres, México y Nueva York y ha encontrado que el porcentaje del presupuesto de mantenimiento de vagones destinado a arreglar o reemplazar los dispositivos de apertura oscila entre el 2% y el 3%, mientras que aquí roza el 7%. Se trata de una diferencia de varios miles de euros. La cúpula de TMB estudia medidas para reducir el impacto, entre ellas una campaña que está previsto que se ponga en marcha a más tardar la próxima primavera. Trabajadores de TMB están llevando a cabo una encuesta entre los usuarios del metro, y con los primeros datos la agencia de publicidad responsable ya tiene un eslogan tentativo: “La palanca no tiene la culpa”.

Un microcosmos

Como todo usuario de metro sabe, hay un microcosmos allá abajo habitado por numerosas especies de viajeros, de las cuales el maltratador de palancas en el que ahora ha puesto los ojos TMB no es sino una parte del todo. Hay otras especies familiares como los usuarios que saben con matemática precisión qué puerta de qué vagón quedará encarada con las escaleras en la estación en la que tienen previsto bajarse, y que lo saben no solo en sus viajes habituales sino cuando hacen incursiones en territorios desconocidos. Es menos frecuente encontrarse con el viajero que pone nervioso a todo el pasaje caminando de arriba abajo a lo largo del vagón, a veces del tren entero, no se sabe si porque es incapaz de hallar un sitio que le satisfaga o porque hacerlo forma parte de su concepto de viaje, pero hay por lo menos dos o tres especímenes plenamente identificados que cultivan esta práctica. La diferencia con el maltratador de palancas es que su exotismo no merma las arcas municipales.

Se baraja la posibilidad de poner mensajes en cada puerta

Aunque la campaña está lejos de estar decidida, se baraja la posibilidad de poner mensajes en cada puerta señalando, quién sabe: acaso la condición vulnerable de los mecanismos de apertura. Aunque si la vara de medir es la atención que la gente presta a los mensajes en el metro, por ejemplo a las pegatinas que piden a los viajeros que dejen salir antes de entrar, no se le augura mucho éxito. El maltratador de palancas igual merece un tratamiento de choque.

Feliz día de los Inocentes.