Un equipo de otro planeta

El Barça culmina otro ciclo eterno

El equipo de Guardiola conquista el segundo Mundial de Clubs con una lección al Santos

Los jugadores del Barça celebran el título con la tradicional 'sardana'.

Los jugadores del Barça celebran el título con la tradicional 'sardana'.

JOAN DOMÈNECH

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Ya está. Se ha acabado un ciclo. El segundo. No ha sido como el primero, porque de seis copas, el Barça solo ha conquistado cinco. Los agoreros ya tienen a qué agarrarse. Encadenar en el 2011 la Liga, la Champions, la Supercopa de España, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubs es un indiscutible signo de decadencia teniendo en cuenta que hace dos años este equipo logró, además, la Copa del Rey. Si a esas 11 copas se les añaden otra Liga y otra Supercopa de España de la primera temporada de Pep Guardiola, 13 trofeos de un total de 16 posibles, habrá que convenir que este Barça no es tan bueno como lo pintan...

No, no es tan bueno. Es mejor. El mejor que se ha visto y conocido nunca. Un equipo que ha ido hasta el más allá, donde sea, que jamás será olvidado. Ya fue eterno en el 2009. Entonces era bueno, el mejor. Dos años después se ha superado a sí mismo. Ya no es que gane tanto y tanto, sino cómo gana tanto y tanto.

Atrás quedó Wembley. Entonces, en mayo, dejó una final imborrable, bellísima, insuperable, convino todo el mundo. En Yokohama, traspasó ese umbral que parecía inaccesible y grabó para la posteridad, para asombro del planeta fútbol, del planeta deporte, otra antología.

DOS CAMISETAS AZULES / Campeones del mundo por segunda vez en tres años. A partir del jueves, en la Copa frente a L'Hospitalet, el Barça podrá empezar a lucir ese escudo que distingue al número uno. Al monarca indiscutible. Anoche los jugadores salieron del estadio con una camiseta con una inscripción en japonés, por delante, y la leyenda «Bicampió» por detrás.

Era azul, como azul era la primera que enseñó. Pero de otra tonalidad. Con los idiomas invertidos. El Barça saltó a la alfombra japonesa con un recuerdo para David Villa. «Mucha fuerza, Guaje», decía; se supone que lo mismo en la espalda. El recuerdo al compañero caído, añorado, como añorado fue Tito Vilanova, el ayudante de Guardiola, que ya tuvo su homenaje en Milán. A los dos les telefonearon desde un vestuario embriagado.

CAMPEONES DISTINTOS / Poco después del denominado golpe de Sevilla, apenas 12 horas, hubo otro golpe. Más sonado, de proporciones planetarias, que sacudió al mundo. En el Sánchez Pizjuán hubo un campeón. El de invierno de la Liga. En Yokohama quedó investido el campeón del mundo. La diferencia es mayor que la puramente semántica.

El Santos quedó embobado, aturdido. Sabía que no tendría la pelota; desconocía que ni la vería, sometido a una implacable pero seductora tortura. Ni una patada, sin un mal gesto descortés. Poco tardaron algunos en calificarlo de «banda». Como fue el Manchester y como tantos otros rivales, que quedaron empequeñecidos, reducidos a la nada por un Barça elegante, armonioso. Como el Madrid tantas veces en la era Guardiola, sin ir más lejos.

SIN CONSUELO / En nueve días, Messi se ha cepillado a Ronaldo, el anterior monarca, y a Neymar, al que dicen que será el futuro. Y al décimo, hoy, descansará en el avión después de dos golazos que le aseguran la candidatura para el Balón de Oro hasta cuando quiera. Ayer se llevó de nuevo, el premio al mejor del partido, por delante de Xavi y Neymar.

Ese bronce no sirvió de consuelo al prometedor brasileño, que se puso a llorar al final del partido, consciente de que igual no volverá a la cita del Mundial de Clubs. «Hoy hemos aprendido a jugar a fútbol, el Barça nos ha enseñado a jugar», reconoció sobre el césped. Guardiola acudió a abrazarle, a consolarle. No se sabe si Neymar le dijo al oído: «Llévame contigo». No sería de extrañar. ¿A quién no le gustaría subirse a una nave que lleva tres años volando hacia la eternidad?

El jueves hay Copa, recordó Guardiola. No era un llamamiento, aunque debería serlo para que este equipo reciba el homenaje que merece de la hinchada. Era un recordatorio de que el viaje no ha terminado...