El Barça desaparece

El campeón cae de mala manera en el Calderón en una dolorosa claudicación que acaba con el sueño de reconquistar la Champions y deja en el aire la Liga

Luis Suárez se lamenta ante la alegría del Atlético.

Luis Suárez se lamenta ante la alegría del Atlético. / periodico

DAVID TORRAS / MADRID

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Se acabó un sueño imposible. La Champions le ha dado calabazas al Barça, quizá porque ya no le reconoce como el campeón que le conquistó en Berlín, tan lejos de aquel equipo imponente, el rey de Europa, la envidia del mundo, cabalgando a lomos del tridente, de Messi, Suárez y Neymar, y que anoche se bajó del trono sin abrir la boca, en una dolorosa caída de un equipo irreconocible que ha dejado pasar de largo la ocasión de agrandar su leyenda.

El Atlético le ganó en todo (2-0), desde el campo y desde el corazón, empujado por una fe indestructible y un planteamiento mucho más firme. El Barça agachó la cabeza y se la dejó cortar en medio de la plaza del Calderón como aquel Barça de Martino del que no quedaba rastro y que ha reaparecido en mala hora. Ver para creer. Al campeón de todo se lo ha tragado la tierra.  

UNA SOMBRA DE SÍ MISMO

La Champions seguirá sin repetir campeón cuando no hace tanto parecía tener la corona lista para volver a colocarla por primera vez sobre quien la lucía hasta anoche. El triplete se ha esfumado y, lo peor,  es la creciente sensación de que la Liga también esta en peligro y hasta la Copa. El Barça de hoy es una sombra de sí mismo, un alma en pena que ha ido perdiendo sus señas de identidad. El campeón inalcanzable ha dado paso a un equipo lleno de miedo, acorbardado, desconocido, como si, de repente, el Barça invencible, el de los 39 partidos sin perder, hubiera desaparecido en un agujero negro.

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El Atlético, en cambio, no se movió de donde estaba, fiel al manual del cholismo, más fiero que nadie, y  volvió a dar un paso al frente como el grande que ya es. Ni siquiera necesitó a Torres, como hace dos años no necesitó ni a Diego Costa ni a Arda para echarle de Europa y ganarle la Liga en el Camp Nou. Le bastó el alma de todos y la clase de su mejor hombre, Griezmann.

El Barça se metió en el túnel del tiempo y recuperó ese aire meláncolico y resignado para echarlo a perder todo, y solo levantó un poco la voz cuando ya era tarde, asfixiado por el reloj al que los rojiblancos arrancaron minutos y más minutos cuando ya no necesitaban jugar más. Incluso entonces, cuando se encerró atrás, ante el desesperado cerco azulgrana, tuvo aire para echar a correr y arrancar un penalti con Iniesta de último hombre.

PENALTI NO PITADO

Pudo forzar la prórroga en el último suspiro, en una mano de Gabi que el árbitro sacó equivocadamente del área. Era penalti. Sí o sí. Pero hasta en este error que podría haber dado vida, el guión siguió el trazo de aquella caída con Martino.

Entonces, en el último duelo de Liga, le anularon un gol legal que habría cambiado el título de mano. Entonces, el Camp Nou calló y acogió el destino sin rechistar, asumiendo que no lo merecía. Igual que ahora. No hay excusa que valga aunque, al revés, la jugada daría que hablar horas y horas, semanas y semanas, meses y meses. En la falta, el estadio contuvo la respiración, pero esta vez Messi no evitó lo inevitable. El Barça no jugó para ganar, y ahí cavó su tumba, con el tridente desaparecido y los demás muy lejos de lo que eran, en un desplome general ante el que cuesta encontrar explicaciones.

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De inicio a fin, salvo esos últimos arreones que tampoco dejaron muchas ocaciones que recordar, todo resultó desconcertante. Salió el Barça mirando el marcador, más mentalizado para hacer durar el 2-1 que para rematarlo, estirando el juego en una colección de pases y más pases, dispuesto casi a que Piqué y Mascherano fueran pasándose el balón una al otro hasta el minuto 90.

Un sucedáneo de rondo, el más lento de la historia, tan a cámara lenta tan al trote que por momentos tuvo un aire ridículo por más que el Atlético mantuviera el guión escrito de puño y letra por Simeone y no saliera a apretarle. Pero el mensaje que lanzó el campeón fue poco ambicioso, más pendiente de que no pasara nada que de jugar cara a cara, en una renuncia que le dejó muy malparado y que fue una decepción.

PASO ATRÁS

El Calderón no dejó de empujar, con pinturas de guerra, acompañando a los suyos de principio a fin, en cada balón, a la hora de atacar y a la hora de defender, erigido en el jugador número 12, el 13..., una caldera incansable, que acabó puesta en pie ante la vuelta de honor de su ejército.

El paso atrás del Barça fue una bendición para el Atlético. Olió sangre y se fue a por la pieza, a bocados con la determinación que tanto se echó en falta en el otro lado. El gol de Griezmann retrató la debilidad que inesperadamente ha mostrado el campeón, con una jugada mal resuelta por Alba y por toda la defensa. El tridente que tantas veces ha sacado las castañas del fuego, imponiendo su pegada por encima del juego, se quedó mudo.

La reacción llegó tarde y mal. No es fácil enchufarse cuando hace tantos días que el equipo anda desconectado. La imagen de los jugadores resbalando una y otra vez fue una metáfora del hundimiento. Incapaz de levantarse y ponerse en pie, el Barça se ha venido abajo y ha pasado de parecer elegido para ganarlo todo otra vez, a temer por echar a perder la Liga que tiene en la mano. Habrá que apelar a la palabra mágica: Abracadabra.

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