El Barça da un paso atrás

Suárez abandona el campo cabizbajo tras la derrota ante el Alavés.

Suárez abandona el campo cabizbajo tras la derrota ante el Alavés. / JORDI COTRINA

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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Lo que un central construyó, el otro lo dinamitó. Entre Mathieu y Mascherano cocinaron el tropezón inesperado del campeón que le ha colocado un paso por detrás del Madrid nada más empezar. Mascherano falló en dos acciones que propiciaron los goles del Alavés que la aparición de Mathieu, fiel a su inopinado golito de cada Liga, pudo reparar.

Un roto causó el Alavés en el Camp Nou, mayor en la casas de apuestas que en la Liga, y fácilmente atribuible a la extraña alineación que diseñó Luis Enrique en la reinauguración del campeonato. El precedente más inmediato de semejante trastada la perpetró otro cuadro blanquiazul. Fue el Hércules, en el tercer año de Guardiola en el Barça (como ahora el de Luis Enrique), el 11 de septiembre del 2010, y con Kiko Femenía en el bando contrario. El desaguisado no impidió al equipo sumar el tercer título.

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REPITIÓ MASCHERANO

Solo Mascherano repetía entre los once titulares. Y para añadir más paralelismos, aquella tarde tampoco estuvo fino: jugó de mediocentro y ya no volvió a hacerlo. Guardiola le encontró acomodo en la defensa, donde ha ofrecido un rendimiento que ni siquiera mancharon sus últimos errores. Ni el tridente evitó la derrota.

También se podría blandir el error de Mathieu cuando, inmediatamente después de marcar el gol en un córner –el Barça no supo erigir una jugada decente-, chutó fuera solo ante Pacheco. Una anécdota, se pensó entonces, en el amanecer del segundo tiempo, dándose por descontada la remontada. El banquillo era de lujo.

EL BARÇA TITULAR, RESERVADO

El entrañable Mathieu impulsó la reacción del equipo, que se vio obligado al sobreesfuerzo que Luis Enrique quería ahorrarse en puertas del debut en la Champions del martes. Se lo ahorró al primer Barça, al titular, sin Piqué, Sergi Roberto –quién diría, no hace tanto, que sería reservado como uno de los indiscutibles- ni Messi, Iniesta y Suárez, sentados en el banquillo. El resultado exigió su salida de estampida.

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Algunos días aparentemente fáciles, como era la visita del Alavés, son los que requieren de los futbolistas con más pericia, si bien es cierto que era una oportunidad que ni pintada para que se luciera la llamada segunda unidad de la plantilla, el fondo de armario que tan lujosamente se ha ampliado.

DOS DEBUTANTES

Se presentó en el estadio un equipo pequeño y humilde, retorcido atrás, aplicado solo en defenderse y no hubo manera de meterle mano. Los recursos azulgranas no se vieron más allá del capital humano que gestiona Luis Enrique, convencido, como el último culé, de que un Barça sin Messi, Suárez ni Iniesta es capaz, ha de ser capaz, de batir al Alavés. Ni que fuera con suplentes, dos debutantes (Cillesen y Alcácer) que pasaron desapercibidos y un Neymar que reaparecía, también teñido, después de tres meses y pico en Brasil.

Neymar capitalizó las iniciativas ante la timidez de la tropa, en particular de sus compañeros de ataque, Arda y Alcácer. Inconstante uno, desorientado el otro, apenas se les vio, y luego desaparecieron sustituidos. Neymar se aposentó en el balcón del área y se puso a crear. Después, claro, de un par de regates, que, lejos de generar desequilibrio a la zaga alavesa, repleta, le permitía reordenarse. Cuando entró Messi, el gobierno lo asumió el número uno.

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OBCECADOS POR DENTRO

Dos remates del lateral derecho (Vidal), dos del interior izquierdo con la zurda (Rakitic) y un cabezazo de Neymar resumieron el bagaje del primer tiempo. Las cuentas demandaban una reacción inmediata, pero Luis Enrique se demoró un rato, el suficiente para que Mathieu -¿es el suplente de Umtiti o el central zurdo titular?- corrigiera la anomalía del marcador. No la del campo, ya que el Barça siguió obcecado en atacar por dentro, desdeñando las bandas, restringiendo su uso solo para las llegadas de Vidal y Digne.

Tuvo el Barça la posesión pero no tuvo ideas tampoco con Messi e Iniesta, ni tiempo luego. Con o sin las estrellas, el Barça habría puesto el cerco a la portería del Alavés, que se encerró en la cueva, no porque lloviera, sino porque tenía un tesoro que proteger. Se abrazó a él y no lo soltó.

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