Mundial 2022
Llenar el depósito por 20 euros: el increíble precio de la gasolina en Qatar
Un litro de gasolina cuesta unos 50 céntimos, aproximadamente la cuarta parte que en España
Antony, nigeriano de 25 años, saluda sonriente al forastero. Le extraña que un tipo aparezca caminando para fijarse en el precio de la gasolina. Para comprobarlo, hay que acercarse al surtidor porque no hay grandes carteles con cifras para informar al conductor, como ocurre en España.
El empleado de la gasolinera indica con amabilidad los precios. 1,9 rials el litro de gasolina estándar y 2,1 el de gasolina premium. “Es mucho mejor”, advierte.
Pero cuando se da cuenta de que la intención no es llenar el depósito (porque de hecho accedemos a pie a la gasolinera), sino curiosear los precios, pregunta a su vez. “¿Eres de España? ¿Cómo son los precios de la gasolina allí?”.
Cuatro veces más caros, aproximadamente. Porque 1,9 rials qatarís equivalen a 50 céntimos de euro, es decir, más o menos la cuarta parte de lo que cuesta un litro en España.
Si llenar el depósito de un coche estándar en nuestro país cuesta entre 75 y 100 euros, los habitantes de Qatar lo hacen por 20 o 25, en función del modelo de su coche, de la gasolina que utilicen y de sus necesidades.
Sin coches eléctricos
Apenas se ven coches eléctricos en Doha. Los coches son los de toda la vida –la flota tiene una amplia gama de edades, desde coches destartalados a elementos último modelo- y la gasolina es tan barata que pocos se plantean aquí pasarse al modelo más sostenible.
Qatar es uno de los mayores exportadores mundiales de petróleo, aunque donde destaca realmente es en la producción y venta de gas licuado.
Las 'apps' de VTC, a la orden del día
En Doha, al menos durante el Mundial, los vehículos de transporte compartido, que tanta polémica han generado en España por su competencia al taxi tradicional, funcionan a todo trapo. Uber y Karwa, una aplicación local, son las más utilizadas.
Contratar los servicios de un conductor en cualquiera de dichas aplicaciones resulta útil (el metro es nuevo, pero no cubre toda la ciudad), rápido (cuando el tráfico lo permite) y barato. Un trayecto de unos 25 minutos puede salir por nueve euros, aproximadamente.
Es inconcebible ver a un ciudadano catarí al volante de un taxi público o privado. Son inmigrantes los que trabajan como conductores de ese tipo de vehículos.
Son ellos (trabajadores procedentes de Nepal, de Pakistán y de India, especialmente) quienes conviven cada día con un tráfico que sorprende al visitante, porque los semáforos parecen tardar en horas en abrirse y cualquier hora es mala para circular. Solo a partir de las once de la noche los atascos parecen dar un respiro.
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