BARCELONEANDO

El 600 revalida su leyenda con un Guinness en Montmeló

Más de 800 'pelotillas' llegadas de toda España participan en un homenaje al, según se mire, 'Machado de la automoción'

Seat 600

Seat 600 / periodico

Carles Cols / Barcelona

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El Seat 600 es el paradigma de la historia de España, no por lo que siempre se dice, que motorizó el país tras la posguerra, que le puso ruedas a las familias, sino porque ha recibido el trato que por estas tierras se suele dar a los mitos, mucho blablablá pero pocos homenajes como exige el canon. El ‘seiscientos’ es Antonio Machado con motor, pues forzando un poco la tesis, murió formalmente en el exilio, en 1985, cuando Yugoslavia puso fin a la producción de la versión eslava del mito de Seat. Era el Zastava 750, indistingible a primer golpe de vista salvo por la chapa de nombre. En España, el último 600 salió de fábrica en el 31 de julio de 1973. Era blanco. En China es el color del luto. El caso es que el sábado, con la excusa de batir un récord Guiness, se reunieron en Montmeló más de 800 Seat 600, lo nunca visto. En serio, ya tarda Barcelona en tener una calle del Seiscientos.

Nació en 1957, dejó de fabricarse en España en 1973, pero hasta 1985 sobrevivió con otro nombre en Yugoslavia

“Ya se levanta el héroe del domingo / ya ruge su caballo de metal, ya se cala la gorra y acelera, la ciudad queda atrás… / Unas gotas de lluvia en la comida / no te preocupes pronto escampará / Concha coge a los niños / que parece que la cosa va a más”. La canción que Moncho Alpuente le dedicó a este icono de la automoción ha caído en las penumbras del olvido. ‘Adelante hombre del seiscientos’. Así se titulaba. ‘El rock del 600’, de Bulldog, ha caído más profundo, al pozo de la oscuridad. De ‘Ya tenemos coche’, película dirigida en 1958 por Julio Salvador, solo se acuerdan en Cine de barrio. Sí, la familia Alcántara tuvo un 600 ‘guisante’, pero para ser el coche de leyenda que dicen que fue (y no mienten), la cultura lo ha orillado.

Gracita Morales conducía un Citroën 2CV en su papel de monja. ‘Los Inhumanos’ musicaron cuán difícil es hacer el amor en un Simca 1000. Al otro lado de los Pirineos, al Mini Cooper le han dedicado no una sino dos películas, ‘Italian Job’. La lista de homenajes merecidos podría seguir hasta aburrir y el 600 no estaría ahí como se merece. Si hasta el Pontiac Aztek, según varios ránkings, el coche más feo de la historia de la automoción, se ha hecho un hueco en el Olimpo de los recuerdos gracias a una serie de culto como ‘Breaking Bad’.

Del 600 se hizo una versión 18 centímetros más larga, un sedán, sinónimo hoy de alta gama. Era el 800

Total, que más de 800 ‘seiscientos’ rugiendo (bueno, es un decir) en Montmeló es un primer paso hacia esa merecida reconciliación con el pasado. En el momento álgido de la jornada, el cuentavueltas del circuito, modificado para la ocasión, llegó a contar 812 vehículos en pista, la mayoría 600, pero había también sobre el asfalto algunas unidades del llamado Seat 800 (al que, sin guasa, se le consideraba la versión sedán del 600, sinónimo hoy de alta gama, porque era 18 centímetros más largo) y unos pocos Formichetta, la adaptación furgoneta del ‘ombligo’, porque al ‘seiscientos’, entre muchos otras cosas, se le llamaba así, ya que todo el mundo tenía uno.

Se fabricaron y vendieron del Seat 600 unas 800.000 unidades. La primera salió de la cadena de producción el 27 de junio de 1957. En realidad, no hace tanto. Ese mismo año nació Osama Bin Laden, que literalmente dio guerra hasta el 2011. También fue el año en que la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite, el Sputnik. Parecerá una hazaña mayor que la de Seat aquel mismo año, pero habrá que convenir que la empresa descubrió, en plena fase aún de la autarquía española, la piedra filosofal del capitalismo. Para obtener un 600 había que apuntarse a una lista de espera. Llegó a ser de un año. Tres meses antes de la entrega, la familia tenía que pagar el vehículo. Con ese dinero en caja se abordaba la fabricación de la unidad. No se podía elegir el color. Era una sorpresa, igual que si la criatura iba a ser niño o niña. Seat pagaba a los proveedores cuando el coche ya hacía tres meses que rodaba por las calles. Un negocio perfecto y simple, como un botijo. Sobre esos cimientos se fundó un gigante de la automoción.

