La primera semifinal

Alemania se sale en una exhibición de otra galaxia

El equipo de Löw sella una goleada de leyenda ante un Brasil descompuesto que acaba llorando (1-7)

EDU SOTOS
BELO HORIZONTE / ENVIADO ESPECIAL

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No fue un partido, fue un meneo; no fue un triunfo, fue una humillación para la historia; no fue una goleada, fue una tunda descomunal que atormentará por los siglos de los siglos a Brasil y a los brasileños, que anoche, en Belo Horizonte (de Belo no tuvo nada), sufrieron la peor derrota de su legendaria trayectoria para incredulidad de los jugadores y de la torcida, que ni en la peor de sus pesadillas pudieron imaginar semejante terremoto que, a la fuerza, tiene que tener consecuencias en el fútbol brasileño y en la seleçao.

Cierto que Brasil partía con desventaja. Las bajas de Neymar, la gran estrella, y sobre todo, la de Thiago Silva, el muro defensivo y capitán, eran dos ausencias de consideración, pero nadie se imaginó jamás que tanto. Aunque visto cómo jugó el equipo de Joachim Löw, ni el azulgrana ni el central del PSG hubieran arreglado el desaguisado. Alemania vapuleó a los pentacampeones del mundo en una noche similiar o quizá peor que la del Maracanazo de 1950. Solo un detalle: a los 29 minutos, el marcador lucía un 0-5.

El festival alemán empezó muy pronto. Müller, a los 11 minutos, abría el marcador al volear un balón pasado en el lanzamiento de un córner. Cuatro brasileños se quedaron mirando el balón y David Luiz lo perdió de vista. Cuando lo captó, ya estaba dentro de la portería. Brasil trató de reaccionar, pero sin fútbol, sin sistema y sin ideas fue imposible.

SIN PIEDAD / Alemania se sentía tan superior, que decidió apretar las tuercas. Tanto, que acabó ahogando al rival. En cuatro minutos (del 23 al 26) marcó tres goles más (Klose y Kroos, por dos veces) y dio por finiquitada la semifinal. Nadie en el estadio Mineirao se creía lo que veía, puede que ni tan solo los alemanes, seguro, que no tuvieron ninguna consideración con el contrincante. Pudieron levantar el pie del acelerador, pero no lo hicieron. En el minuto 29, llegaba la manita, obra de Khedira, un tanto que sellaba la goleada más rápida de las historia de la Copa del Mundo (el último precedente era el 5-0 de Yugoslavia a Zaire en 1974, en el minuto 30). Scolari hizo cambios tras el descanso para buscar por lo menos el gol del honor. Y lo tuvo en las botas de Oscar y Ramires, pero Neuer (el  mejor portero del mundo de largo) lo evitó con sus mágicas y enormes manoplas.

Alemania, que literalmente se dejó ir en los primeros compases de la segunda parte, retomó el pulso al duelo para desgracia de Brasil. Schürrle (m. 69 y 79) dejó el marcador en unos dígitos grotescos e incluso Özil tuvo el 0-8 en sus botas, pero el tiro salió rozando el poste.

Brasil acabó bailado y escuchando «olés» en cada pase de los alemanes, que en el tramo final convirtieron el campo en un rondo interminable. Oscar, ya en el descuento, tiró de orgullo, entró en el área y batió a Neuer. El conocido como gol del honor no fue ni eso. La honra andaba perdida, desparramada, y Brasil entero lloraba desconsolado.