UN VISTAZO A LOS ANUARIOS ESTADÍSTICOS DE LA CIUDAD

Barcelona, un siglo después

Con un tercio de la población, había más bodas, más nacimientos y más muertes

ambiente en la calle de Aragó, esquina Muntaner, en 1914.

ambiente en la calle de Aragó, esquina Muntaner, en 1914. / ARCHIVO

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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La estadística es una ciencia que aplicada a una ciudad deviene un frío análisis de la actividad urbana, una foto fija sin demasiado contexto. Pero si se comparan los datos, si se echa la mirada atrás, se convierte en un asombroso ejercicio costumbrista, en un espejo de lo que fuimos siendo. Barcelona era en 1914 un lugar en construcción, azotado por enfermedades que hoy suenan a medievo, tomado por las bicicletas, con más bodas nacimientos pero también más fallecimientos que un siglo después, revolucionada por la noche nocturna a pesar de que el Noucentisme dictaba serenidad. Era, de hecho, una urbe incompleta, puesto que Sarrià y unos retales de Sant Adrià y L’Hospitalet no serían absorbidas hasta los años 20 y 30.

Bucear en el anuario estadístico de hace 100 años, que roza las mil páginas, es una delicia literaria. Por el formato y también por el fondo. Vaya de entrada el reconocimiento al funcionario municipal que tuvo que digitalizar los volúmenes históricos -el más antiguo es el de 1902- que pueden consultarse en la web del ayuntamiento. La ciudad contaba, como ahora, con 10 distritos, pero los nombres nada tenían que ver con la organización actual. Los 587.411 habitantes vivían en Ataranzas, Audiencia, Barceloneta, Concepción, Hospital, Lonja, Norte, Oeste, Sur y Universidad. El reparto por sexos se ha mantenido sin apenas variación. Había un 47,32% de varones y un 52,62% de hembras. Ahora, con 1.602.386 personas, el porcentaje se ha decantado seis centésimas a favor de las mujeres.

34% DE ANALFABETOS

Barcelona tenía en 1914 un 34% de analfabetos, cuatro puntos menos que diez años antes. Hoy es impensable que se recoja este dato. Se sustituye por el nivel de estudios (un 6,1% carecían en el 2014 de formación alguna), pues se da por sentado que la inmensa mayoría de barceloneses son capaces de leer y escribir.

Resulta llamativo comprobar que el sentimiento metropolitano era más poderoso hace un siglo que ahora. Glòries era el centro de todo. Los proyectos pendientes parecían destinados a cumplir el deseo de Cerdà de que aquel fuera el núcleo de la gran ciudad. En aquella época se hablaba de instalar en la gran plaza, hoy en obras, un nuevo ayuntamiento. Curioso, porque el gobierno de Xavier Trias encargó un estudio para construir un flamante Parlament en este mismo lugar. Ni una cosa ni la otra llegaron a llevarse a cabo. El ombligo político nunca se movió del contorno de la antigua Barcino, pero sí se fueron abriendo otros focos, como el de la plaza de Espanya. La ciudad es a día de hoy una de las que más congresos y conferencias alberga en todo el mundo. El origen de este hito puede situarse en la Exposición Universal de 1929, y más concretamente, en el año en el que se anunció que Barcelona acogería tan significada cita: 1914. La zona de Montjuïc era entonces un terreno marginal, incómodo. Se abrió la plaza en el antiguo camino a Madrid en su cruce con la Vía de las Cortes Catalanas. El crecimiento de la zona fue natural, sin traumas.

SACAR TAJADA DE LA NEUTRALIDAD

Barcelona contemplaba desde la grada cómo Europa se batía en la primera gran guerra. Sacó tajada de la neutralidad, con significativos aumentos en la industria para poder abastecer a los bandos que quisieran aprovechar las bondades y la abundancia de un territorio virgen de bombas. “La capital catalana se transformó en un inmenso tablero de ajedrez lleno de estrategias y de sobornos para que muchos diarios de la época se convirtieran en altavoces de la propaganda de cada lado”, explica el periodista y escritor David Ravelles, impulsor, el año pasado, de la ruta '¡Y la gran guerra transformó Barcelona!'. La sociedad se dividió entre aliadófilos, una mayoría, y germanófilos, minoritarios. Las clases populares hicieron emerger una cultura, un nuevo ritmo urbano que hizo que la ciudad basculara del provincianismo al cosmopolitismo. Nuevos teatros, cabarets. También los primeros meublés.

