Rafinha, el desatascador del Barça

A golpe de goles va haciéndose un hueco Rafinha, el desatacador del partido ante un Granada que solo puso a prueba la entereza del Barça para descerrajar la multitud defensiva. El brasileño justificó su condición de ser uno de los preferidos de Luis Enrique por el rendimiento que ofrece; cuando menos, por la eficacia que muestra: cinco partidos, cinco goles. El último fue el más valioso por los tres puntos que reportó en una noche brumosa. También del tridente.

Va tan sobrado el Barça de goles y de jornadas festivaleras, que la hinchada toleró la victoria mínima. En otros tiempos, tan pírrico resultado ante el colista habría desatado pitos y siseos. Nada de eso se escuchó en el Camp Nou, repleto de aficionados eventuales (e internacionales) y menos exigentes que los socios que optaron por disfrutar del puente. Rafinha, además, marcó en el Gol Nord para incrementar el jolgorio de la grada que quiebra el histórico silencio del estadio.

SIN COMPLEJOS

Quedó disculpado también el tridente en su globalidad, de quienes se espera precisamente que despachen jornadas como la este sábado, fastidiosas por ser previas a citas más atractivas como la del martes en Manchester. Ni siquiera que el Madrid y el Atlético marcaran cuatro horas antes provocó ningún complejo en las filas barcelonistas.

Rafinha ganó la primera gala en el simbólico cásting de Luis Enrique para sustituir a Iniesta. Más allá de que ejerciera de interior izquierdo, la posición del capitán, añorado anoche por la ausencia de alguien que tuviera iniciativas; no se trataba siquiera de pedir virtuosismo o liderazgo en los sustitutos. Denis jugó de interior derecho y pasó, como es él, callado y silencioso por el partido. André Gomes apareció más tarde. Y Arda, el cuarto aspirante, estaba en la grada lesionado en el pie. Como Piqué, Alba y Mathieu, cuyas ausencias nadie notó porque el partido solo se disputó en la parcela visitante. Ter Stegen se ensució en el minuto 92.

EL TRIDENTE, IMPRECISO

No tuvo su noche el tridente, extrañamente impreciso, extrañamente precipitado, extrañamente acelerado, ni tampoco el centro del campo. Además de Iniesta faltaba Busquets, reservado para la Champions, y Rakitic quedó neutralizado al ejercer de mediocentro. La defensa sí cumplió; a todos les sobraron fuerzas de tan poco exigidos que estuvieron. Sergi Roberto fue un portento por la banda derecha, dejando la sensación de que estuvo desaprovechado de tan atrasado que estaba.

En el Granada predominó el complejo de ser el último sujeto como está a la necesidad de puntos para huir de la cola. De esa prioridad por no salir dañado antes que salir reforzado, dio fe que Isaac Cuenca, un extremo de los de antes cuando debutó con Pep Guardiola en el Barça, jugara de lateral derecho. Hasta los delanteros tenían que defender en el apelotonamiento general dictado por Lucas Alcaraz.

El partido y el rival demandaban paciencia, a la que todos se aplicaron en el primer tiempo menos Neymar, que tenía tanta prisa que incurrió varias veces en fuera de juego, como si quisiera huir de Cuenca cuando su mayor ventaja era encararle y explotar su falta de talento defensivo o, cuando menos, su inexistente hábito para enfrentarse a regateadores como el brasileño.

NADA CAMBIA CON EL GOL

Rafinha impidió que los nervios atenazaran al Barça en el amanecer de la segunda mitad, sin que el Granada tuviera tiempo de ilusionarse al ver consumirse el reloj. No cambió el cuadro andaluz, feliz por haber eliminado 45 minutos de riesgo de goleada.

Tampoco el Barça, obviamente, que no redujo ni un grado su dominio absoluto, cedido gustosamente por el rival. A cambio, como si se tratara de un tácito acuerdo, no hubo ensañamiento de los locales. Ochoa, el coladero de la Liga (era el más goleado) se marchó casi indemne en la noche histórica del partido 1.500 del Camp Nou.

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