BARCELONEANDO

¿Y si cambiamos de virgen?

Concierto inaugural del nuevo órgano de la basílica de la Mercè

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Ramón de España

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Siempre he pensado que las fiestas mayores deberían ser una exclusividad de los pueblos, para que se diviertan los mozos y las mozas -sin necesidad de arrojar a una cabra desde el campanario de la iglesia o ahogar o prender fuego a los toros-, se entretengan un poco y aguanten con entereza el aburrimiento inevitable del resto del año. Las grandes ciudades no deberían celebrar su fiesta mayor porque se supone que en una urbe como Dios manda cada día es Nochevieja. Soporto estoicamente que ciertos barrios de Barcelona celebren una fiesta anual para recordar que (nunca) fueron el pueblecito entrañable con el que sueñan sus habitantes. Gràcia o Sants son ejemplos clarísimos de esa nostalgia. Los del Eixample, afortunadamente, es como si no fuésemos de ninguna parte y nos libramos de la tabarra.

Lo que ya me indigna es que Barcelona también celebre su fiesta mayor, como si la ciudad fuese incapaz de emborrachar a sus habitantes todo el año. Y encima, bajo la bendición de una virgen, cargándonos así el laicismo institucional y el progresismo feminista de la alcaldesa, aunque recurra a Leticia Dolera para leer el pregón. Para colmo, la oferta musical nunca está a la altura deseada -por cierto, ¿hay alguna fiesta mayor en toda España en la que no actúen Love of Lesbian?-, y de la de este año solo me ha llamado la atención la de un grupo que adoro, Mercury Rev, cuyo álbum fundamental, 'Deserter¿s songs' (1998), no estaba dedicado precisamente a los barceloneses que cada vez se ven más empujados a abandonar su ciudad a causa de unos alquileres imposibles.

Pero, bueno, si hemos de seguir bajo la admonición de una virgen, tal vez ha llegado el momento de buscarnos una nueva ante la inoperancia de la que tenemos. Personalmente, propongo abandonar a la Mercè por la Virgen de los Remedios, a tenor de un espectáculo urbano al que asistí hace unos días y que les voy a explicar para que se hagan una idea de en qué manos estamos.

El lunes 17 de septiembre, salía yo de la sede de la Casa del Llibre en la Rambla de Catalunya -tras presentarle a Arcadi Espada la reedición de su profético libro de hace dos décadas 'Contra Catalunya'- y enfilé la Rambla hacia arriba junto a una amiga y su hijo que iban en la misma dirección. Al llegar a la esquina de la Rambla con Consell de Cent, nos topamos con una mujer tirada en el suelo, observada atentamente por dos ciudadanos, uno de ellos con patinete. Como nos salió el buen samaritano que llevamos dentro, nos acercamos a ver qué pasaba. Me temía que la buena señora hubiese sido atropellada por el del patinete, pero no era así. El otro observador, un médico italiano, me contó que había asistido a una bronca entre la yacente y una patrulla de la Guardia Urbana que, tras aguantar insultos y patadas en el coche por parte de la mujer, había optado por largarse dejándola allí tirada. El hombre había pedido una ambulancia por teléfono y llevaba unos minutos esperándola.

La mujer, a todo esto, seguía en el suelo, saliendo de su sopor de vez en cuando para llorar, ciscarse en todo y entregarse a la autocompasión. Hay que reconocer que no ponía las cosas fáciles: cuando mi amiga le posó la mano en el hombro para animarla, se llevó un sopapo en el brazo. Nos pusimos a llamar todos al 112. La mujer, de vez en cuando, se ponía trabajosamente de pie, recorría unos metros con la comitiva detrás, tratando de hacerle entrar en razón, y se desplomaba de nuevo. Lo hizo un par de veces, mientras nosotros esperábamos refuerzos. A los 50 minutos de mi llegada al lugar de los hechos, la mujer se levantó por tercera vez y echó a andar. En esos 50 minutos no había aparecido ni una ambulancia, ni un mosso d¿Esquadra, ni un guardia urbano. No sé si la enajenada -que parecía haber consumido alcohol, drogas o ambas cosas- llegó viva a casa o resultó atropellada por el camino. Puede, incluso, que la diñara durmiendo a causa de una herida interna.

Ante la presteza y la eficacia de la asistencia médica y policial, creo que la Virgen de los Remedios ya tarda en hacerse cargo de esta ciudad.