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Aquel renacer urbano e industrial coincidió con una terrible epidemia de tifus. Entre octubre de 1914 y enero de 1915, esta bacteria se cobró la vida de 2.267 barceloneses, sobre todo en el Barrio Gótico. Lluís Claramunt, director del Instituto Municipal de Higiene hasta 1933, dictaminó que el origen estaba en el consumo del agua proveniente de la mina de Montcada, contaminada a causa de la rotura de un acueducto que propició que se contagió con aguas sucias de los pozos negros del Eixample. En resumen: la población bebía excrementos; la total suciedad. Ese canal, por cierto, pasaba por debajo de la Sagrada Família. Fue una epidemia con aires de siglo XIX, como la fiebre amarilla de 1821 o el cólera de 1854.

TIFUS, TUBERCULOSIS, DIFTERIA...

En 1914 murieron en Barcelona un total de 16.577 personas (8.530 varones y 8.047 hembras). Cien años después, la ciudad enterraba a 14.835 vecinos, casi 2.000 menos a pesar de casi triplicar la población. Y si antes perecían más hombres, en el 2014 la balanza se decanta del otro lado: 7.060 hombres por 7.775 mujeres. Si ahora son básicamente las enfermedades vasculares o el cáncer, en 1914 las causas de mortalidad eran mucho más variadas. Al margen del citado tifus, se cebaron en la población la tuberculosis (1.381 muertes), las enfermedades del sistema respiratorio (1.114) o las del corazón (1.577). Llama la atención, según detalla el anuario centenario, que 1.218 personas perecieran por “congestión, hemorragia y reblandecimiento cerebrales”. Aparecen enfermedades pretéritas que han regresado de manera puntual a Catalunya, como la difteria, que se llevó por delante a 141 barceloneses.

También el sarampión (88), la viruela (336), la escarlatina (13) o los terribles efectos de la diarrea, que se cebaba en los más pequeños (895). El “cáncer y otros tumores malignos”, hoy causantes de una muerte de cada tres, ya hacían estragos, con 627 bajas que entonces solo representaban el 3,8% del total. También se significaban las muertes violentas (163) y los suicidios (102), datos que con el paso de las décadas dejaron de recogerse.

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La mortalidad era especialmente cruda con los más pequeños. El 23% de los fallecidos en 1914 (2.800) tenían menos de diez años. Este dato, el hecho de que tantos niños no superaran tan tierna edad, ayuda a entender por qué la esperanza de vida global era tan corta. En el 2014, según los datos que recoge el consistorio, murieron en Barcelona 33 menores de 14 años, el 0,2% del total.

Los barceloneses tenían más hijos en 1914 que en el 2014. El año pasado llegaron al mundo en la capital catalana 13.396 niños, mientras que hace cien años, con dos tercios menos de población, vieron la luz 15.131, el 7% de los cuales nacieron muertos. Un año antes, en 1913, había abierto en Barcelona la Lactancia Municipal, encargada del cuidado de las madres y de distribuir leche no materna a los recién nacidos. En los siguientes 10 años, la proliferación de lugares como este ayudaron a una notable mejora de la sanidad materno-infantil. En esta misma década empezó a funcionar el nuevo edificio del hospital de Sant Pau, y aparecieron las primeras clínicas privadas, con modernos equipos médicos, destinadas a las clases medias y altas.

'BOOM' DE LA BONDAD ECONÓMICA

La población inició en 1914 un ascenso insólito en la ciudad. El ritmo de crecimiento se mantuvo hasta 1930, y respondía a las bondades económicas derivadas de la primera guerra mundial. El despegue del mundo obrero vinculado a la madera y el textil y la construcción convirtieron Barcelona en un imán para la Catalunya interior, pero también para gentes venidas de otras regiones, sobre todo valencianos, aragoneses, murcianos y andaluces. Muchos de ellos se convirtieron en chabolistas. En la ciudad existían ese año 1.218 barracas en las que vivían 4.950 personas. Este tipo de construcción es hoy muy residual. Pueden encontrarse en Collserola, en la ladera de Montcada, pero el consorcio del parque natural inició hace algunos años un plan para erradicarlas.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La semana tr\u00e1gica de 1909\u00a0","text":"dej\u00f3 un poso de revuelta social. En 1913 se produjeron 72 huelgas, m\u00e1s que nunca hasta entonces\u00a0en la ciudad"}}

Nacía y moría más gente que ahora. Y también se celebraban más bodas, muchas más. En 1914 se registraron 5.246 matrimonios, por 3.831 en el 2014. Los meses preferidos por los enamorados, a diferencia de hoy, que la gente elige julio y octubre, eran mayo y diciembre. El anuario del siglo XX detallaba el tipo de parejas. De este modo, sabemos que hubo 16 bodas entre viudos, 40 enlaces entre barceloneses menores de 20 años y siete matrimonios en los que uno de los contrayentes tenía más de 60.

