La ciudad de los manteles (2)

Néstor Luján atesoró una magnífica colección de cartas de restaurantes que custodia la Biblioteca de Catalunya

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OLGA MERINO / BARCELONA

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Sucede a veces que una cosa lleva a la otra, como se enredan los rabos de las cerezas, y charlando el otro día con el escritor Miquel Sen vino a hilo la existencia de otra magnífica colección de cartas de restaurantes, la que compiló el gastrónomo Néstor Luján (Mataró, 1922 – Barcelona, 1995), custodiada en la Biblioteca de Catalunya.

Seis meses después del fallecimiento del 'mestre' -la semana próxima, el jueves, se cumplirán 21 años-, su viuda, Tin Luján, legó a la institución buena parte de la biblioteca, casi todos los libros que contenía su piso de alquiler de 470 metros en la Diagonal, así como el repertorio de cartas. Son solo 12 cajas, los menús, pero ¿por dónde empezar a curiosear?

La intuición se decanta por las más alejadas en el tiempo, a las que esta crónica se dedica con el mismo deslumbramiento que debió de sentir Alí Babá ante la cueva de los 40 ladrones: la carta más antigua data de 1892, la del Hotel Restaurant Grand Continental. También aparece la minuta de la cena íntima ofrecida en el Reial Cercle Artístic a los pintores Ramon Casas y Santiago Rusiñol con ocasión de unos premios, un ágape donde la concurrencia pudo degustar la sofisticación, en la Barcelona modernista, de unos macarrones al gratén. O el recordatorio del banquete que la colonia francesa organizó para el dramaturgo Àngel Guimerà, el 25 de marzo de 1916, por su nombramiento como caballero de la Legión de Honor.

Aunque la colección contiene cartas de restaurantes de todo el mundo, aquí manda la ciudad. Muchas cenas de empresa, de esas que tanto se estilan en estas fechas, como la del Colegio de Notarios en diciembre de 1915 o la del Gremio de Hiladores del Estambre en 1913. El mismo año, los Metjes (sic) de la Llengua Catalana cenaron capón del Prat rustido en el 'sopar de germanor' tras su primer congreso.

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Una parte no desdeñable de los menús más antiguos procede del restaurante Maison Dorée, abierto en 1903 por los hermanos Pompidor en el número 22 de la plaza de Catalunya, a inspiración de la Maison d’Or de París. Cuenta Miquel Sen a propósito que la expresión “sopars de duro”, como sinónimo de algo inalcanzable, viene precisamente de ahí, de las cinco pesetas —una fortuna en la época— que costaban los cuatro platos riquísimos del menú.

En el silencio medieval de la biblioteca, donde apenas se escucha el susurro crepitante del papel, cuesta lo suyo reprimir una exclamación de sorpresa cuando, entre la montonera de documentos, emergen dos diamantes casi seguidos y procedentes del mismo lugar, el restaurante del Hotel Majestic. La primera, la cena ofrecida a Frederic (sic) García Lorca, el 23 de diciembre de 1935, después de que hubiera concedido a Barcelona el privilegio de estrenar la pieza teatral 'Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores'.

La segunda joya lo es por su valor sentimental: el 16 de noviembre de 1937, en plena guerra civil, ya escasean los víveres, pero el comedor del Majestic sigue redactando las minutas en francés, como si nada, para echarle ilusión a un almuerzo sin mucho lustre en el que suena mucho mejor 'saucisses aux petit pois'. “En tiempo de hambre no hay pan duro”, dejó escrito con sorna un comensal anónimo en una esquina del tarjetón.

El mismo coleccionista hace a veces anotaciones en las cartas que atesora o bien corrige las faltas de ortografía. En una ocasión, durante una cena en febrero de 1958, en la que debía de aburrirse, improvisa un pareado en la minuta del Grill Colon, un rodolí muy enojado: “Porten un cony de llobarro/ com si fos un gran cagarro,/ bullit, fred, un desastre/ és repelent el pollastre”. Ay, el estilete sarcástico de Luján.

En fin, se agotan las líneas y queda en el tintero un sinfín de anécdotas barcelonesas, como la cena dedicada a Eva Perón con ocasión de su visita,  el 24 de junio de 1947. La colección del gastrónomo erudito bien merecería una exposición, pero con las cosas de la cultura, ya se sabe; un estorbo, un desvarío.