ENCLAVE CULTURAL DE REFERENCIA

El Ateneu Popular Nou Barris celebra 40 años de cabreo y circo

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HELENA LÓPEZ / BARCELONA

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Helena tiene 11 años y muy claro que cuando termine de la escuela infantil quiere pasar a la juvenil, y después a la profesional Rogelio Rivel, en la carpa plantada tras el Ateneu Popular Nou Barrisdonde la pequeña se siente como en casa. Está en casa, de hecho. Su hermana Emma, de 14, es alumna de la escuela juvenil, y Susanna, su madre, activo miembro del 'hampa' - "sobre todo, hampa con hache, heroica asociación de madres y padres"- de la escuela de circo del Ateneu, donde estos días las familias preparan el Carnaval. Han bautizado la carroza 'El autista de Hamelín'; una crítica al vergonzoso papel de la Unión Europa en la gestión de la acogida de refugiados.

Vecina de Llucmajor -actual plaza de la República-, Susanna conoció la escuela de circo por el boca oreja y decidió apuntar primero a su hija mayor, cuando tenía seis años, "para que hiciera ejercicio". Era una niña muy movida y tímida, y decidieron probar. Ocho años después, allí sigue. Los malabares atrapan. "Traías a la niña a la escuela, y te quedabas en el bar mientras duraba la clase para no tener que subir y volver a bajar, y allí siempre pasan cosas, y te empapas", explica esta activa madre, también miembro de la comisión de formación del Ateneu, este año de aniversario.

El Ateneu Popular Nou Barris es la suma de pequeñas historias como la carroza del Carnaval de estas niñas, del barrio, y de historias más macro, con una programación internacional de circo de referencia en toda Europa.

PROYECTO POLÍTICO

En un espacio noble del enorme lienzo para arte urbano que tiene por fachada, sigue colgado un cartel de la ‘Nou Barris Cabrejada diu prou’. “Continuamos cabreados”, responden sin dudarlo al ser preguntados por el asunto. En el Ateneu Popular Nou Barris -quizá sea más ajustado hablar de Nou Barris, así, en general- están siempre en guardia. Mande quien mande. Aunque ahora lo hagan, como lo hacen, activistas junto a los que construyeron esa campaña, nacida en el convulso 2012 para denunciar los efectos devastadores de la crisis en el distrito, bajo el lema "no es pobreza, es injusticia". 

En estos 40 años el Ateneu nunca ha dejado de ser un proyecto político”, cuentan sus impulsores con orgullo. Un proyecto político en el que, subrayan, no tienen cabida los partidos políticos. No la tenían hace 40 años, cuando se plantó la semilla, ni la tienen hoy. Los partidos, de hecho, son los únicos actores políticos que no caben, no con sus banderas, o con sus carnets en la boca.

"Esto era un bien común mucho antes de que se le diera nombre a esa idea", asegura Borja Lozano, trabajador del ateneo. Un bien común que usa la cultura, el circo, "como potente herramienta para la transformación social", como reivindica siempre Antonio Alcántara, uno de los chavales del barrio crecidos en el ateneo, donde fue nueve años responsable de formación y circo social.  

Aquí se crea circo -fue una pionera fábrica de creación, ahora tan en boga-, se programa circo y se enseña circo, no solo a niños y a jóvenes, también hacen talleres para personas discapacitadas o personas mayores. No en vano el Ateneu es la catedral del circo social.

Cuarenta años después de su épico despegue -las actividades para celebrar el aniversario se alargarán durante todo el año-, el espacio se ha convertido, también, en escuela de participación. Tanto para los muchos niños y jóvenes que pasan por esta vieja fábrica entre los empinados barrios de Roquetes y Trinitat Nova, contagiándose de su horizontal forma de tomar las decisiones; como para los muchos espacios de gestión comunitaria que, durante estas cuatro décadas, han ido surgiendo en toda la ciudad. El Ateneu es propiedad del ayuntamiento, pero su gestión no ha dejado de ser nunca de la gente.

ORGULLO DE TRIBU

Primero lo hacían y, después, ya teorizaban. Pasó con conceptos como bien común, circo social y gestión comunitaria. Referentes de todo ello antes de que existieran las etiquetas. El Ateneu Popular -el popular aquí tiene todo su sentido- es una de las piezas de ese potente engranaje que es el tejido asociativo de Nou Barris. Detectaron la falta de espacios de ocio y encuentro para los adolescentes del distrito y, en red, de la única manera que saben trabajar -se rigen por la máxima de que para educar a un niño, hace falta toda la tribu-, crearon el proyecto de educación comunitaria Franja. En ese contexto, en el 2003, nace la escuela juvenil.

Los talleres de circo, la prehistoria de la escuela, nacieron de forma espontánea, como tantas otras cosas aquí. Los chavales se acercaban a la planta asfáltica tomada por los vecinos para ver qué se cocía atraídos por los artistas, que habían aterrizado allí por la gran oportunidad que ofrecían sus techos altos. Se acercaban y se interesaban. Y a los artistas les encantaba compartir sus conocimientos, pero a la vez tenían que trabajar: estaban creando. Así, para dar respuestas a las demandas de los chicos sin entorpecer la creación artística, comenzaron, en 1985, los talleres abiertos los martes y los jueves; con esa lógica comunitaria. Siempre.