En el aspecto laboral y económico, la ciudad arrastraba una década de aumento de los precios que no vino acompañada de incrementos salariales. El coste de la vida había subido un 25% y la semana trágica de 1909 había dejado un poso de revuelta social latente. En 1913 se produjeron 72 huelgas (sobre todo en el textil y en el metal) en las que participaron 51.555 trabajadores. Fueron el doble de protestas que el año anterior y la cifra más elevada de la historia de la ciudad. Un siglo después, en datos de toda la provincia, se registraron 133 paros laborales en los que se implicaron 101.884 personas. La lucha obrera se mantiene.

MÁS BICICLETAS QUE COCHES

En las calles se imponían los tranvías, los carros de industria y de eje fijo y las bicicletas. Los vehículos de motor, tanto los automóviles como las motos, eran franca minoría, si bien es cierto que desde 1910 habían multiplicado su presencia en la ciudad. El anuario antiguo explica que a diario “pasan de treinta mil los forasteros que afluyen a la ciudad y casi todos regresan el mismo día a sus respectivos domicilios en las poblaciones vecinas”. Ahora son más de 300.000 los ciudadanos metropolitanos que cada día acceden a la capital catalana por motivos laborales, y 67.000, los que vienen a estudiar. La ciudad vivía en 1914 la máxima eclosión del tranvía, cuya primera línea, de la Boqueria Lesseps, se inauguró en 1872. Esto sucedía en casi 14 millones de metros cuadrados, una superficie que ahora es de más de 102 millones de metros cuadrados. En 1910 aparecieron los primeros autobuses, pero de poca fiabilidad, y el metro no llegaría hasta la década de los años 20. De aquellos raíles solo queda el Tramvia Blau, convertido en atracción turística, que une la plaza Kennedy y la del Doctor Andreu. Las líneas de bus de TMB circulan hoy por los recorridos del tranvía, aunque la empresa está inmersa en una transformación de ejes (red ortogonal), en forma de retícula, para que el transporte en superficie sea más eficiente.

 También las temperaturas aparecen recogidas en los anuarios estadísticos. El año 1914 tuvo una temperatura media de 16,3 grados, con una máxima de 30 grados en junio, y una mínima de 3,2 bajo cero en enero. Cien años después, el registro medio fue de 18,2 grados, con un tope de 34 grados y una mínima máxima de 4,4. En cuanto al alumbrado, entre eléctrico, gas y petróleo, la ciudad disponía de 29.016 alumbrados. El año pasado había en Barcelona 139.151 puntos de luz, todos alimentados por electricidad y cada vez con mayor presencia de leds, con menor consumo pero más caras que las convencionales.

EL PESQUERO LORD ROBERTS

El anuario de 1914 regala algunas perlas dignas de mención y de difícil comparativa con los tiempos actuales. El documento aporta información sobre las reses sacrificadas en los mataderos de Barcelona. Se llevan la palma los carneros (362.969), los corderos (109.155), las ovejas (96.480) y las terneras (90.193). En total, 843.422 cabezas de ganado que supusieron 29.467 toneladas de carne para abastecer a la ciudad. También en el mar se trabajaba a destajo. Faenaban un total de 16 pesqueros que sacaron del agua 1.650 toneladas netas de pescado. Algunos nombre de estos buques de vapor no tienen desperdicio: Scomber, Lord Roberts, Fantasma, Avispa o Misericordia. También llama la atención la transparencia a nivel policial. El anuario comparte los “servicios prestados por la Guardia Municipal”. Fueron, entre otros, 136 por disparo de arma de fuego, 586 por escándalo, 88 por actos deshonestos, 47 por dar muerte y 738 por hurto y robo, el delito que más solicitó del concurso de la autoridad. En aquel tiempo, la policía local disponía de un presupuesto de 1,2 millones de pesetas.

En el aspecto político, el Partit Radical y la Lliga Regionalista estaban empatados a concejales. Hoy, 100 años después, Ada Colau le saca uno a Xavier Trias. Barcelona ha cambiado, pero quizás no tanto.