Análisis

No hago otra cosa que pensar en ti

En Heathrow 8 Una madre y su hija, a su llegada al aeropuerto.

En Heathrow 8 Una madre y su hija, a su llegada al aeropuerto.

Jordi Puntí

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En una decisión como mínimo extravagante, los señores de la UEFA trasladaron la final de la Champions

al sábado por la noche. En el 2009, el Barça todavía ganó la final de Roma en un miércoles de recuerdo imborrable, pero el partido del año pasado, la victoria del Inter frente al Bayern, ya se celebró en sábado. La intención de la UEFA es convertir la final en la gran referencia futbolística de la temporada, con un ascendiente urbi et orbe parecido al que pueda tener la final del Mundial (siempre en domingo).

No digo que no me guste la idea, pero estos días me está provocando un despiste incómodo. Mi recuerdo de los grandes victorias europeas del Barça va asociado a los miércoles, días laborables que uno pasaba en vilo esperando la hora del partido, y luego una celebración que se prolongaba hasta el jueves y más allá, contando camisetas azulgranas en la calle, con esa sonrisa colectiva de cuando vas en el metro y todos son del Barça, o dando la tabarra a algún madridista en el bar de la esquina...

Ahora, además, la final de la Champions es el último partido de la temporada, el broche de oro. Solo dos equipos privilegiados. Ya no queda nada más por jugar, todo ha terminado para bien o para mal, los perdedores ya están de vacaciones, fichando refuerzos o echando a directores generales. Se comprende, pues, que los días de espera hasta el pitido inicial se hagan eternos.

Por eso me quejo: con la final que no llegará hasta el sábado, no hay forma de que pasen las horas. No hago otra cosa que pensar en ti, en este partido. Las dudas y supersticiones que antes se concentraban de lunes a miércoles, ahora se expanden durante días y días. En realidad, desde que ganamos el título de Liga hace ya dos semanas. Parece que ha pasado una eternidad, ¿no?.

Una tortura malaya

Imagino que para los entrenadoresGuardiolayFerguson esta pausa es una bendición, pero para mí es una tortura malaya. Cada detalle que nos van ofreciendo los protagonistas, cada noticia, comentario o dato objetivo alimenta mi incertidumbre. Podría hablarles ahora de la confianza que le tengo al fútbol que despliega el Barça y de cómo me reconforta que, en el fondo,Cristiano Ronaldo no juegue ya en el Manchester United, pero me doy cuenta de que aún no he empezado a pensar en el partido en sí. De momento estoy pendiente del volcán islandés: ¿acabaremos jugando bajo una lluvia de cenizas? Quizá sería una imagen muy apocalíptica, pero seguro que algún locutor argentino diría que la naturaleza decidió celebrar la belleza del fútbol lanzando confeti al aire...

También me distraigo repasando algunos aspectos en apariencia banales. Mi pensamiento discurre tal que así: «Mmmm…, jugamos en suelo británico y en sábado, caray, son condiciones ideales para el Manches-

ter… Sí, pero a una hora demasiado tardía para ellos, acostumbrados a jugar a media tarde...». Mi cabeza no para. El martes, por ejemplo, me zampé la última rueda de prensa deFergusony le di mil vueltas a sus palabras. Una duda me llevaba a otra. «¿Nos interesa que su principal referente sea la final de hace dos años en Roma? Ellos habrán aprendido de la experiencia de sentirse bailados, pero es que el Barça también ha mejorado en conjunto... Una cosa es segura: después de la tormenta dialéctica y de excusas mourinhistas en semifinales, el marco para la final parece de entrada civilizado y respetuoso».

El estadio perfecto

Ya ven. Como un jubilado que visita las obras para pasar la mañana, estos días me paseo por el extrarradio del fútbol y distraigo mis pensamientos. El otro día, por ejemplo, pensaba en el nuevo Wembley, en si es el mejor estadio para una final, y entonces me acordé del estadio perfecto. Está en Brasil, cómo no, en plena selva amazónica. Lo llaman elGran Cero. La línea que divide el centro del campo coincide con el ecuador, de forma que una parte del campo se encuentra en el hemisferio norte y la otra, en el sur. Lo cuenta el periodista Alex Bellosen su libroFutebol. The Brazilian Way of Life. Antes de empezar el partido, cuando realiza el sorteo de campos, el árbitro pregunta a uno de los capitanes: «¿Qué hemisferio prefieres?».

En fin, ¿qué día es hoy? ¿Jueves? Bueno, ya queda menos para que Wembley se convierta por unas horas en el centro del mundo.