Reacción de prestigio

Los jugadores del Barça se abrazan después del gol de Suárez que supuso el 1-2 definitivo ante el Sevilla.

Los jugadores del Barça se abrazan después del gol de Suárez que supuso el 1-2 definitivo ante el Sevilla. / periodico

JOAN DOMÈNECH / SEVILLA

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Solo el Barça había ganado en el Sánchez Pizjuán y solo el Barça parece capaz de sobrevivir al imponente Sevilla de Sampaoli en su fortín, remachando con otro triunfo aquel buen estreno de la competición oficial. La primera victoria encarriló a la conquista de la Supercopa y la de anoche (1-2) reanimó el alicaído ánimo del equipo, maltrecho del varapalo de Manchester y del pésimo inicio de partido.

Fue una reacción de orgullo por el zarandeo al que estaba siendo sometido, y una reacción de prestigio por la oposición de un formidable rival que le volteaba como un juguete hasta que Messi, ese futbolista que crea “situaciones inmanejables para un entrenador” según dijo Sampaoli en la víspera, cambió el signo del encuentro.

EL FACTOR MESSI

Messi acomplejó al Sevilla y enmudeció al estadio, entregado y motivado igual que siempre, y optimista como nunca por la excelente pinta de su equipo. De la nada anotó el astro el empate con su gol 500, se dice pronto, dando una bocanada de aire al Barça, y de la nada creó un ataque que culminó Luis Suárez para rematar una remontada que parecía utópica. Los azulgranas dejaron escapar la goleada, del mismo modo que el Sevilla no cogió suficiente ventaja en sus mejores momentos.

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Medio partido jugó el Barça en Manchester y medio jugó en Sevilla. El City le levantó el marcador tras pasar por el vestuario y un gol al filo del descanso y así condenó el Barça al Sevilla. En la misma semana observó el once azulgrana lo crucial que acaba siendo la posesión del balón. Quizá no sea un factor decisivo, y eso podría lamentar el Sevilla, que se marchó cabizabajo al vestuario. La reflexión profunda ofrece rápidamente una explicación: el factor Messi.

Como el boxeador que se adueña del centro del ring, el Sevilla quiso ganar el centro del campo para edificar desde ahí el control del juego. ¿Cómo lo hizo? Llenándolo de futbolistas, hasta cinco, que avasallaron a los tres del Barça. Confeso admirador de Guardiola, el Sevilla de Sampaoli recordó a aquel en su facilidad para recuperar muy pronto, en apenas unos segundos, el balón. La gestión del envite fue enteramente blanca.

MENEO DEL SEVILLA

El Barça dio lástima por momentos en el monumental meneo que recibió en el primer tiempo, frenético, y del que recibió un aviso nada más comparecer en el terreno de juego: a los 35 segundos remató Vietto y al minuto el Sevilla sacó un córner. También es verdad, en un anticipo de lo que sucedería, que inmediatamente el Barça trazó un contrataque que acabó Suárez con un tiro demasiado cruzado.

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El ataque azulgrana se limitó a acciones tan esporádicas que fue casi inexistente. La presión del Sevilla, el uno contra uno que planteó en todo el campo, obligó a los azulgranas a que fuera Ter Stegen quien trasladara la pelota a uno de los tres delanteros: Suárez estaba en la derecha y Messi iba hacia el centro. Nzonzi, que le pasa dos palmos, impidió que la recibiera. Y vuelta a empezar, de nuevo, con el balón en pies del Sevilla. Un interesante futuro le aguarda al cuadro de Sampaoli si logra que sus jugadores sean capaces de moverlo bajo presión.

Y, de momento, no son tan capaces, como demostró Carriço al perder la bola del 1-2. A la que los azulgranas apretaron los dientes, y lo hicieron tras escuchar a Luis Enrique en el entretiempo, el partido cambió de signo. El efecto acomplejante del gol de Messi se tornó en un efecto intimidador cada vez que cogió el balón. Luis Enrique fue capaz de trazar la estrategia para que el 10 se usiera a jugar. Y cuando eso sucede, el Barça sonríe.

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