La remotorización de Barcelona

Sería inexacto, sin embargo, afirmar que Seat fue el kilómetro cero de la automoción en Barcelona. Entre los años 1902 y 1936, Barcelona fue el Detroit del mediterráneo, con hasta 41 fábricas distintas de coches, automóviles de lujo y artesanos, como el asombroso Elizalde Super 20. La guerra civil no solo arrancó de raíz ese brote de modernidad, sino que muchos de aquellos vehículos de ensueño fueron despedazados en la retaguardia republicana como si de un fascista más se tratara. La llegada del 600, tras esta súbita extinción, fue a escala hispánica como la aparición de un minúsculo mamífero tras la desaparición de los dinosaurios.

Fueron 812 los 600 que rodaron por Montmeló, pero el récord Guinness de 'ombligos' en fila y en marcha fue de 787

La cita de Montmeló del sábado ha sido el mayor homenaje hecho hasta la fecha a aquel vehículo que tan terapéuticos efectos tuvo sobre la sociedad española. Familias que emigraron del sur a bordo del Sevillano (es solo un ejemplo) pudieron por fin durante las vacaciones reencontrase con los suyos. Para los catalanes supuso conocer su país, y otro tanto ocurrió en cualquier lugar de España. “Hemos venido 19 ‘seiscientos’ de Cantabria”, cuentan unos de los asistentes a la concentración. El gancho de la reunión no era solo reunirse y ya está, sino inscribir un nuevo récord Guinness, el de ‘pelotillas’ (otro nombre popular del coche) en fila y en marcha. No fue fácil. El primer intento, a las cinco de la tarde, fracasó. Las distancias entre coches no eran las que los jueces exigían. A la segunda, más ordenada que la primera, se logró. 787. Esa fue la cifra, impresionante sin duda, a la altura de la leyenda del coche.

En el mundo de la prensa se habla en ocasiones de los ‘periodistas empotrados’. Son los audaces que acompañan a las tropas al campo de batalla, como Robert Capa, uno más de la Compañía E en la playa de Omaha. Pero lo de ‘empotrado’ se merecería una segunda acepción en el diccionario para cualquier inconsciente de más de metro ochenta que viaje de Barcelona a Montmeló en el asiento trasero de un 600 y que después dé dos vueltas al circuito en idéntico ejercicio de insano contorsionismo, como ha sido el caso para la ocasión. Merecía la pena por lo representativo del chófer y el copiloto. El segundo es Jordi Gràcia, ochentón y estupendo conversador, que fue quien en 1973 le compró el coche a sus suegros. Un regalazo. A su lado y al volante conduce Nil Rodellas, su nieto, 20 años, heredero de esta joya sobre ruedas. En algunas familias, el 600 llegó antes que la tele o la nevera frigorífica, pero nadie traspasa esos electrodomésticos como parte de una valiosa herencia. El 600, sí.

En 1969 se puso fin a las puertas que se abrían por delante, las llamadas 'bragas', por lo que permitían ver a los más pillos

El viaje resulta ser una estupenda ocasión para resolver pequeños misterios que se siembran en artículos precedentes que se han publicado sobre este vehículo. Ahí va uno. Hasta 1969, las puertas del 600 se abrieron de adelante hacia atrás, a contraviento, y por eso las llamaban puertas suicidas. Pero también las llamaban ‘las bragas’. Es una pregunta perfecta para Jordi, porque en los textos consultados no se realizaba la conveniente tarea de arqueología etimológica. “Eso era porque había pillos que se esperaban en la acera para ver como las señoritas bajaban del coche y…”, pues eso, echar un vistazo a la ropa interior. “No, yo nunca lo hice”. Parece muy sincero.

El 600, lo dicho, dejó de fabricarse en 1973 y, cuestión de licencias, no ha resucitado como los Mini o los Escarabajo, ahora que los coches menudos y de bajo consumo han estado de moda. Es una lástima, porque hasta su mecánica era deliciosa. Era simple como un encendedor Zippo. Dicen que murió a manos de la popularidad del Renault 5. A ver cuándo reúnen en Montmeló 812 ejemplares del autor de ese crimen.