Bajo el signo de escorpión

La edición en catalán cumple 16 años coincidiendo con el 35º aniversario de EL PERIÓDICO. El lector puede elegir la lengua en el quiosco y en la web

Joan Clos, Antonio Asensio, Xavier Trias y Antonio Franco,en la salida del diario, en 1997.

Joan Clos, Antonio Asensio, Xavier Trias y Antonio Franco,en la salida del diario, en 1997.

RICARD FITÉ

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Casualidad o no, los aniversarios de EL PERIÓDICO y de su edición en catalán coinciden en el tiempo bajo el signo de Escorpión. Si el diario en castellano nació un 26 de octubre de hace 35 años, la versión en catalán hizo lo propio el 28 de octubre de 1997, hace ya 16. Por lo tanto, si no hay ningún cataclismo que afecte a una de las ediciones -y no es de prever que eso suceda-, se puede decir que las dos ediciones, hermanas, clónicas, idénticas en el contenido y solo distinguibles por la lengua y el color de la cabecera, siempre se llevarán 19 años.

Pero a pesar de esa diferencia de edad, al diario en catalán no se le puede considerar el hermano pequeño. En todo caso, sería el hermano gemelo, por paradójico que parezca. Y es que la idea inicial de ofrecer al lector que llega al quiosco la posibilidad de elegir cada día en cuál de las dos lenguas principales del país quiere leer el diario se ha mantenido intacta a lo largo de estos años. En catalán se publica el mismo diario, los mismos suplementos, con los mismos anunciantes. La información es idéntica, la opinión también. Nada distingue las dos ediciones sino la lengua. Y este concepto de clonicidad es el pilar fundamental en que se ha sustentado el éxito de la operación en catalán, con un volumen de ventas y difusión cada vez más cercano al 50% del conjunto (habiendo partido de un sorpresivo 40% inicial, realmente inesperado al no haber sido detectado por los estudios de mercado, que auguraban un porcentaje bastante más modesto para la nueva edición).

En esencia, no ha variado nada desde el planteamiento inicial. Para llegar al quiosco a la vez en castellano y en catalán hacía falta un traductor automático, que permitiera ganar tiempo en el proceso productivo, y un equipo humano de editores (formado por lingüistas, traductores y periodistas) que dieran verosimilitud de originalidad a los textos resultantes. Hoy en día esta combinación parece algo muy sencillo (y prueba de ello es que el principal colega de la ciudad se haya animado recientemente a hacer, por lo menos en parte, lo mismo), pero hace 16 años los traductores automáticos que había en el mercado eran escasos y, sobre todo, lentos: una página de diario (el equivalente de cuatro o cinco folios) tardaba más de cinco minutos en ser traducida. Por lo que se tuvo que fabricar uno propio, gracias al departamento de I+D de EL PERIÓDICO, que redujo aquellos cinco eternos minutos a solo tres segundos, y entonces sí que se vio futuro al abordaje de esa empresa. Ya solo se trataba de establecer un circuito de trabajo, contratar a los editores, elaborar un libro de estilo y empezar a hacer pruebas.

Web en dos lenguas

Solo en esencia no ha variado nada. Porque el recuerdo de aquel inicio permite darse cuenta de la evolución experimentada a lo largo de estos años. Es verdad que hoy la edición en catalán sigue siendo posible gracias a la suma de un traductor automático y un equipo de editores. Pero también es cierto que han cambiado muchas cosas. Por ejemplo, el traductor funciona mucho mejor que al principio, porque se han desarrollado nuevas versiones y, sobre todo, porque se ha ido adaptando gracias a la información que proporciona el uso diario de la herramienta. También el equipo de editores, cuyo grueso se mantiene desde los inicios. Ahora tienen mucha más experiencia, más reflejos, más imaginación, más agilidad y más rapidez que al principio. Y menos mal que disponemos del Libro de Estilo, publicado en papel el 2002, que ha sido ampliado constantemente en una versión de consulta interna que resuelve dudas habituales y evita perder tiempo en preguntas reiteradas y debates ya celebrados.

Todos estos cambios son muy perceptibles si se mira atrás con perspectiva. Pero ninguno de ellos es comparable al nuevo reto de tener que servir al lector, también en las dos lenguas, en los diversos soportes digitales del diario. Y con el mismo planteamiento que en el soporte papel. Es decir, con el objetivo de conseguir en todo momento que la web en castellano (www.elperiodico.com) tenga los mismos contenidos que su versión en catalán (www.elperiodico.cat), con la única desventaja de tener que aparecer en el ciberespacio con un decalaje de escasos minutos, los necesarios para llevar a cabo la traducción y la edición del texto. Un asincronismo obligado para no condicionar la web en castellano en su competencia con los otros medios por la divulgación de la primicia.

Este nuevo reto ha comportado también un replanteamiento del circuito de trabajo, ya que el mismo equipo de editores ha tenido que desdoblarse para atender a los dos soportes (papel y web) y que ha supuesto que la web haya quitado a la edición en papel el 40% de los recursos destinados a este último. La gestión de este doble proceso no ha sido fácil, en plena crisis económica general, pero la experiencia acumulada ha permitido afrontarla con una máxima optimización de los recursos disponibles, recurriendo a conceptos como la polivalencia y dando prioridad en cada caso a la tarea más urgente.

