ÉXITO CONSERVACIONISTA EN EL ZOO DE BARCELONA

El Apocalipsis zoológico

El terrario del parque de la Ciutadella se prepara para la inminente eclosión de los huevos que Asmara, la dragona de Komodo de la ciudad, puso en mayo tras su mediática cópula con Guntur

CARLES COLS / Barcelona

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Que corran los pollos y que se escondan los ratones, pues en el Zoo de Barcelona es inminente el nacimiento nada menos que de 14 diabólicos dragones de Komodo. Son los hijos de Guntur y Asmara, dos de los tres Varanus Komodoensis del parque animal de la Ciutadella. El pasado 11 de abril la pareja retozó sin pudor ante las cámaras y ante los visitantes. Fue un espectáculo estéticamente prehistórico, pero en pleno siglo XXI y en el corazón de una gran ciudad, de una Babilonia moderna. Pasados seis meses, 14 de los 23 huevos que en mayo trató de esconder Asmara en el terrario están a punto de eclosionar. The show must go on. El día de las bestias es inminente.

El dragón de Komodo es el miedo de moda. Raja, uno de los ejemplares del Zoo de Londres, interpreta incluso un vistoso papel secundario en la última entrega de las aventuras de James Bond, pero es casi obligado denunciar que ese es un indigno ejemplar de su especie, pues el muy sumiso se deja acariciar dócilmente por sus cuidadores. En Youtube se puede visionar incluso una humillante hora del baño de Raja a manos de un empleado de ese zoológico, que salvauñas en mano le frota su piel primitiva como si el pobre bicho fuera una cazuela con el arroz sucarrat. En la película parece feroz, pero en realidad es un buenazo que estropea la temible fama de estos animales, los lagartos más grandes del mundo, de mordedura infecciosa y encías sangrantes y que de vez en cuando se zampan a algún humano en las cinco islas de Indonesia donde aún viven en libertad.

Para poner las cosas en su sitio está el Zoo de Barcelona. Sobre lo que allí está a punto de suceder están puestas las miradas de los responsables internacionales de la conservación de esta especie. En primer lugar, porque la cría en cautividad siempre es una inusual feliz noticia, pero, sobre todo y en segundo lugar, porque el apareamiento entre Guntur y Asmara es genéticamente extraordinario, sin riesgo alguno de la desaconsejable consanguinidad. Ella es una hermosa dragona nacida en Praga. Él paso su infancia bajo el cálido sol de Tenerife. No se les conocen antepasados comunes. Las crías, así, prometen ser todo lo pérfidas que se espera de ellas.

Nueve huevos inviables

El pasado 2 de mayo, Asmara puso 23 huevos. Siete estaban dañados. Quedaban 16. De esos, dos más fueron descartados al cabo de unos días. Uno, como detalle curioso, tenía dos yemas. Un monstruo con dos cabezas seguro que habría llenado el hueco que dejó Copito, pero sería mucho pedir.

Los 14 restantes son los que Manuel Aresté, biólogo responsable del terrario, confía en que eclosionen en breve. «Calculo que entre el 15 de noviembre y el 15 de diciembre saldrán del huevo todas las crías». Esto no es, claro, un espectáculo sincrónico. Cada huevo tiene su ritmo. «Hay uno muy hermoso de 170 gramos. El más ligero pesa 131. Todos tienen su característica cáscara apergaminada». Aresté no los acuna porque, a diferencia de los huevos de ave, que hay que girarlos periódicamente como si fueran un buen vino, los de dragon de Komodo necesitan estar quietos.

Desde mayo han sido incubados a una temperatura constante de entre 30 y 31 grados. En algunas otras especies, como los cocodrilos y los caimanes, el sexo de la criatura lo determina el calorcito durante la incubación. En los dragones de Komodo, no. En eso son bastante humanos, con la diferencia de que el cromosoma que determina el sexo lo porta la madre y no el padre. Así las cosas, por pura estadística la mitad de las crías serán machos y la otra mitad, hembras.

La eclosión de los huevos, según las predicciones de Aresté, podría comenzar a mediados de esta semana. Acaba de instalar cámaras en las incubadoras. Será emocionante, aunque no está de más avisar de que la película no será un blockbuster de terror prehistórico, sino más bien un Michelangelo Antonioni. Unos tres días tardará cada cría en desgarrar la cáscara y salir al exterior.

Y luego, ¿qué? Si nacieran en libertad, los dragoncillos de Komodo dedicarían sus primeras fuerzas a trepar al árbol más cercano. Los adultos de la especie añaden a la larga lista de características que les hacen temibles el feo detalle de practicar de un solo mordisco el canibalismo y el infanticidio, que ya es decir. Las ramas de un frutal tropical son un lugar que les aleja de su parentela y de las aves rapaces también.

Pero las 14 crías que en pocos días nacerán en Barcelona lo tienen mucho mejor con Aresté como padrino. Estos días el terrario del Zoo de Barcelona está en obras. Se acondiciona en una de sus esquinas el que será el nuevo hogar provisional de los nuevos dragones de Komodo. Allí se espera que crezcan hermosotes con una dieta que los primeros días será tal vez de gusanos, grillos y saltamontes, pero que pronto incluirá piezas más carnosas. Que corran los pollos y que se escondan los ratones, que los dragones de Komodo ya están aquí. Y que corran los humanos si se tropiezan cara a cara con uno de ellos ya adulto. Salvo que se trate del indigno Raja. Si es él, denle un buen baño.