"Lo volvimos a hacer"

Messi reaparece a lo grande con otro gol en su tercera final y conduce al Barça al segundo quinteto de títulos

Messi e Iniesta se felicitan al final del encuentro tras el triunfo sobre River Plate.

Messi e Iniesta se felicitan al final del encuentro tras el triunfo sobre River Plate. / periodico

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Tercera final que juega del Mundial de Clubs, tercera final en la que marca. Pocos futbolistas se presentan con la misma puntualidad a las citas más cruciales como Leo Messi. No hay partido trascendental en el que el astro no deje su huella. Al menos, en el Barça. Argentina vio ayer, una vez más, el carácter decisivo de su capitán cuando viste de azulgrana. Muchos le reprocharon, en silencio y a voz en grito, que Messi no les arrastre a la gloria en la que ha instalado al Barça en la última década. Aunque solo sea una vez.

Ni siquiera una piedra le apartó de su camino hacia «el gol», como le pregunta su hijo Thiago cada vez que se va de casa.  Demasiado insignificante era un cálculo renal para cerrarle el paso a la final. Doloroso sí fue. Vio las estrellas durante dos días. Luego disfrutó de ellas cuando se paseaba por el cielo de Yokohama. «En el segundo tiempo me empezaron a pesar la piernas», confesó Messi, recordando su naturaleza humana, aunque las obras que va dejando por los estadios del mundo sean propias de un ser extraterrestre.

LA PIEDRA Y LA PELOTA

Messi chutó la piedra a la cuneta y luego chutó la pelota a la red. «Lo importante es que jugué sin el dolor que me tuvo en la cama el día anterior», confesó, teniendo muy presente que ninguna alegría es gratuita ni el éxito está liberado de peaje. A veces de dolor, siempre  de sufrimiento. «Es impresionante terminar el año de esta manera. Con todo lo que pasamos, lo duro que fue, lo difícil que es ganar prácticamente todo», relató recordando un año que empezó en Anoeta, donde el Barça se asomó el abismo, y acabó en Yokohama, donde el Barça sobrevoló la cima del mundo.

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«Lo volvimos a hacer», añadió orgulloso, dando sentido a la última frase. Messi ha liderado una generación que logró los seis títulos posibles del 2009, convirtiendo al Barça en el único club del mundo que lo ha conseguido. Para que quedara de relieve que aquello no fue una casualidad, ni mucho menos una anécdota, el equipo lo ganó prácticamente todo, de nuevo, en el 2011 y en el 2015. El primer año, todavía con Pep Guardiola, falló la Copa del Rey (ante el Madrid) y hace unos meses se escapó la Supercopa de España ante el Athletic, con Luis Enrique llevando las riendas.

Messi empezó a derribar al River Plate como acabó derrocando en el 2009 a Estudiantes de la Plata. Los dos únicos equipos argentinos a los que se ha enfrentado en su carrera. Esperaba la dureza que vio, aunque el grado de sufrimiento fue menor.  «Pudimos manejar bien el partido con el gol, y con el segundo lo definimos», reconoció.

ENTRAR EN LA HISTORIA

La identidad del rival no suponía ningún aliciente a Messi, que se conformaba solo con el bienestar que sintió tras expulsar la piedra. Era lo único que deseaba. Lo demás, una vez reunido el tridente, vendría por añadidura. «Siempre me siento bien jugando con ellos, sea una final, un partido de Liga o de Copa. Nos llevamos bien fuera del campo, también adentro, y no cambia nada el partido que sea», explicó, insensible al hecho de haber disputado un título con la carga de adrenalina que conlleva.

No será el último. Tampoco se trataba del primero. Ha celebrado ya 26, convirtiéndose con Iniesta en los más laureados de la historia del Barça. «Estamos felices de entrar en la historia  del club en grande y de seguir sumando», explicó. En efecto, ellos va sumando...