CUATRO MESES DEL 17-A

Barcelona se fortifica tras el atentado de la Rambla

Bolardos en el acceso a la Rambla por la zona de plaza de Catalunya.

Bolardos en el acceso a la Rambla por la zona de plaza de Catalunya. / periodico

Víctor Vargas Llamas

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Solo hay un paseo en todo el mundo que pueda lucir el mérito de acuñar un verbo propio. La Rambla, una vez más la excepción. Y es que ‘ramblear’ solo puede sonar a anomalía léxica a quienes no hayan transitado por la bulliciosa serenidad mediterránea que prende de sus baldosas. Caminar este diciembre por su tramo central, hablar con comerciantes, mezclarse con vecinos y guiris es cerciorarse de que la Rambla sigue conjugando con las mejores esencias de Barcelona. Alivia comprobar sobre el terreno que cuatro meses después de la terrible herida de los atentados del 17-A la piel cicatriza con una premura que pulveriza todos los pronósticos.

"¡La Rambla no ha dejado de ser la de siempre tras el atentado! Se respira el mismo ambientazo"

Luis Fuentes

— Vecino

Hoy, el célebre espacio declina con todas las formas posibles de rambleo, vuelve a ser lo que era. "¡Es que nunca ha dejado de serlo! Se respira el ambientazo de siempre. El mar de fondo, las callejuelas, la mezcla de gente de aquí y de allá…", relata el jubilado Luis Fuentes, asiduo del lugar, aposentado en su banquito preferido, uno de esos orientado al sol. A una veintena de metros de él y de la fuente de Canaletes, la novedosa presencia de media docena de bolardos que la Junta de Seguridad Local ha instalado esta semana. Han aparecido por sorpresa, para respetar el principal motivo que inspira su presencia: la seguridad. Idéntico argumento para que ni Mossos d’Esquadra ni Ayuntamiento de Barcelona avancen las futuras actuaciones en otros enclaves. Hasta ahora se han instalado barreras también en portal de l’Àngel, la catedral de Barcelona y la Sagrada Família, en estos casos en forma de macetones, reforzados con una placa metálica en la base.

Complejidad

Los bolardos , esta vez, no tratan de pacificar el tráfico del casco urbano, sino para dificultar en la medida de lo posible nuevas conspiraciones contra la convivencia. Un elemento disuasorio que cuenta con el beneplácito de los lugareños, que no obvian la desigual partida que se juega sobre el tablero planetario. "La manera en la que se ha adaptado la gente ha sido otra vez ejemplar, pero siempre dependes de los terroristas. Solo nos queda la reacción a cada una de sus acciones" relata José, empleado de un hotel.

Un guardia urbano coincide en la complejidad de la misión. "Un compañero calculó más de un centenar de bolardos necesarios para blindar totalmente la entrada al área de Portaferrissa, portal de l’Àngel y Rambla", relata. Extremo inviable, dado que debe facilitarse el acceso a los servicios de emergencia, revela Daniel, señalando los enormes tiestos de portal de l’Àngel. "Al menos no pueden ir en línea recta y embalarse con facilidad", dice. También en la Rambla es posible incorporarse desde callejuelas adyacentes y "aprovechar las rampillas de los pasos de cebra", como indica Susi, una italiana de Rímini enamorada de la ciudad y de la "firmeza y la serenidad" con la que ha respondido.  

"Estos meses han sido una lección de valentía y de civismo. De tirar adelante con una naturalidad que impresiona", revela José Luis Morais, quiosquero del tramo inicial de la Rambla. Tampoco se puede obviar el daño infligido y que él ha vivido muy de cerca, pese a estar de vacaciones el día del atentado yihadista. Solo puede haber cicatriz donde hubo herida. "Un compañero lo vio todo. Ha estado de baja por problemas emocionales y una pequeña arritmia, y al regresar al trabajo tuvo que pedirla de nuevo porque la gente le preguntaba cómo pasó y se le hizo un mundo", revela.

Seguridad

"No te sientes inseguro. Miras a tu alrededor y estás rodeado de policía", dice Víctor, un nigeriano afincado en Barcelona desde hace 12 años, mientras señala a un vehículo de los Mossos patrullando por Portaferrissa. "Y los que no ves… Que hay un montón de secretas", añade un buscavidas engominado que se marcha con sonrisa de pillastre. No han transcurrido ni dos minutos cuando pasa otro vehículo policial, esta vez de la Guardia Urbana. La presencia de bolardos, jardineras y la extensa tropa armada revelan un centro urbano altamente fortificado, sin resultar medidas invasivas en exceso. 

"Siempre iremos un paso por detrás de los terroristas, pero al menos que sea con la actitud de esta ciudad"

Marcus

— Turista brasileño

Se asimilan las medidas de seguridad en el centro en la misma medida en que brota el caos, esta vez como síntoma de normalidad. El trasiego incesante, la fauna urbana inagotable, los trapicheos, los grupos guiados de turistas. Aunque de estos últimos "se ven menos", según revela Trini en su parada de figuras de barro de la feria de Santa Llúcia, junto a la catedral. "Ha bajado la afluencia turística, pero me da que tiene más que ver por todo el lío entre independentistas y unionistas que por el atentado de agosto", relata.

En la Sagrada Família, Laura, empleada del Bus turístic avala el pragmatismo con que los visitantes han encajado la desgracia. "Deben de pensar que es difícil que vuelvan a actuar tan pronto en el mismo lugar, aunque nunca se sabe…", dice. Cerca de ella, junto a unos pilones de seguridad, el brasileño Marcus agradece la sensación de seguridad que le brinda toda la ciudad y celebra la actitud de los autóctonos. "Siempre vamos a ir un paso por detrás de los terroristas –dice Marcus--, pero ya que debe ser así, al menos que sea con la actitud que se respira en Barcelona".