EL DESCENSO A SEGUNDA B

El experimento fallido del Barça B

El ansia de mantenerse en Segunda A ha desnaturalizado el filial, al que se cargó de fichajes que no han funcionado

Aleñá intenta controlar el balón en el Mini Estadi en el duelo ante Osasuna.

Aleñá intenta controlar el balón en el Mini Estadi en el duelo ante Osasuna. / periodico

Albert Guasch

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El accidente se veía venir desde hace meses y el impacto se produjo finalmente el domingo. El filial del Barcelona se cayó por el hueco de la escalera a Segunda B. Todos los esfuerzos de la dirección técnica por mantener el aparato a flote resultaron en vano. Paradójicamente, a pocos más que a ellos, al cuadro de confianza del director técnico Pep Segura, dolerá este descenso. No son pocos en el entorno azulgrana los que piensan que el precio a pagar por resistir en Segunda A no valía la pena.

Los responsables técnicos del filial eludieron hoy hacer declaraciones. Prefirieron darse un tiempo para analizar y reflexionar sobre la situación de un equipo convertido bajo la seria y científica mirada de Segura en un laboratorio donde se han mezclado chicos de la cantera con fichajes y cedidos de todo el planeta. El experimento no ha funcionado. Sale humo negro. 

Como si fuera un club aparte de Segunda A y no un equipo lanzadera para jóvenes de calidad hacia el primer equipo, el club invirtió una suma considerable para conseguir la permanencia. No en jugadores con proyección, sino en elegidos para la resistencia y, con suerte, para hacer caja. Como una inversión de compra y venta. Pocos cumplirán con ese propósito, a la vista del rendimiento. 

El elemento emocional

Hasta 16 chicos se incorporaron esta temporada para jugar bajo las órdenes de Gerard López, sustituido por Francesc García Pimienta en el tramo final. Once ingresaron en verano y cinco en invierno. Algunos llegaron cedidos de clubs como el Celta, el Eibar, el Granada, el Villarreal o el Palmeiras. El modelo tradicional de la Masia se desvirtuaba. No se renegaba del estilo de juego que ha hecho del Barça un equipo reconocible y único, pero parecía que se desdeñaba del elemento emocional de pulir y ascender piso a piso y hasta el Camp Nou a chicos que prácticamente empezaron a jugar a fútbol con la camiseta talla S del Barça.

“Nos interesa como club estar en Segunda A”, indicaban Guillermo Amor Jose Mari Bakero, responsables del fútbol formativo del Barça, cuando se les preguntaba por la cuestión. El efecto colateral del tapón era una evidencia. Los buenos sobreviven, parecía ser el mensaje de respuesta. El problema es que entre tanto algunos se fugan, deslumbrados por el dinero rápido en unos casos; por la voluntad de encontrar una oportunidad inmediata, en otros. Así ha sucedido con Sergio Gómez, Adrià Bernabé, Eric Garcia o Jordi M’boula.

El manual del metódico Pep Segura consiste en generar pasarelas menos angostas para los jugadores de la casa. El salto al primer equipo es más fácil desde Segunda A, pero a su vez complica el paso del juvenil al filial. Con el equipo ahora en Segunda B, existiría el interés de asociarse a un club europeo profesional de Holanda o Bélgica, como el Chelsea con el Vitesse, para dar salida a algunos futbolistas con proyección sin sitio en la plantilla de Ernesto Valverde.

Campeón en Nyon

En este sentido García Pimienta, que continuará como entrenador del filial, reforzó el mensaje de club de que le dolía el descenso, “porque nos gusta jugar en estos campos, son más motivantes”, aunque señaló enseguida que confía “en la nueva hornada de jugadores del juvenil. Algunos estarán con nosotros”, dijo tras el último partido en Albacete, donde se consumó el descenso. Se ha criticado la ausencia de representantes institucionales del club en el amargo trance.

El juvenil A se proclamó bajo sus órdenes en campeón de la Champions en Nyon, la más reciente reivindicación de la Masia genuina. Hay mucha fe depositada en unos cuantos de sus jugadores. Como Abel Ruiz, Ricky PuigMiranda Carles Pérez. Será en principio un equipo liberado de la presión de mantenerse; falta ver si se persiste en el ansia de subir a toda costa, como sucedió en la campaña 2016-2017 con la concreción de 10 fichajes. Fue el inicio de la desnaturalización del filial. Falta ver qué se quiere que sea a partir de ahora.

Valverde, al que se considera aún un entrenador de cantera, relativizó en unas declaraciones recientes el prurito de tener un filial en Segunda A, evocando el recuerdo común entre muchos barcelonistas de los casos de Busquets Pedro, a los que Pep Guardiola ascendió desde Tercera. Cabe recordar que el último futbolista de la casa en asentarse en el Camp Nou ha sido Sergi Roberto, que debutó en el 2010. La última pasarela, pues, está dinamitada, esté donde esté el filial.