El estadio de las ilusiones

Una familia valenciana recorre 900 kilómetros ida y vuelta solo para ver de cerca a Messi en el tradicional entrenamiento del Barça para los niños en el Miniestadi

Neymar y Messi firman autógrafos durante el tradicional entrenamiento de puertas abiertas en el Mini Estadi.

Neymar y Messi firman autógrafos durante el tradicional entrenamiento de puertas abiertas en el Mini Estadi. / JORDI COTRINA

SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA

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Esta historia empieza a 441 kilómetros de Barcelona y siete horas antes de que comenzará lo que para muchos niños era el entrenamiento de sus sueños. Esta historia se inicia en un pequeño pueblo valenciano, cerca de Xàtiva, que se llama La Llosa de Ranes,La Llosa de Ranes a las 4 de la mañana, y con tres protagonistas: Maite, socia del Barça, su hija Candela y su sobrina Blanca. Y esta historia termina, cinco horas después de finalizar el entrenamiento, otra vez en La Llosa de Ranes, cuando Maite llega a su zapatería, 777, cansada, pero feliz por haber hecho posible el sueño de las niñas en la fábrica azulgrana.

Porque el entrenamiento a puertas abiertas –algo tan extraño como irreal el resto del año, cuando los jugadores azulgranas se encierran casi en clausura para preparar los partidos lejos de ojos curiosos—era sobre todo una excusa para que los más pequeños, en su mayoría hijos de socios del Barça, pudieran ver de cerca a sus ídolos, encabezados por Leo Messi (ausente hace un año); verlos, aunque solo fuera por espacio de una hora, chillar sus nombres, y hasta aplaudir los goles del entrenamiento como si fueran los oficiales conseguidos a pocos metros del Miniestadi, la fábrica de los sueños, en el Camp Nou, donde se hacen realidad.

Las niñas dormían en el coche, al volante Maite, en ruta por la AP-7, casi 450 kilómetros. El domingo madre, hija y sobrina, habían preparado la pancarta, la que colgaron en la tribuna del pequeño estadio, un simpático mensaje para una foto imposible: “Messi, 900 kilómetros para estar contigo”.

Y así, poco antes de las 9 de la mañana, con tiempo suficiente, para aparcar el coche, para desayunar, llegaron a Barcelona…y para ser las primeras en acceder al Miniestadi y conseguir el mejor sitio, en el centro del campo, un lugar sensacional para no perderse los rondos, en los que nunca Messi está en el medio, y hasta vibrar con los goles, pocos pero alguno caía, que Bravo Ter Stegen, encajaban de vez en cuando.

Porque hasta fue un alivio para ellas que el entrenamiento no fuera ni agotador ni cansino para los espectadores. Y eso que los héroes de azulgrana llegaron casi media hora más tarde de la prevista. “Ya han salido del Camp Nou. ¡Ya vienen! ¡Ya llegan!”, esfuerzo casi sobrenatural desde la megafonía para que no aflorase el nerviosismo por el retraso, entre unos niños que ya empezaban a estar cansados de entonar una y otra vez estrofas del 'Cant del Barça'.

ESCOLTADOS DESDE EL CAMP NOU

Llegaron y lo hicieron en autocar escoltados por guardias de seguridad del Barcelona, que corrían a paso ligero a ambos lados del autobús, tal cual fueran guardaespaldas al estilo de Kevin Costner protegiendo al presidente de los Estados Unidos.

Fue entonces cuando se desbordó la pasión, la de Candela y Blanca, en la grada, o la de Max y Biel, cansados ya de protestar a sus padres, tras las vallas de protección: "¿Cuándo llega el autobús?". Ya fue mala suerte porque los futbolistas descendieron del vehículo por el lado contrario del que estaban los aficionados y poco o nada vieron mientras la plantilla se dirigía hacia el foso para salir directos al césped del Miniestadi.

No se llenó el Mini, y eso que se había difundido que las entradas, la mayoría gratis, estaban todas vendidas. Hasta se lo creyeron algunos revendedores, que fueron vistos en las paradas de metro cercanas y que trataban de colocar localidades sin éxito aparente. Hubo menos críos que otras veces –10.049 según la cifra oficial—pero vibraron con la misma intensidad cerca de sus ídolos que en años precedentes. Candela y Blanca no fueron la excepción.