La experiencia como valor

La veteranía ayuda, cierto. La experiencia es una de las mejores armas de las que disponemos para evitar el riesgo de error, que crece cuando se debe trabajar deprisa y corriendo, en una situación en que el calco sintáctico o semántico tiene más ocasiones de marcarte un gol por la escuadra. Gracias a la experiencia, la profesionalidad y el trabajo ya hecho antes nos podemos beneficiar de los recursos acumulados en traducciones que no pueden ser literales, de la seguridad que nos da el Libro de Estilo y del conocimiento de cómo funciona el traductor automático. Todo ello es una ayuda incalculable a la hora de traducir para obtener textos que parezcan escritos en la propia lengua, superando todas las dudas de interpretación y posibles ambigüedades léxicas. Gracias a la experiencia, podemos mantener vigente el principal objetivo del editor traductor (a saber: encontrar el equivalente perfecto cuando el literal no existe, en un juego de palabras de un titular concebido en castellano, por ejemplo) y evitar que quede desplazado o reemplazado por las necesidades de producción (a saber: terminar el trabajo todo lo bien que se pueda pero cuanto más deprisa mejor). Porque todo eso sucede y se aborda en una redacción moderna que ya no trabaja pensando en la página que tiene que cerrar a la caída de la tarde, sino que genera noticias y textos sin cesar desde buena mañana. Siempre a ritmo de radio, y siempre contra reloj.

Debate en las redes sociales

La irrupción del mundo digital también nos ha hecho más protagonistas en las redes sociales por cuestiones estrictamente lingüísticas. Si las discusiones sobre si tal palabra es correcta o incorrecta han sido desde siempre un clásico en la historia de la lengua catalana, especialmente  desde finales del siglo XIX, actualmente herramientas como Twitter y Facebook actúan de altavoz y caja de resonancia de los aciertos y errores de la edición en catalán. Lo que antes se materializaba en una carta de queja al director sobre un uso no normativo, a la que se adjuntaba un recorte de diario con la prueba del presunto delito, hoy se convierte en un debate en las redes sociales con partidarios y detractores de tal uso.

De algún modo es lo mismo de siempre, y celebramos que así sea porque la queja en general siempre es de agradecer y enriquecedora, y porque nos informa de hasta qué punto va cambiando, o no, la percepción que el lector tiene del uso correcto de la lengua.  Así, se mantiene la denuncia de palabras que usamos pero que no aparecen en el diccionario, y también se plantean cuestiones controvertidas de sintaxis (como por ejemplo el polémico uso del signo de interrogación inicial en catalán). Pero la justificación pasa por lo que hemos ido diciendo siempre: que tenemos un libro de estilo que nos autoriza a usar esas opciones, que ello no perjudica a la lengua, que se trata de licencias que compartimos con otros medios de comunicación, que el portal lingüístico Ésadir, de TV-3 y Catalunya Ràdio, hace poco más o menos lo mismo que nosotros, que estas licencias son en realidad aportaciones para futuras ampliaciones del diccionario, y que unas cuantas de estas licencias han dejado de serlo porque ya  forman parte del corpus normativo.

Pero ahora el fenómeno se expande y se socializa porque participa más gente, y se pueden leer más argumentos a favor y en contra, según la concepción de la lengua que tiene cada cual. Así aparecen, por un lado, los del bando que entienden, como nosotros, que la lengua es un ser vivo, mutable, sometido a cambios, que incorpora y cede palabras de otras lenguas, que hay palabras modernas y palabras antiguas, más adecuados o menos según el contexto y la situación, y que si una lengua fuera inmutable todavía hablaríamos latín. Y por el otro, aparecen los que sufren de buena fe por el perjuicio que, según ellos, puede comportar para la supervivencia de una lengua el uso de ciertas palabras en detrimento de otras. Conviviendo con estos dos bandos, están los convencidos de que nos equivocamos porque así lo establece el referente estrictamente normativo divulgado durante el proceso de normalización.

Todo sirve para ir tirando. Como dijo alguien, es importante que se hable de uno, aunque sea bien... Pero yendo al fondo de la cuestión, lo  cierto es que -y nos hace sentir orgullosos-, como ya se destacó en el suplemento publicado con motivo de los 5.000 números de EL PERIÓDICO en catalán, la mayor parte de las licencias lingüísticas consignadas en el Libro de Estilo del 2002 ya han pasado a formar parte del Diccionari de la llengua catalana del Institut d'Estudis Catalans, conocido en su segunda edición por la sigla DIEC2, y accesible por internet (www.iec.cat). Es decir, que no vamos tan desencaminados como cierto ruido en las redes podría hacer creer.

El modelo de lengua

E incluso más importante que esto, cuando miramos hacia atrás nos complace comprobar la consolidación definitiva del modelo de lengua que la mayoría de medios empezaron a practicar hacia la mitad de la década de los años 80, con muy pocas diferencias entre ellos, conscientes de la necesidad de dotar el catalán de un registro periodístico basado en la lengua estándar. Un modelo que pretendía comunicar por encima de todo, con preferencia por el léxico más genuino, pero sin dejar de ser comprensible, y que cuanto más extendido y general fuera, mejor. La edición en catalán de EL PERIÓDICO recogió, pues, este testigo desde el primer día, y lo ha potenciado aprovechando sus propias características, con titulares ágiles, populares, directos, fáciles de entender, buscando la complicidad del lector medio. Y así pensamos seguir.